Ven hacia mí, no tardes, dulce dueña
de la región bendita con que sueña
el cansancio profundo que me abruma.
Fuerzas no tengo ya para llamarte.
Ven hacia mí; cansada de esperarte,
¡oye la voz de mi impaciencia suma!
¿Qué esperas ya? me impulsas a buscarte
en el silencio eterno que te envidio
y a cada rato vienen a anunciarte
las mariposas negras del suicidio!
No tardes más, no venga un nuevo ensueño
a turbar nuestro amor y nuestra unión,
quiero que duerma su tranquilo sueño,
sin despertar, el pobre corazón...