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SOLILOQUIO EN PALESTINA

Lo único que a veces salva al hombre del olvido es el llanto que lo colma. Lo único que a veces nos salva a los habitantes de este espejismos del desierto es una bala que de nuevo se nos siembra entre los ojos.
A veces creo que en este corto suspiro que es la vida, el acto principal de algunos de nosotros (tal vez los menos protagónicos, los menos primordiales, los menos hombres) es habitar en el silencio, hacernos uno con la sombra, estar donde nadie está, ver donde nadie ve, gritar donde nadie escucha, no estar.
Esa es nuestra encomienda: susurrar el nombre de nuestros muertos mientras caminamos sin que eso signifique que nuestro próximo puerto será otro Sol, sin que eso signifique que nuestro próximo puerto será otro paso.

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