No hay otra chance lumínica para la poesía
que envilecer en la última luna,
y resoplar furibunda desde las sombras,
y amanecer cubierta de cenizas
No existe otra posibilidad, fatalmente arrumbada,
que la palabra (semilla, raíz) de los turbios callejones,
arrancada a la fina curva de los tejados finales,
yaciendo siendo– nada– en la noche empantanada
No existe, sinceramente, oportunidad alguna
Para la palabra, en la diurna ruina de los cotidianos horrores
No hay otro camino de consumación de la letra brillante
Que la estelar noche, flanqueada, ecuánime, de matices y ardores