Atardecer Paranaénse
El sol se derrumba en el horizonte
y se entrega, imperturbable, al abrazo
impúdico del río Paraná.
En este gesto inocuo y cotidiano,
la realidad humana se vuelve
rudimentariamente prescindible;
edificios incrustados en la hierba,
autos correteando como niños,
árboles noqueados por el puño
del viento, las angustias sin pagar,
derivas ausentes del desamor.
Nuestra infalible erudición recae
en un balbuceo infantil sobre un
universo del que poco sabemos.
Las cosas olvidan su velo mientras
el sol se desmorona sobre el río.
Nos quedará la nostalgia otoñal,
ensanchándose como una gran sombra
en esta amargura dominical,
dejando la ciudad desamparada
en la noche eterna, consumiéndonos.
Consumiéndome.
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