#EscritoresAndaluces #EscritoresEspañoles #JRJCanción 1936
Va cayendo la noche: La bruma ha bajado a los montes el cielo: Una lluvia menuda y monótona humedece los árboles secos. El rumor de sus gotas penetra
Siempre, después, qué contento cuando me quedo conmigo. Lo que iba a ser mi minuto, es, corazón, mi infinito.
Desde niño, Platero, tuve un horror instintivo al apólogo, como a la iglesia, a la Guardia Civil, a los toreros y al acordeón. Los pobres animales, a fuerza de hablar tonterías por boca...
Contra el cielo inespresable, el álamo, ya amarillo, instala la alta belleza de su éstasis vespertino. La luz se recoje en él
Como hemos venido a la Capital, he querido que Platero vea El Vergel... Llegamos despacito, verja abajo, en la grata sombra de las acacias y de los plátanos, que están cargados todavía....
Era la comida de los niños. Soñaba la lámpara su rosada lumbre tibia sobre el mantel de nieve, y los geranios rojos y las pintadas manzanas coloreaban de una áspera alegría fuerte aquel...
...El agua lava la yedra; rompe el agua verdinegra; el agua lava la piedra... Y en mi corazón ardiente, llueve, llueve dulcemente
La media puesta de sol tiñe con su grana de oro mi otro medio corazón.
No me mirarán diciendo: «¿Qué ere… sino sin curiosidad y noblemente. Porque yo seré también de los quie… y ya no tendré difíciles los pensa… Mis ojos serán, tranquilos, los su…
Como médanos de oro, que vienen y que van en el mar de la luz, son los recuerdos. El viento se los lleva,
Platero, acaso ella se iba—¿adónde?—en aquel tren negro y soleado que, por la vía alta, cortándose sobre los nubarrones blancos, huía hacia el Norte. Yo estaba abajo, contigo, en el tri...
—No era nadie. El agua. —¿Nadie? ¿Que no es nadie el agua? —No hay nadie. Es la flor.
Que yo estoy en la tierra, que yo soy calle oscura y mala, jaula fría y mohosa, campo cerrado siempre ¿quién lo podrá negar?
¡Qué alegre, en primavera, ver caer de la carne del invierno el vestido, dejándola en errante amistad con las rosas,
No sois vosotras, ricas aguas de oro, las que corréis por el helecho, es mi alma. No sois vosotras, frescas alas libres, las que os abrís