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La muerte del esclavo

Por hambre y sed y hondo pavor rendido,
Del monte enmarañado en la espesura,
Cayó por fin entre la sombra oscura
El miserable siervo perseguido.
 
Aún escucha a lo lejos el ladrido
Del mastín, olfateando en la llanura,
Y hasta en los brazos de la muerte dura
Del estallante látigo el chasquido.
 
Mas de su cuerpo de la masa yerta
No se alzará mi voz conmovedora
Para decirle: –¡Lázaro, despierta!–
 
¡Atleta del dolor, descansa al cabo!
Que el que vive en la muerte nunca llora,
Y más vale morir que ser esclavo.
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