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Koi No Yokan

Maitén Epuyén
21 de Noviembre, 2011

En aquel mar de cielo azul
y en esa barcaza tan bonita,
se encontraba la princesa de mis sueños.
Empecé a sentir la ternura más grande
que jamás haya vivido.
Ese fue el principio de nuestro amor,
ese recuerdo tan celestial,
tan transparente, como el agua.
Nuestro primer beso.
 
Me acerqué a vos,
con ese viento que hacía mover olas
y hasta la mismísima vela.
Me dijiste tu primer “Hola”
y me enamoré profundamente.
 
Me preguntaste si me gustaban las gaviotas
con esa mirada tan serena...
y te respondí que sí.
Me sorprendí al escuchar que a vos no.
¿Cómo no te podían gustar?
Eran tan bellas como vos.
Tan resplandecientes seres.
Pero como siempre, me equivocaba.
Esa mentira no duró mucho.
Luego me invitaste a tu casa y descubrí que te fascinaban.
Te emocionaban, vos las estudiabas y las conocías bien.
Más que a cualquier otro ser.
 
También descubrí ese cuadro.
Ese cuadro hermoso, tan talentoso
que todavía tengo colgado en mi pared.
Con aquel muelle que dispersa la espuma del mar
y ese ancla posicionado junto al mástil
de aquel puerto tan iluminado.
 
Te felicité por tan esplendida obra de arte y te pusiste colorada.
Comenzó a llover y el oleaje se convirtió en tormenta.
También me acuerdo de cuando me dijiste tu último
 
“Adiós”.

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