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A la virgen

Vos, entre mil escogida,
De luceros coronada,
Vos, de escollos preservada
En los mares de la vida:
Vos, radiante de hermosura,
¡Virgen pura!
De toda virtud modelo;
Flor trasplantada del suelo
Para brillar en la altura.
 
Vos, la sola sin mancilla
De Adán en la prole insana,
Y a cuya voz soberana
Dobla el ángel la rodilla:
Que vencisteis el delito,
Y al precito
Querub quebrasteis la frente,
Vos cuyo nombre potente
Es en los cielos bendito.
 
Vos, que ocupáis regio asiento
En la patria eterna y santa,
Y tenéis de vuestra planta
Por alfombra el firmamento...
Volved, Señora, los ojos
Sin enojos
A esta mujer solitaria,
Que os dirige su plegaria
De su destierro entre abrojos.
 
En tempestuoso océano
Mi bajel navega incierto,
Sin que un fanal en el puerto
Le encienda piadosa mano:
Entre escollos gira roto,
Sin piloto
Y sin brújula ni vela...
Que a merced—deshecho—vuela
Del vendaval o del noto.
 
Vos, en la noche sombría
Pura luz, celeste faro,
De los débiles amparo,
De los tristes alegría...
Mirad mi senda enlutada,
¡Madre amada!
Mi juventud—sin amores—
Débil planta a los rigores
De ardiente sol marchitada.
 
Campo estéril, seco arroyo,
Donde no juegan las brisas,
Mi infancia no tuvo risas,
Ni mi vejez tendrá apoyo.
Noche triste cual ninguna,
Y sin luna,
Fue la noche desgraciada
Que vine al mundo llorosa...
¡La orfandad meció mi cuna!
 
¡En torno miro!... no existe
Ni patria ni hogar querido,
¡Soy el pájaro sin nido!
¡Soy sin olmo yedra triste!
Cada sostén de mi vida,
Desvalida,
Fue por el rayo tronchado,
Y débil caña he quedado
De aquilones combatida.
 
Extranjera en este mundo
No comprendo su alegría,
Ni él penetra, Madre mía,
En este abismo profundo...
Este abismo de dolores,
Que con flores
Disfraza tal vez la suerte;
¡Volcán que encierra la muerte
Coronado de verdores!
 
Seres hay en este suelo
Que enigmas son de amargura
Ni el cielo les da ventura,
Ni el mundo les da consuelo.
¿Para qué fueron lanzados
¡Desgraciados!
A la existencia estos seres,
Entre risas y placeres
A padecer condenados?
 
Mas los misterios venero
Que comprender no consigo,
Y a vos ¡oh Virgen! os digo:
“Yo sufro, ruego y espero.”
Se dice que el Señor vierte
En el fuerte
Y en el soberbio su ira,
Mas con blandos ojos mira
Del desvalido la suerte.
 
¡Ay! no soy robusta encina,
Firme del cierzo a la saña,
Sino humilde y frágil caña,
Que al menor soplo se inclina.
Bajo el brazo omnipotente
Postrarse humilde, Señora;
Decidle, pues, que ya es hora
De que se extienda clemente.
 
Del árbol de mi esperanza
Secas las flores cayeron,
Y cual humo leve huyeron
Mis sueños de bienandanza:
Así, no pido alegría,
¡Virgen pía!
Ni horas de dicha serenas;
Sino paciencia en las penas
Y paz en la tumba fría.

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