luis barreda

Huellas Del Ayer

Huellas Del Ayer
 
El tiempo arrastra sueños en su espalda,
hojas secas que el viento no consuela,
y en cada esquina que la luz revela
se esconde un eco de la risa antigua.
 
La tarde dibuja sombras en la arena,
olas que borran lo que el mar no quiere,
y en cada paso que la noche espere
se desvanece una promesa buena.
 
El ayer no se va, se queda en hilos,
tejiendo redes donde el alma tropieza,
mientras la vida, con sus breves días,
nos enseña a guardar lo que perdimos:
un instante de sol en la tristeza,
un nombre que repiten las golondrías.
 
Las calles tienen voces sin dueño,
paredes que guardaron mil secretos,
y en los cristales rotos, los reflejos
muestran un mundo que se hizo pequeño.
 
¿Dónde quedó la luz de aquella infancia?
En el rincón del patio, entre macetas,
o en el reloj que marcaba las horas lentas,
mientras crecía, lenta, la distancia.
 
El bosque no responde a las preguntas,
solo sus ramas escriben respuestas
con hojas que el otoño desencuaderna:
“Camina, aunque se nuble la senda clara;
la estrella que te guía es la primera
que aprendió a brillar sin luna”.
 
No hay mapa para el rumbo del olvido,
pero en el pecho queda un viejo aroma:
a hierba mojada, a pan recién horneado,
a besos que se fueron sin ruido.
 
Y aunque la noche es larga y el camino frío,
alguien guardó, en un pliegue de la almohada,
la canción que cantabas en la alborada,
cuando el mundo era nuevo y el destino, amigo.
 
Hoy no es más que un espejo empañado
donde el pasado ríe y llora a ratos,
pero en el centro, donde arde lo sagrado,
sabes que el amor nunca se ha marchado:
sigue vivo, disfrazado de retrato.
 
Así, entre grietas y semillas,
se alza la vida con sus pies descalzos,
mordiendo el pan amargo del fracaso
y bebiendo el rocío de las orillas.
 
No temas si la niebla cubre el monte,
si el invierno deshoja tus proyectos:
la memoria es un puente hacia el asombro,
donde aun los días grises tienen nombre.
 
Y cuando el sol despierte sin aviso,
pintando de oro el borde de las cosas,
mira hacia atrás sin miedo a las heridas:
las cicatrices son versos de la vida,
y el ayer, solo un verso en tu poema.
 
El corazón no entiende de calendarios,
solo de latidos y de abrazos lentos.
Por eso, cuando sientas el peso de los años,
busca en tu interior: allí vive el tiempo.
 
—Luis Barreda/LAB

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