No era un oasis
con palmeras y agua dulce,
era el espejismo
de mí mismo
en la levedad de un sueño.
Amaneció y nunca más atardeció;
se quedó en pleno mediodía
la luz que parecía iluminar el horizonte.
Fue ahí
donde mi cuerpo llegó al límite
de la felicidad posible.
En adelante
solo un espejismo,
mi alma no es un oasis,
es solo un espejismo.
La Belleza, Santander. 1994