Mauricio Rosencof

Nepo

Tenía
un garabato en la cabeza
y el andar tranquilo.
Nos miramos de lejos,
sin poder hablar.
Sólo esa seña de “bien”
que de tanto uso tiene voz.
Bien, hermano, bien, decía
con la muerte en los labios.
Bien,  hermano, bien. Adiós
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