Franklin Mieses Burgos

Segunda evasión

—¿Quién encendió la lámpara perenne de la rosa?
¿Quién desató el pequeño enigma de la hoja,
de la apretada piedra donde habita el silencio?
 
Cuando el ángel pregunta ya deja de ser ángel;
la ignorancia es la espada desnuda que defiende
su rosa de inocencia;
la rosa que no sabe ella misma el origen
terrible de su nombre, de su propio fantasma
cerrado como un nudo de aroma hasta la muerte.

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