Nauzet J.

Relatos simples para entender

Quiero explicarte, por favor. Volveré

Hubo una vez, que desearía que nunca hubiera sido, ni vez tampoco
Un ser divino que había conocido a un príncipe con mucho ahínco y él estaba loco
Él era Kzgenth, y ella la brujita
Ambos se sabían del otro gracias al tiempo que pasaban, y al poco, no poco a poco, se enamoraban
Sin necesidad de decir ni de sufrir, fueron una pareja muy feliz, en una relación que no parecía tener fin
Ella, cada día, estaba más preocupada por su relación, pues los dioses de la divinidad no sabían de su lejana tentación
El rey y la reina de ella se enteraron, pero no les importaron, aceptaron el amor sin problemas en mano
La brujita confesó a Kzgenth que del mar era su dios y él supo que para él era también
El príncipe le dijo a la diosa que las estrellas eran su cuidado, y ella supo que de ella también habían hablado
Pero el príncipe y ella nunca se habían visto, gracias a sus plumas, sentimientos y papeles todo había pasado
Pero los reyes y el príncipe habían cometido la rota ley de pelearse demasiado
El rey hechicero conjuró a aquella pluma, para que no pudiese escribir para buscar, hablar ni rezar
Kzgenth sólo podía trabajar ante el vigilo de estos nobles
Pero, cuando podía, se iba a lugares extraños, con amigos cercanos y con otras plumas escribía con su firma y nombre a su amada para no hacerla preocupar
Y Kzgenth vio el tiempo pasando de renombre
Y la soledad acompañaba al pobre hombre
Y gritó ante el monumental mar con sus lágrimas cayendo al borde de su corazón, sostenido por sus manos, apretando fuerte su pecho mientras el ligero ruido al viento de sus gritos no permitía hacer más que arrodillarse y suplicar
Y sollozó algunas noches, de entre todas que recordaba a su amada mientras su cuerpo temblaba por la idea de saber que cada día hacía al tiempo un largo camino y sus pensamientos corcomían su cabeza al son de sus movimientos bruscos y repentinos, como espasmos en la noche, ahogados por su almohada al intentar dormir
Y el sufrimiento que lo acompañaba, sólo lo retenía la esperanza de saber que, sin importar el tiempo, ni los sucesos ni el espacio, él la volvería a amar, incluso la vería algún día, pues no eran las obras, sino el alma lo que hacía al verdadero amor
Y cada noche las estrellas lo miraban y él a ellas, sabiendo que estas mismas, a la diosa iluminaban
Y cada día, cada vez mejor, las runas que envolvían a la pluma se veían más agrietadas
Falta poco, amada
Sólo suplicaba; “Por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor. No me abandones. No me abandones, amada. Te mar mío, al revés y junto, créeme. No me abandones, espera a que llegue y lo podrás decir, pero espera, amada” “Me voy a morir sin tí, me voy a morir sin tí, me voy a morir sin tí, me voy a morir sin tí. Por favor. No te vayas.”
Cada vez falta menos, para que las runas se rompan y pueda ir contigo, mi amada

No me abandones. Por favor. Me voy a morir sin tí. Espera. Estaré allí

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