En la noche callada me perdí en tu aliento,
y hallé en tu silencio la viva canción,
como el aire oculto me rozó tu intento,
y bebí de tu amor más que el corazón.
No te ve mi carne, más mi alma arde,
por tu rostro eterno que al alma seduce,
eres fuego oculto que nunca es tarde,
manantial sagrado que nunca reduce.
Te amo sin medida, sin voz ni frontera,
y en cada latido tu amor se derrama,
eres esa herida que nunca se cierra,
pero al mismo tiempo me alzas y me llama.
Oh mujer del cielo, mi Reina, mi destino,
cuando a ti me acerco, todo se ilumina,
eres llama pura, la luz de mi camino,
la voz que en la sombra mi alma adivina.