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Tormento

Yo no puedo vivir sin contemplarte,
ni puedo ser dichosa sin oírte;
¡alas no tengo yo para seguirte!
¡voces no tengo ya con que llamarte!
 
¡Quisiera ser voluble para odiarte;
quisiera tener fuerzas para huirte;
esquivez y desdenes para herirte;
orgullo y dignidad para olvidarte!
 
Mas no me atrevo ningún daño a hacerte
¡yo no puedo dictar fallo de muerte
Contra el tirano cruel que me tortura!
 
Medito mi venganza hora tras hora,
¡y en lo íntimo del pecho que te adora,
para ti, caro bien, solo hay dulzura!...

Estos versos los dedicó a Antonio Miguel Comoglio, 17 años más joven que ella, quien ignoró o quiso desconocer los sentimientos de la escritora hacia él

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