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Himno II

1-Grande oleaje, a la hora de los musgos, apaga tú también los faros delirantes.

2-Retira de mí esos símbolos con que me acoges y devoras en silencio.

3- A los densos naufragios del espanto, sigue el carro de llamas con que me arrollas y me escudas.

4-He ahí las cálidas vertientes, los largos sueños abismados, su amapola nocturna, suspensa como un centinela.

5-Algo cae en los vidrios de la angustia y un ala rota se deshace por sus aguas.

6-Yo camino en el aire, con las manos tendidas al silencio como una sonámbula.

7- Con que hechizo me llamas? ¿Con qué cábalas me resucitas y me alumbras?.

8- Ay, es la hora del tiempo sin retorno, cuando todo perece y se desliza por las piedras como un agua callada.

9-Viajo desde remotos tiempos, en un vértigo amarrada a sus brújulas quemantes, adentro de su imán, su volcánico anhelo, fijo en mi como una mirada.

10- y ya no sé sino su nombre poderoso, su arcoiris atando mi soledad de cabo a cabo, toda entera en su signo.

11-Ay, y ahora donde moras, qué ciñes o desciñes? Te veo entre mis bosques silenciosos como un minero avasallante, desafiando alturas y raíces, tenso el oído fino sobre el temblor inaccesible, buceando.

12- Del lado de los ríos tormentosos, vienen las pálidas columnas deshojándose.

13- Altas, sin embargo, sus voces resurgidas, desandan las secretas estaciones con su cauda de símbolos y música.

14- Mas ay, no lo intentes

15-Sientes cantar a la que sueña, sentada en lo alto de su sombra, su esperanza entre los mástiles como la estrella hacia la noche?

16-Sientes rodar, venas abajo, sus suaves cauces desprendidos, vertiéndose a los fuegos caudalosos como corolas?

17-Oh batalla de amor siempre ganada, su regocijo entra en mi soledad como el primer abanderado para establecer su poderío y renovar sus medallas.

18- A menudo es la que llora sin consuelo, su vestido flota entre los túneles ocultos como el de ánima en pena, y su sollozo nutre los pechos amanecidos de la noche, detenida en su duelo, vastamente.

19-No detengas a la que vaga, sueño adentro, y canta, atada aún a su destino, entre los árboles de la noche.

20-Oh, apaguemos las altas luces, que ahí viene, en silencio…

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