[OFICIO DE PEZ]
Desde hace varios años
he resuelto vivir
en el fondo del río. Amo el río,
y tan difícil me era soportar
el aire de afuera
que busqué en su seno
volver a sentir
lo que un día fue mío.
Aquí todo fluye incesante
y es magnífico ver
la vida pasar como en un carrusel
líquido/ húmedo, pertinaz. Amo la corriente
que todo el tiempo
me invita a cambiar,
nada es algo en ningún minuto
y todo es diferente de sí mismo
en éste instante.
Acuoso es mi destino
y húmedo mi presente
desde que yago hundido
en el fondo del río. Amo a los peces
que con ojos de agua
me acompañan
en éstos líquidos días,
yo he visto en esa mirada
el sueño de los hombres
¡y he visto su sufrir tantas veces!
Cuando tengo frío
me adormezco en algas
transparentes y sutiles
y duermo. Amo dormir
en el fondo del río,
en esa cobija lóbrega
que me abraza como a un niño
y me retiene como a un recuerdo
(- ya no pidas, no volveré, ¡deja ya de insistir!)
Aquí, los ojos ya no me sirven del todo
hay una densa bruma marrón
todo el tiempo. Amo esa visión
borrosa que solamente sugiere
formas y siluetas difusas
como invitándome constantemente
a dibujar por mí mismo
la forma de todas las cosas
y soy tan dichoso en esa magma ocasión.
De tanto en tanto se me ocurre
escribir lo que vivo para que
no me tome el olvido. Amo el desafío
de buscar trozos de ramas
y trazar sobre su lecho de brío
un signo impreciso y precario
(- ya lo sé, ya no me lo recuerdes más)
caen entonces gotas de amargo sudor
en el fondo del río.
