Un dragón no es un
dragón hasta que un
poeta no lo decide.
Yo decido que hay un
dragón que no vomita
fuego, sino piedras.
Y que mira a un rostro de mujer.
Extrañamente, como si
quisiera cantar con ella
el coro de la luna.
Sus escamas de piedra
pesan sobre el mundo.
¡Oh dragón unicornio
de mis alucinaciones nocturnas!