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Bienvenida

Pasarán
pasarán las horas
con su bastón de siglo
en el acordeón de Espronceda
en elipse de carbón traerán minutos de cueva
segundos disueltos en la efervescencia de un átomo
nariz fruncida del mundo donde agonizan
lentas orugas lentas
mamíferos reptiles peces
todos en conspicua agonía,
enterrados como raíz negra
huella paleolítica en la mecánica escalera.
 
Alguien dejó servida la mesa en el corazón del hombre
multitudes que en estruendosa huida
traspapelaron las categorías de la sed y el remordimiento
pero
tocan la puerta,
son los niños más pequeños que regresan
reanudando el vuelo en los columpios.
 
Los poetas
Madre
son los poetas.
 
Retornan secos del naufragio
ebrios de holgura y cadencia
con el equipaje de dolor intacto
bolsillos de la pesadilla
llenitos de barquitos de papel y ranas cojas.
 
Regresan locos
locos como se fueron
con más alas que pan bajo el brazo
sin catapultas ni piedra
montados en monociclos
papalotes bicicletas
sin edad para interrogatorios
ni fusilamientos frente al cine.
 
Son ellos los que formados en filas de esperanza
reciben otro siglo
mientras los gusanos,
extremistas del follaje,
recapitulan la nervadura
camino exuberante
en donde ladrón librado
se nos hace tarde juega
como si uno decidiera dónde y cuándo
herir profundo el poema.
 
Algo de lección se escucha en las hojas
conjugación de todos los panteones
como piezas de un fulano tractor
que un día hizo camino en las siglas
nadie quiere
nadie espera
nos basta la gravedad
en contrapeso a la palabra.

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