#EscritoresMexicanos
Las horas, su intangible pesadumbr… su peso que no pesa, su vacío, abigarrado horror, la sed que expí… frente al espejo y su glacial visl… mi ser, que multiplica en muchedum…
Deja que una vez más te nombre, ti… Mi tacto se prolonga en el tuyo sediento, largo, vibrante río que no termina nunca,
La mirada interior se despliega y… soles azules, verdes remolinos, pi… tornasol solitario, ojo de oro gir… bosques de cristal de sonido, bosq… ¡viento, galope de agua entre los…
Mis ojos te descubren desnuda y te cubren con una lluvia cálida de miradas
¿Qué la sostiene, entreabierta claridad anochecida, luz por los jardines suelta? Todas las ramas, vencidas por un agobio de pájaros,
Fluye el tiempo inmortal y en su l… sólo palpita estéril insistencia, sorda avidez de nada, indiferencia… pulso de arena, azogue sin sentido… Resuelto al fin en fechas lo vivid…
Dentro de un sueño estaba empareda… Sus muros no tenían consistencia ni peso: su varío era su peso. Los muros eran horas y las horas fija y acumulada pesadumbre.
Como tras de sí misma va esta líne… por los horizontales confines pers… y en el poniente siempre fugitivo en que se busca se disipa —como esta misma línea
Un pulso, un insistir, oleaje de sílabas húmedas. Sin decir palabra oscurece mi frente un presentimiento de lenguaje.
Bajo un sol inflexible llanos ocres, colinas leonadas. Trepé por un breñal una cuesta de… hacia un lugar de escombros: pilastras desgajadas, dioses decap…
Atrás el cielo, atrás la luz y su navaja, atrás los muros de salitre, atrás las calles que dan siempre a… Atrás mi piel de vidrios erizados,
Ruidos confusos, claridad incierta Otro día comienza. Es un cuarto en penumbra y dos cuerpos tendidos. En mi frente me pierdo
No es el viento no son los pasos sonámbulos del ag… entre las casas petrificadas y los… a lo largo de la noche rojiza Todo está quieto
RÁFAGAS turquesa loros fugaces en parejas Vehemencias el mundo llamea Un árbol
a la memoria de Jorge Cuesta Abre simas en todo lo creado, abre el tiempo la entraña de lo vi… y en la hondura del pulso fugitivo se precipita el hombre desangrado.