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En el soto, los alamillos bailan uno con otro. Y el arbolé, con sus cuatro hojitas,
Cantan las siete doncellas. (Sobre el cielo un arco de ejemplos de ocaso.) Alma con siete voces
Suntuosa Leonarda. Carne pontifical y traje blanco, en las barandas de “Villa Leonard… Expuesta a los tranvías y a los ba… Negros torsos bañistas oscurecen
Laoconte salvaje. ¡Qué bien estás bajo la media luna! Múltiple pelotari. ¡Qué bien estás
En lo alto de aquel monte hay un arbolito verde. Pastor que vas, pastor que vienes. Olivares soñolientos
Quiero llorar mi pena y te lo digo para que tú me quieras y me llores en un anochecer de ruiseñores, con un puñal, con besos y contigo. Quiero matar al único testigo
En la mitad del barranco las navajas de Albacete, bellas de sangre contraria, relucen como los peces. Una dura luz de naipe
La elipse de un grito, va de monte a monte. Desde los olivos será un arco iris negro
Ni tú ni yo estamos en disposición de encontrarnos. Tú... por lo que ya sabes. ¡Yo la he querido tanto!
El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. Sobre el olivar
Por una vereda venía Don Pedro. ¡Ay cómo lloraba el caballero! Montado en un ágil
La primera vez no te conocí. La segunda, sí. Dime si el aire te lo dice.
Tierra seca, tierra quieta de noches inmensas. (Viento en el olivar,
Cisne redondo en el río, ojo de las catedrales, alba fingida en las hojas soy; ¡no podrán escaparse! ¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
Los laberintos que crea el tiempo, se desvanecen. (Sólo queda el desierto.)