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Carta de despedida

Valparaíso, a 17 de febrero de 2024.

Mujer admirable
Bondadosa y pulcra
Amiga del alma
Libre y altiva
Presente.
 
De mi completa admiración:
 
El motivo de esta carta es poder notificarle
sin prisa ni dilación, el porqué de mis tristezas
que aunque le son conocidas - lo sé con toda certeza -
aún estimo prudente, por cuanto sé respetarle
desinteresadamente, sin malicia, confesarle
que he sido bendecido con el don de su nobleza
y agradezco sin medida el privilegio de amarle.
 
Yo me voy agradecido, tres años no son en vano:
más de mil días de afecto, que el amor se hizo costumbre.
Sus palabras y caricias cobijaron como lumbre.
Permítame recordarle que usted me tomó de la mano
me sacó del frío yermo que me apresaba, tirano
me sacó de lo profundo, me elevó hasta la cumbre
y usted me enseñó el amor y lo confió en mis manos.
 
Si supe que soy valioso lo aprendí con su cabeza
cuando usted, confiadamente, la apoyaba en mi regazo;
cuando supe el bien que hacía por cuidarla entre mis brazos.
Y también he descubierto con mi poca sutileza
que usted tampoco sabía de su valor y nobleza
y fue mi mayor orgullo cada vez que di un paso
en mostrarle honradamente toda su luz y grandeza.
 
Mis tristezas son muy grandes, como fueron las heridas
que sanamos mutuamente sin prisa ni dilación
pues cuando nos conocimos no existía pretensión
del bien que nos procuramos para el resto de la vida.
Nos pedimos casi nada y nos dimos sin medida,
nos causamos bien eterno sin ninguna condición.
Fuimos heridas abiertas, fuimos nuestra medicina.
 
Aunque fue por mutuo acuerdo el que hayamos convenido
con efecto inmediato dar final a nuestra historia
no se aplaca la tristeza ni dejan nuestra memoria
esos preciosos recuerdos que cuidamos, que quisimos
que sin límite a la entrega, con amor, los construimos.
Nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro ser, llevan memoria
de tanto que nos amamos ¡y de cuánto nos fundimos!
 
Sepa con toda certeza que es muy grande mi dolor
y me propuse informárselo muy encarecidamente
pero no se precipite en juzgarme duramente;
no es por hacerla sufrir ni dañar su corazón.
Usted merece saber que no hay comparación
que mi tristeza es pequeña, que duele ínfimamente
frente a esta gratitud que llena mi corazón.
 
Comprendiendo que la nuestra es situación delicada
sírvase, por último, estar por ciento segura
que la llevo en mi alma y que la amé con locura
que de nada me arrepiento, que disfruté acompañarla
que si volviera en el tiempo, sí, volvería a amarla.
Vaya con paz y sin prisa, nunca pierda su dulzura
que Dios siempre la bendiga y siempre sepa cuidarla.
 
Se despide con cariño y con la mayor de las gratitudes
su humilde servidor.

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