Estaba muy abrazado por aquel maldito enemigo que se disfraza de amigo, llamado alcohol, quien en su ímpetu me sedujo, me tentó y sin poder siquiera advertirlo rentó parte de mi para hospedarse toda una noche. Y un poco más allá ó un poco más acá, estabas tú, quien con solo caminar logras embriagarme el corazón, o puede que sea por la sutileza con la que tu sonrisa me mata, o por la rudeza con la que tus ojos cafés me estremecen el alma, quien sabe! Pero yo siempre te veré como la más maravillosa puesta de sol.