El deseo perdura bajo mis piernas,
nuestros cuerpos entrelazados,
rodeados por un lago
cuyo nombre nunca supimos.
Aún extraño el humo
que ha permanecido en mi camisa,
extrañamente,
hasta ahora,
aunque no estés aquí,
ni yo allá.
Un momento corto,
hermoso como una gypsophila,
prohibido como una azucena,
especial como una rosa,
y único como una camelia fina