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Soneto

Templo fue de cristal, rico y brillante,
aquel de nuestro amor hijo del cielo:
tejido de ilusiones era el velo
que en frente de su altar lució flotante;
 
La lámpara ardió allí de fe constante
en noches mil de mágico desvelo,
y bajaban los ángeles al suelo
a cantarnos los himnos cada instante.
 
Un suspiro que casi era un sollozo,
un dulcísimo ¡ay! que ni se oía,
a Dios llevaban nuestro inmenso gozo...
 
¡Y apagaste la lámpara que ardía,
y ruinas fueron en la noche oscura
el templo de cristal y la ventura!

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