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El aplazamiento

Ya no hay nada que aplazar,
estamos con nosotros.
Ese abrazo que no pudimos dar,
ese encuentro que no pudimos concretar,
luego de 4 intentos, 4 promesas, 4 olvidos,
de nada sirve culparse.
¿Por qué te sientes mal si eso no ocurrió?
Ya la vida no la podemos aplazar.
La tienes allí, frente a ti. ¿quieres aplazarla culpándote, victimizándote, excusándote en ella para tu próximo intento, promesa u olvido?
 
Cuando la pandemia acabe,
nuestra ausencia interior permanecerá.
No tenemos la capacidad de desvanecerla si de razones, dogmas, moralidad o culpabilidades vivimos.
No podremos ocultarnos de la memoria colectiva que nos evocará qué tan frágiles somos.
Ya la vida no la podremos aplazar.
Quedó grabada en el reflejo del espejo de la muerte.
 
La muerte. Hermoso regalo de consciencia, de ruptura, de despedida, que nos dota de la fuerza para trascendernos, para llorar por un tiempo, y llorar fuerte, pero no siempre.
Que nos abraza con nostalgia para gozarnos la evocación sin pretensión de olvido. Porque la queremos siempre presente, para suspirar, para sonreír, para volver atrás y sabernos siempre aquí.
Ya la vida no deseo aplazar. Las excusas se me agotaron.
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