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La corte

A Jean Moreas

El conde, orgullo y gloria, las damas galantea
y a los nobles zahiere —madrigal y epigrama—,
cuando un paje, de lejos y por señas, le llama.
No lleva el paje escudo ni señorial librea.
 
«Venid —le dice quedo—; seguidme... ¡a donde sea!
Sólo deciros puedo que es hermosa la dama...
Mas a oscuras el sitio está donde se os llama,
y aún quiere que el camino desconocido os sea».
 
Duda un momento el conde, y recela, no en vano,
que siniestra emboscada aceche sus arrojos...
Mas, aferrando al cinto los dorados puñales,
 
al paje, que sonríe resuelto da la mano...
Y el pajecillo rubio pone sobre sus ojos
un pañuelo bordado con las armas reales.
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