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Nocturno

No sé si son mis manos que hablan tras los espejismos o hablan los espejismos, tal vez aun tratando de hurtarme la cordura; no saben que ya la perdí.
Cuando me abrigo frente a mi ventana y veo caminar la noche con las ideas perdidas, con el canto de los pájaros negros que deambulan sin que esté al corriente de sus propósitos, sin encontrar un relato convincente, entonces, ahora se que me faltan manos que acaricien, labios que besen sin que se lo pida, susurros que bailen desnudos y la música sea desconocida y estridente para evadirme, para ahuyentar a los fantasmas que me acosan, para mantenerme alerta y en defensa habitual, cierro los postigos y nadie sale de mi cuarto, puro bullicio, hasta que la luz de la madrugada me acaricia la frente.

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