Solo unas palabras la produjeron.
Mi estómago se cerro, mi corazón se constriño, mi voz se ahogo; mi rostro, a primera vista estoico, pero frágil al mas mínimo pensamiento.
Mi cabeza volaba, mis entrañas se retorcían, mís manos y pies temblaban, mientras la desesperación me carcomía.
“Todo termina”, repetía; mientras, no sabía a que entregarme: al destino, y la casualidad, que me alejan; o ha mis deseos de gritar, que nada importa. Me quedaré hasta que me eches.
Doy mil vueltas. Mis ojos, perdidos, buscan una solución. Alguien, quién amparé mi ser desgarrado, mi mente enloquecido, mi corazón volcado.
Toque la realidad: la realidad que nunca estaremos juntos. La realidad, dichoso de si, aplasta nuevamente, con sus intransigentes verdades, mis piadosas mentiras. Piadosas de mí, un alma soñadora... qué soñaba contigo.