#EscritoresMexicanos
Quieta en mitad de la noche no a la deriva de los siglos no tendida clavada
A veces la poesía es el vértigo de… vértigo de la dicha y el vértigo d… el paseo con los ojos cerrados al… y la verbena en los jardines subma… la risa que incendia los preceptos…
En el centro del mundo del cuerpo del espíritu la grieta el resplandor No En el remolino de las desaparicion…
Y las sombras se abrieron otra vez y mostraron su cuerpo: tu pelo, otoño espeso, caída de ag… tu boca y la blanca disciplina de tus dientes caníbales,
Entre la noche y el día hay un territorio indeciso. No es luz ni sombra: es tiempo. Hora, pausa precaria,
Oyü la palpitación del espacio son los pasos de la estación en ce… sobre las brasas del año Rumor de alas y de crótalos tambores lejanos del chubasco
En un rincón del salón crepuscular O al volver una esquina en la hora… O una mañana parecida a un navío a… O en Morelia, bajo los arcos rosa… Ni desdeñosa ni entregada, centell…
A Juan José Arreola Altos muros del agua, torres altas… aguas de pronto negras contra nada… impenetrables, verdes, grises agua… aguas de pronto blancas, deslumbra…
Los labios y las manos del viento el corazón del agua un eucalipto el campamento de las nubes la vida que nace cada día
Del verdecido júbilo del cielo luces recobras que la luna pierde porque la luz de sí misma recuerde relámpagos y otoños en tu pelo. El viento bebe viento en su revuel…
Infrecuentes (pero también inmerec… Instantáneas (pero es verdad que e… Hay instantes que estallan y son a… Otros son un río detenido y unos á… Otros son ese mismo río arrasando…
El agua horada la piedra, el viento dispersa el agua, la piedra detiene al viento. Agua, viento, piedra. El viento esculpe la piedra,
La hora se vacía. Me cansa el libro y lo cierro. Miro, sin mirar, por la ventana. Me espían mis pensamientos. Pienso que no pienso.
Llamar al pan y que aparezca sobre el mantel el pan de cada día… darle al sudor lo suyo y darle al… y al breve paraíso y al infierno y al cuerpo y al minuto lo que pid…
Aquel joven soldado era sonriente y tímido y erguido como un joven durazno. El vello de su rostro se doraba con el rubor de los duraznos