A Jorge Zalamea
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Cirio, candil, farol y luciérnaga. La constelación de la saeta. Ventanitas de oro
Pero como el amor los saeteros están ciegos. Sobre la noche verde, las saetas,
Su luna de pergamino Preciosa tocando viene por un anfibio sendero de cristales y laureles. El silencio sin estrellas,
En el soto, los alamillos bailan uno con otro. Y el arbolé, con sus cuatro hojitas,
Manzanas levemente heridas por finos espadines de plata, nubes rasgadas por una mano de cor… que lleva en el dorso una almendra… Peces de arsénico como tiburones,
Lámparas de cristal y espejos verdes. Sobre el tablado oscuro, la Parrala sostiene una conversación
Los laberintos que crea el tiempo, se desvanecen. (Sólo queda el desierto.)
Duérmete, niñito mío, que tu madre no está en casa; que se la llevó la Virgen de compañera a su casa.
Por la calle brinca y corre caballo de larga cola, mientras juegan o dormitan viejos soldados de Roma. Medio monte de Minervas
Cantan las siete doncellas. (Sobre el cielo un arco de ejemplos de ocaso.) Alma con siete voces
La guitarra, hace llorar a los sueños. El sollozo de las almas perdidas, se escapa por su boca
Viento del Este; un farol y el puñal en el corazón. La calle
Cantan los niños En la noche quieta: ¡Arroyo claro, Fuente serena! LOS NIÑOS
Y que yo me la llevé al río creyendo que era mozuela, pero tenía marido. Fue la noche de Santiago y casi por compromiso.