Poesía Por La Noche

Catarsis

Trataba a veces de sentarse a un lado del parque, donde no hubiese mucha gente, al borde de un puente o en una banca solitaria; ver de lejos de cara al pueblo o a la ciudad y viceversa. Se entregaba a pensamientos tristes y a veces profundos, rara vez el paisaje llamaba su atención, deshojando uno por uno sus recuerdos la melancólica flor del ayer, la pobre chica pensaba que algún día iba a descubrir la causa de su mal y casi siempre sentía una exacerbada culpa una culpa larga y enajenosa.
¡Cuento tiempo llevaba sepultada en aquella ciudad! ¡Cuantos días de dolor y tristeza, de pesadillas, de fiebre, de un no sé qué! ¡Cuántas noches de insomnios interrumpidos por calambres y zumbidos inexistentes! Y ella solo ella tenía la culpa de eso. No se hubiera entregado a aquella agitada ciudad, a una vida de vicio y desorden hasta que porfin consumida se entregaba a un sueño alcohólico hasta que el aura gris pesaba tanto que tenía que despertar. Despertar por obligación para ver aquellas caras pálidas y oscuras con algunas almas convalecientes y moribundas – tal vez como la suya– sin otra distracción más que hundirse en su recuerdo y en sus propios pensamientos, muscullarse el alma en preguntas, la malhumorada y enferma pensaba.
¿De donde había salido ella tan desordenada y mansa? Viniendo de un lugar tranquilo donde nadie sufre por las angustiosas desesperanzas del ayer, solo del mañana en un ¿que vamos a hacer? Risas y carcajadas. ¿De donde había salido este personaje tan caótico y pacifico? Su contemplación por las cosas eran castas y mudas. Pronto sus pocas convicciones se fueron apagando como los cigarrillos que se fumaba a diario  sus cortos días de estudio solitario le eran una urgencia pero la necesidad de saber si era la única con aquellos pensamientos le eran atentos, erráticos los necesitaba tanto como el aire. Pronto quiso ser un animal social aquellos que se involucran y hablan de trivialidad o de arte, sin duda eran sus instantes de flaqueza el animal social que llevamos por dentro  pero su admiración por los demás no era puramente estética había que configurarse y no queriendo confesarse a sí mismo tenía breves y raros intervalos de desfallecimiento en una descarga de extasis que prevenia una muerte súbita al terminar. Una tarde ella en vez de ir al ordinario parque, a la misma banca, al mismo puente se fue hacia un tumulto de gente, amigos que querían pasar el rato en un bar, se sentó en una mesa, pidió una cerveza y vio a una mujer de ojos cautivos pero muy expertos, sonrisa sensata pero a la vez bulliciosa. Ella vio un comienzo, el mismo drama lúgubre la misma dolencia implacable había llegado hasta la mujer símbolo de su ideal. Mientras le miraba pareció desvanecerse todo humo de tristeza un júbilo desenfrenado venía ¿A que causa o motivo? Le inspiraba no un amor vulgar sino de artista sin deseo ni mancha.
El grupo de amigos se fue del lugar y ella apacible siguió al tumulto hacia su siguiente destino. Una casa pequeña pero acogedora en pleno centro de la ciudad esa ciudad que tanto le amargaba se convertiría en un centro de persecución para apaciguar su melancolía. Iba todas las noches a ver a la mujer de los lirios – así le llamaba–  vivía ahí la imaginaba un día caminando con ella de la mano en pleno centro acallando miradas y gestos de antipatía. Consiguió en un efímero instante la dirección de su trabajo, de sus amigos y todas las noches y días de manera extraña como si fuera una sombra la perseguía.

Una vez entre tantas la chica de los lirios se dio cuenta de su presencia y decidió hablarle.

—Todos los días te veo por acá eres nueva?
—Si. Respondió de manera tajante y arrogante

Pasaron días y semanas empezaron a salir, bares, museos agarradas de la mano caricias y todo lo que ella imaginaba que nunca podía pasarle. Pasó.
Siempre era una agenda pero una noche intempestivamente ella apareció en su casa, de lejos la vio agarrada de la mano de un hombre, el caos llegó de nuevo en su cabeza y a manera de epifanía mientras le embriagada el alcohol y la amargura se dio cuenta que nunca habló con la chica de los lirios  nunca se tomaron de la mano, nunca fueron al teatro ni a los bares nisiquiera una palabra se habían dicho. Sucedió que todo se lo había imaginado que las ganas de satisfacción se incubaron en aquella chica que vio una noche como la mujer ideal sucedió que la chica de los lirios jamas se dio cuenta de su presencia y que tenía a alguien acechandola. Ella enloqueció se embriagó más de lo que pudo soportar ella fue aniquilandose poco a poco en un parque cercano hasta que amaneció. La vio salir con el chico y decidió seguirlos en un taxi hasta un lago donde pretendían hacer quien sabe que cosa. Ella en el extasis de su locura decide con un cuchillo que siempre le acompañaba le da una certera puñalada en la yugular aque pobre taxista que por el destino cogió una carrera que lo iba a llevar a una muerta que no era para él. Ella revisa el carro agarra una soga y una llave para llanta y se dispone a paso seguro hacia su chica y el hombre

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