La patera de La Caleta
Campos de dunas solitarias descansan junto al viento,
una gôlah se acerca valiente a este lugar sin dueño,
cargada de ánforas deseando vaciar su misterio,
Melkart espera su templo para poder orar en su reino.
Nada ni nadie detiene a la patera de La Caleta,
así llamarán un día a esta erosión del tiempo,
a un rincón sagrado de cantos de sirenas y rezos,
donde reposarán turistas para broncear su cuerpo.
Gadir no sería Gades, sin su fusión africana,
sin sus aromas a esencias y a especias importadas,
que sería de Cádiz sin sus venecianos refugiados,
en castillos, balnearios o bajo árboles centenarios.
Tantos vaivenes desde puertos remotos en estos 3000 años,
para que más de 3000 sueños se hundan con precarios barcos,
ni los rezos a Melkart pueden detener esta travesía,
que es poder vivir dignamente en esta tierra prometida.
