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El inicio

A mis compañeras

Yo
voy a aclararte aquí
por qué la voz de una mujer
tiene la fuerza de un misil
cuando reclama
que no nos maten
solo por tener ovarios
y poder parir.
 
Desde los tiempos de Juana Inés
hasta los de Rebeca Lane
el patriarcado nos impuso qué hacer:
que si madre, que si esposa,
que si monja o puta soez.
Este mundo no era para nosotras,
jamás aparecimos en su Historia,
Y ahora vienes tú a cuestionarnos
¿por qué nos dejamos someter?
Que te lo responda la Santa Iglesia,
que te lo explique el Rey.
 
El sistema nos convirtió en escoria,
pero la opresión nos transformó en sororas
en un mundo que nos prefería
dispersas y desertoras.
Nos quitamos el corsé,
aprendimos el abecé,
reconquistamos el Edén
y, por primera vez, supimos
lo que era ser mujer.
No éramos
las brujas que había que cazar,
ni los cuerpos sin conciencia
que solo servían para procrear.
Éramos, simplemente,
las sobrevivientes
de una sociedad heteropatriarcal.
 
Que sigue propalanando
que no estamos oprimidas
porque sus mujeres hacen lo que quieren;
que somos escandalosas
cuando nos repelen
porque nos calateamos,
y solo somos un grupete
de fofas gordas con grilletes.
Pero, ¿qué harías tú si
todos los días tu primo te violara?
¿qué mierda harías tú si
todos los días te mataran
y en tu entierro el país entero
te culpara?
 
Pero gracias a mi abuela
a la Butler y Ana Isabel
ahora somos la encarnación
de un adorno
que te molesta
cuando dice lo que piensa,
cuando decide con quién se acuesta,
y hace lo que su cerebro le ordena.
No te lo tomes con calma
¿acaso crees que esto ya se acaba?
Querido, esto recién comienza.

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