Ecos del Alma
Te regalo una estrella
que robé del rocío,
una huella del viento
donde escribo tu nombre.
No sé si es temblor
o silencio dormido,
si es raíz de esperanza
o un suspiro perdido.
Eres llama que baila
en mi invierno frío,
el refugio que encuentra
mi barco en el río.
Eres aurora que nace
tras el miedo oscuro,
un jardín de promesas
brotando en lo puro.
Amor eres, la luz que alumbra
mis noches sin fin,
eres mapa y brújula
de este andar sin destino.
Soy la lluvia que canta
tus sueños al cielo,
un puente de aromas
entre tu piel y el viento.
Te regalo el abrazo
de la luna en la arena,
las canciones del monte
que tu risa serena.
Un atardecer rojo
donde el tiempo se queda,
y en mis palmas abiertas
toda la primavera.
¿Eres flor o tormenta?
¿Nido o tempestad?
Solo sé que en tu ausencia
se apaga la verdad.
Eres sal de mi herida,
agua clara en la sed,
el relámpago lento
que no deja caer.
Amor en tu sombra
mi raíz floreció,
soy la espiga que aguarda
lo que el viento te llevó.
Eres mar que me nombra
con olas de paz,
el eterno regreso
a tu orilla fugaz.
Si la vida es un viaje
entre polvo y lucero,
tú eres el camino
y el destino primero.
No hay eclipse ni olvido
que apague tu aroma,
pues en cada latido
renace tu aurora.
Amor, sin tu fuego
no soy más que cristal,
un espejo vacío
donde el mundo es igual.
Eres savia y destino,
horizonte y renacer...
En tu canto infinito
aprendí a amanecer.
—Luis Barreda/LAB