Esos en los que al abrir la ventana, no nos tapamos la cara por el sol que alumbra tanto que despierta,
Cuando la abrimos entra uno que otro olorsito a torta frita o torta asada y ahí automáticamente cerramos los ojos y sonrreimos rogando que en casa también halla torta caliente para comer,
y al bajar a desayunar aveces nos encontramos con que hay, otras que no pero...
hay grises, el día sigue.
Vamos a la casa de algun amigo o una amiga para que juguemos a la pelota en el potrero del barrio
Porque sabemos que si llueve un poco se forman charcos y nos revolcamos ahi en cada pelota.
También hay grises que se convierten en negros furiosos, de esos como en los grandes medios nos describen a los piqueteros que vienen agresivos gruñiendo, con palos en las manos, piedras y hasta bombas molotov. Cuando esos grises se convierten en negros furiosos ya no voy corriendo a esconderme debajo de la cama, voy corriendo pero para avisarle a mi mamá que junte la ropa del patio asi no se le moja, junto mis juguetes y todo lo que tenga de valor y me quedo en casa cuidando lo que tengo para no perder nada ni a nadie...
y me siento fuerte
Ahí es donde aparecen el vecino y la vecina nos trae un par de velas por si corta la luz y algo de leche que fue a buscar del merendero del Barrio. Los invito a pasar para que tomen chocolatada conmigo y prueben las tortas fritas de mi mamá.
Y asi paso mis días...
¡ni blancos, ni negros!
¡¡¡Hay Grises!!!