José Ángel Buesa (Cienfuegos, Cuba 1910-Santo Domingo, República Dominicana, 1982) fue un poeta romántico con un claro tono de melancolía a través de toda su obra poética, que es primordialmente elegíaca. Se le ha llamado el “poeta enamorado”. Ha sido considerado como el más popular de los poetas en la Cuba de su época. Su popularidad se debía en gran parte a la claridad y profunda sensibilidad de su obra.
Nicolás Cristóbal Guillén Batista (Camagüey, 1902 - La Habana, 1989) Poeta cubano, considerado el máximo representante de la llamada poesía negra centroamericana, y poeta nacional de la isla por su obra ligada a la cultura afrocubana. Nicolas Guillén cursó un año de derecho en La Habana, antes de abandonar la universidad y volver a su ciudad donde trabajó como tipógrafo y se dedicó al periodismo en la redacción de El Camagüeyano, en cuyas páginas inició también su actividad literaria.
José Julián Martí Pérez (La Habana, Cuba, 28 de enero de 1853 – Dos Ríos, Cuba, 19 de mayo de 1895) fue un político liberal, pensador, periodista, filósofo y poeta cubano, creador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra del 95 o Guerra Necesaria. Perteneció al movimiento literario del modernismo.
Dulce María Loynaz Muñoz (La Habana, Cuba; 10 de diciembre de 1902-Ibidem; 27 de abril de 1997) fue una escritora cubana, considerada una de las principales figuras de la literatura cubana y universal. Obtuvo el Premio Miguel de Cervantes en 1992. Publicó sus primeros poemas en La Nación, en 1920, año en que también visitó los Estados Unidos. A partir de esa fecha realizó numerosos viajes por Norteamérica y casi toda Europa, incluyendo visitas a Turquía, Siria, Libia, Palestina y Egipto. Visitó México en 1937, varios países de Sudamérica entre 1946 y 1947 y las Islas Canarias en 1947 y 1951, donde fue declarada hija adoptiva.
Carilda Oliver Labra. Poetisa cubana, Premio Nacional de Literatura (1998), nacida el 6 de julio de 1922 en la occidental provincia de Matanzas, específicamente en la capital provincial, ciudad en la que siempre ha vivido. Graduada de Derecho en la Universidad de La Habana en 1945, profesión que ha ejercido en su ciudad natal junto a su pasión por la poesía. Carilda Oliver: “He sido muy feliz siendo poeta” En el programa "Con 2 que se quieran”, 4 enero 2011. Amaury Pérez: Muy buenas noches, estamos en Con 2 que se quieran, ahora aquí en 5ta. Avenida y calle 32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala. Una noche verdaderamente especial. Durante todos estos programas que han transcurrido hasta este momento, ustedes la pidieron, ustedes la solicitaron mediante sus correos, mediante sus cartas. Es la persona que más han solicitado. Yo lo he ido apuntando y así es y aquí está. Los ojos más bellos de la literatura cubana: una mujer extraordinariamente hermosa, una escritora de excelencia. Para cualquiera es emotivo presentarla, tenerla delante. Una mujer que irradia dulzura y ternura, la eminente poetisa cubana, matancera Carilda Oliver Labra. Señora, un beso, otro beso. Muchas gracias, yo estoy abrumado por su presencia, usted ha venido de Matanzas a estar aquí con nosotros y yo no puedo menos que rendirme a sus pies y agradecérselo. Y empezaremos nuestra conversación, más que una entrevista. Usted es Premio Nacional de Literatura. La pregunta sería. ¿Llegó a tiempo el Premio Nacional de Literatura? Carilda. Claro que te voy contestar y te voy a tratar de tú. Aunque no hemos tenido mucha oportunidad de vernos personalmente, pero te he visto en escena, en televisión, y en sueños… Amaury. Ay, Dios mío… Carilda. Primero, tengo que agradecerte la invitación. Amaury. Gracias, muchas gracias. Carilda. Después, todas esas cosas lindísimas que has dicho y en el transcurso del programa creo que se podrá ir haciendo presente esa admiración que es mutua. Amaury. Ah, muchas gracias. Carilda. Y que hoy para que no parezca esto una asociación de bombos recíprocos no te puedo hablar de tu música ni de tus interpretaciones. Yo creo que tú eres un poeta, lo de músico, ¡figúrate!, pero bueno, vamos a pasar a responder tu pregunta. Que si llegó, si tomó mucho tiempo… eso, en cierto modo, pues no es descorazonador, diríamos, no, no me angustió. Fui candidata 9 veces, o sea, 9 años seguidos, al Premio Nacional de Literatura que es, como todo el mundo sabe, el premio más importante en la carrera de un escritor. Fueron escogiendo los mejores escritores de Cuba, no puedo decir otra cosa, pero bueno, mi turno no llegaba y yo pensaba: bueno, es que yo no soy tan buena, yo no soy tan buena. Además, yo había tenido mis problemas, había estado fuera de las editoriales mucho tiempo, y decía: esto puede ser que influencie, era un tribunal, parece que compasivo, digo yo, también, a lo mejor no era tan justo, pero dirían: esta pobre mujer lleva 9 años esperando seguramente. No, yo ya no esperaba. Amaury. ¿No esperaba nada? Carilda. Cuando me lo dieron, que me llamaron por teléfono para decírmelo. Dije: Esto es una broma, esto es una broma. ¡Pero era verdad! Amaury. ¡Pero era verdad!, ¿y lo disfrutó? Carilda. ¡Ay, cómo no! Lo disfruté muchísimo, lo estoy disfrutando todavía. Sí, sí, porque eso, claro, es un compromiso, es un compromiso histórico y algo que nos obliga a tratar de ser mejores y ya va siendo imposible porque la vida…, con sus añitos… es posible que nos esté haciendo daño. Desde luego, nosotros no nos damos cuenta. Esto es una coquetería, esto es una coquetería. Amaury. Téngala conmigo porque la está teniendo con los televidentes nada más. La veo que mira para la cámara y para la cámara, tiene que hablarme a mí, porque me estoy poniendo celoso. Carilda. Yo coqueteo con los televidentes… (risas) Amaury. (risas) Yo estoy celoso, me estoy poniendo celoso de la cámara. Carilda. No esté celoso, porque más celoso estará mi marido. (risas) Amaury. Ah, sí, seguramente. (risas) Carilda. Y ten cuidado no se cele de ti porque es karateca. (risas) Amaury. ¡No. no, no! Además él sabe que usted es un amor antiguo mío, pero somos amigos, usted lo sabe, Raydel y yo somos amigos, así que no se va a poner celoso conmigo. Ahora, ¿Usted escogió el camino de la poesía, Carilda, o la poesía la escogió a usted? Carilda. Bueno, yo creo que sería presumir mucho por parte mía si digo que yo fui escogida por la poesía. Es presumir mucho. Lo que pasa que de ella no me he podido escapar. He sido muy feliz siendo poeta. No hubiera querido ser nada más. Amo mucho la música, la plástica. He intentado y hasta me he graduado de pintura, pero realmente… el ballet, bueno, el teatro, todas las artes, pero, sinceramente, nací poeta. Y quiero decirlo, porque cuando yo tenía tres o cuatro años, que mi mamá me cantaba canciones, ella me contó mucho tiempo después, que yo le modificaba las canciones. Amaury. ¿Ah, sí? Carilda. La letra. Amaury. La letra, claro. Carilda. Entonces ella dijo: esta niña va a ser poeta y parece que resultó. Claro, la poesía es muy difícil y me parece a mí, que aparte del don que se pueda traer, hay que estudiar y tiene mucho que ver con la técnica y con la inspiración. Amaury. Ahí vamos, porque hay gente que dice que no hace falta… que la inspiración no existe. Carilda. ¡Pero imagínate!, si no existiera la inspiración, si fuera una cosa de aprender lo que es un endecasílabo, lo que es una cesura, lo que es un hemistiquio, lo que es un soneto, lo que es un verso libre, pues sería, vaya, un objetivo de cualquier persona. Amaury. Cualquier persona se aprende la técnica y ya es poeta. Carilda. Claro y yo creo que…, claro, se pueden hacer versos, pero una cosa es un verso y otra cosa es la poesía, ¿eh?. El verso es la línea, el fondo, la forma, diría, la forma. Pero tú puedes aprender…, bueno, vamos a hacer octosílabos. Me voy a leer a Martí, que era magnífico poeta y que además en los octosílabos, sí, era un príncipe y ya, voy cogiendo esa música, que la rima y el ritmo, pero si se te fue la chispa, que es el fuego, es más que el fuego, la luz del verso, no puedes hacer poesía. Bueno, no es una lección, es una idea muy humilde. Amaury. Bueno, es humilde pero está viniendo de Carilda Oliver. No me lo está diciendo cualquiera. Carilda. Además, no creo que sea una idea mía, yo creo que todos los que escribimos sabemos. Hay veces que uno hace cosas que rompen. Que las miras después y en todo…, uno puede escribir un poema breve de cinco o seis o siete versos y tener un solo verso, y si merece la pena lo dejamos porque es imposible que, por ejemplo, en un soneto, los catorce versos sean buenos. Ahora, me preguntaba Gabriela Mistral. ¡Ay, bueno, es una anécdota…! Perdóname que te la haga. Amaury. No, ¡pero qué bueno que me la hace! Por favor. Carilda. Bueno, el día que tuve la dicha de conocerla, porque fue tan generosa Dulce María Loynaz, nuestra enorme, inmensa, inolvidable Dulce María, que me invitó a su casa, la primera vez que fui, porque estaba allí Gabriela. Y entonces Gabriela, después que leyó unos sonetos míos, me dice: con una modestia, que es digna de mencionar. No por lo que entraña el elogio que me hizo, sino por la forma en que ella asumió el conocimiento de una muchacha, como ella llamaba “del campo”, una niña del campo, porque yo era matancera y Dulce María era capitalina y además una mujer que había viajado y yo no había salido de Tirry 81 (calle y número de la casa de Carilda en Matanzas). Amaury. De Calzada de Tirry 81. Carilda. Fue después que he viajado y he tenido otras oportunidades, pero bueno, Tirry 81, para mí, es el planeta. Entonces, ¿qué pasa?, que ella me dice: ¿Y cómo cierra tan bien los sonetos? porque en el último verso a mí siempre se me va la fuerza, palabra textuales de Gabriela, y luego paso mucho trabajo y a fin de cuentas lo dejo así, ¿pero cómo tú lo cierras tan bien? y entonces yo le dije: A mí, casi siempre, los sonetos me suceden en los momentos menos oportunos. Estoy sentada en el cine viendo una película, y me viene un solo verso y me levanto y voy para mi casa a escribir, porque después se me olvida. Es así, eso va en aumento, porque la inspiración es como que se consolida en determinado momento, ya es como una efervescencia, como una llama que crece, que crece y que luego no se vuelve humo, sino se vuelve luz. Y ese verso de la luz, a veces, aparece en el segundo terceto, en el último, o aparece en el primer cuarteto, en cualquier parte, pero uno tiene que darse cuenta y dice: este es el final y lo pone al final y después empieza la rima de abajo para arriba. Amaury. Nunca había oído que nadie empezara un soneto de abajo para arriba. Carilda. Sí, pero eso es una técnica, que yo no sé si yo la descubrí, yo creo que no, pero es un recurso, es un apoyo, y ahí está el soneto a mi madre. Búscalo. Amaury. ¡A claro, claro! Aquí, este soneto, por ejemplo. (Amaury le acerca el soneto Madre mía que estás en una carta, escrito por Carilda) Carilda. No lo vamos a leer todo completo. Amaury. ¡Léalo completo!. Carilda. Ah, ¿completo? Amaury. Completo. Carilda. Y entonces ustedes verán que el último verso, que no lo voy a decir ahora, es realmente el cierre, pero es que ese fue el primero que yo escribí y no lo puse arriba porque echaba a perder el soneto. Amaury. ¡Qué bárbaro! Carilda. ¿Comprende? él se llama: “Madre mía que estás en una carta”. Madre mía que estás en una carta Y en un regaño antiguo que no encuentro. Quédate para siempre aquí en el centro de la rosa total que no se aparta. Madre mía que estás tan lejos Harta de la nieve y la bruma, Espera que entro a ponerte a vivir con el sol dentro Madre mía que estás en una carta. Puedes darle al misterio alguna cita, Convenir con las sombras hechiceras. Puede ser una piedra que se quita O secarte ahora mismo las ojeras, pero acuérdate madre de tu hijita, ¡No te atrevas a todo, no te mueras! Amaury. ¡Madre santa, es que eso es un poema! ¿Cuán duro fue, ya que me leyó esto, el exilio de sus padres, para usted, que decidió quedarse? Carilda. Bueno, imagínate si fue duro el exilio, que yo los acompañé al aeropuerto y en el momento que el avión despegó, yo me quedé sin habla y sin oír. Y recuperé el habla a las pocas horas y todavía me falta por recuperar, que ya es imposible, de eso hace muchos años, el oído derecho. Yo oigo solo de este oído, del izquierdo, que lo recuperé después, de la impresión. Eso fue muy duro, pero la decisión la tomé sin dame cuenta. Desde que empezaron con el asunto de los pasaportes y tengo que significar que ninguno de los dos era desafecto a la Revolución. Pero se iban en pos de hijos y en pos de nietos. Amaury. Claro. Carilda. Mi papá era abogado y quería sacarme el pasaporte como para embullarme, pero sin decírmelo, siempre me respetaron mucho mi opinión, ni siquiera hicieron presión. Y, era muy triste, porque imagínese, ellos se iban…, aparte del amor, de la compañía, yo estaba en aquel momento sola, no tenía a nadie. Pero yo soy una palma que nací aquí y aquí tengo la raíz y no me podía, de ningún modo cortar las raíces, me quedé, eso fue todo. Amaury. Bueno, ya no sé ni cómo hacer las preguntas. La gente tiene una imagen, la imagen que se quiere crear de Carilda. Pero evidentemente hay una Carilda imaginada y hay una Carilda real. Hay una oculta, la que habita en Tirry 81, la que tiene una familia, la que tiene hace veinte años un compañero, un matrimonio, su esposo. Y hay una que es la que la gente quiere fantasear, que es la que acusan de… los términos son feos, pero la Carilda que dicen que es libertina (Carilda ríe), que cuando uno se pone a buscar los sinónimos de libertina… Y yo, yo puedo dar fe en televisión de que usted es una dama, de que usted es una señora. Carilda. Gracias, gracias. Bueno, eso es hasta simpático, no me ha traumatizado, aunque desde luego, en cierto modo ha tergiversado la personalidad literaria de uno. A mí no me afecta desde el punto de vista personal. A mí…, Carilda, es así, es asao… generalmente los artistas arrastramos una serie de comentarios, que son muy convenientes porque así hablan de nosotros, buscan las poesías, y se venden los libros y entonces uno puede hacer una carrera, pudiéramos decir, vamos a llamarle así a esto de ser poeta, que no es ninguna carrera. Ser poeta es una cosa muy difícil, cuando uno, bueno, quiere serlo de verdad. Entonces ¿qué pasa?, que yo, figúrate, muy jovencita escribí el tal “Me desordeno…” y la gente siguió desordenándose por su cuenta (risas), pero me han echado la culpa a mí de todo. La cantidad de hombres que me han dicho a mí y de mujeres: Ay, le agradezco su Me desordeno, porque con esa poesía yo he enamorado y he hecho, y qué sé yo. Y a mí me da risa, porque esa poesía es hasta inocente, es inocente incluso esa parte que dice: “Cuando quiero besarte arrodillada“, esa parte, la gente le da unas explicaciones… que bueno, no lo voy a decir aquí porque estamos en la televisión (risas), pero los televidentes ya saben de lo que estoy hablando. Entonces…, me van a tachar todo esto… (risas) Amaury. (risas) No le vamos a tachar nada. Carilda. ¿Qué dirá el ICRT? (risas) Amaury. No, no, nada, el ICRT es muy comprensivo con este programa. (risas) Carilda. Ay, perdónenme, pero yo, bueno, soy un poco irreverente, pero buena muchacha. (risas) Lo de muchacha es peor que lo de irreverente (risas). Amaury. (risas) ¡Señora, señora, señora! Carilda. Bueno, chico, pero me estoy divirtiendo un poco. (risas) Amaury. Claro que sí, diviértase. Carilda. En estos programas hay que reírse también. Amaury. Claro, no se puede ser tan grave… Carilda. A veces tenemos que llorar por cosas…, que tampoco debiéramos llorar… Amaury. No, pero si yo lo que la quiero es ver divertida. ¿Cómo llorando? No, yo no quiero verla llorando. Carilda. Estoy divertida, pero es culpa tuya, porque yo no sé qué vueltas me has dado, que mira dónde me has puesto (risas), porque yo no iba a venir a ningún programa. Bueno, entonces me atreví a celebrar las piernas de los hombres, de un hombre. Amaury. De uno, claro, no de los hombres. Carilda. En uno están todos los demás. Entonces la boca, los ojos, vaya, decirles piropos a los hombres. Porque siempre eran a las mujeres y bueno, pues yo rompí con eso, porque yo no veo nada en eso de extraordinario, ni de cosas subversivas, irreverentes, que estoy faltando el respeto, porque piensan que estoy hablando de una cosa carnal. Y el amor es espiritual y carnal y tiene que integrarse de las dos cosas, porque si no realmente no responde a la verdadera esencia del amor. Y bueno, todas esas cosas empezaron a traerme, aparte de algunas cosas de la vida de uno, que se han ido deformando y se han exagerado cosas y pasiones. Han inventado cosas con Hemingway, que no pasó nada en lo absoluto, ese era un hombre muy caballeroso, que me dio un elogio, un piropo delante de periodistas y eso empezó a dar vueltas, es un ejemplo que pongo. Y bueno, a cada rato pues a la gente le ha parecido muy natural que yo tenga romances de acuerdo con los versos que he escrito y esos versos están escritos para mis esposos, para las personas que yo he amado y que me han amado. Mi vida ¡figúrate!, en la Ciudad de Matanzas, que es una ciudad como todo el mundo sabe, como todas las provincias de Cuba. Yo allí salía sola con mi novio, cosa que la gente no hacía, mi familia me lo permitía. Estoy hablando de los años 50. Mi primer matrimonio data del 52. Íbamos a sentarnos en el parque…, allí lo más que hacíamos era cogernos las manos. El primer noviazgo mío eran dos días a la semana por la noche, dos horas, y mi mamá sentada cerca, que uno no se podía dar ni un beso porque, ¡imagínate!, ella, cuando ya el novio se iba, se paraba a la mitad del zaguán y ya. Esas cosas de la época…, que ahora los jóvenes disfrutan de otra libertad que ¡bienvenida sea!, porque creo que todo aquello era… Mi mamá era de una educación española. Mis abuelos eran españoles, por parte de madre, pero siempre mi madre, a pesar de haberse educado en aquel sitio, me respetaba, me veía como…, ella decía que no se podía interferir en la vida de los hijos hasta el extremo de querer dirigirlos en todo, que había que dejarles que respiraran el aire de la libertad, que ella no lo había tenido de niña, que siempre estaba con la religión a cuestas. Y, fíjate que todo eso no juega con que después yo escribiera determinados versos, pero a lo mejor era aquel hálito que había en mi casa de respeto lo que me hizo soltarme como un pájaro y volar. Amaury. Y no como un papalote donde hay una cuerda. Porque el papalote parece que está libre, pero hay una cuerda que lo ata. Carilda. Exacto, perfecta la imagen, perfecta la imagen. No sé si te contesté. Amaury. Sí, claro que me contestó. No, me contestó, y de más, qué maravilla. Carilda. Me he casado tres veces. Estuve muchos años sin compañía. Luego llegó un muchacho joven a mi vida, demasiado joven. Toda la ciudad se escandalizó y yo diría que toda Cuba, cuando él empezó a visitarme. Él estuvo como dos años detrás de mí y yo me acuerdo que el primer día que lo vi, lo vi a través de la mirilla de la puerta. Esto no viene al caso, pero bueno. (risas) Amaury. ¡No, cómo no!, sí viene al caso, claro, porque yo voy a leer ahora una cosa que él me mandó. Carilda. ¿Ah, sí? Amaury. Así que sí viene al caso, aquí todo viene al caso y, viniendo de usted, más al caso. Carilda. Bueno, pues entonces yo lo veía por la mirilla de la puerta. Él tenía el pelo largo -¡imagínese! que andaba por los veinte años y yo andaba por… vamos a no hablar de eso. Amaury. No lo diga, no lo diga. Carilda. Yo decía: Este es otro de esos muchachos que vienen a leer versos y a enamorarla a una, porque yo tenía una casa y vivía sola en la casa ¿comprende?, y sabe cómo son las cosas, como había tanta diferencia de edad, yo siempre pensaba… y eso es cosa de malicia también del pueblo. Amaury. Claro. Carilda. Que no nos perdonaron cuando empezamos el romance y cuando nos casamos. Siempre creyeron que él venía por la casa y porque ya yo tenía cierto nombre, y que él era un muchacho joven que empezaba. Pero yo me enamoré de aquel muchacho por muchas cosas. La primera porque la soledad es una cosa terrible, llevaba años viuda…, con mis gatos. Amaury. Con sus gatos, ¡qué maravilla! Carilda. Mis gatos que han sido mis nenés, mis niñitos, mis compañeros. Bueno, y ahí me conoció él, que yo no tenía ni un centavo y él tenía una casa magnífica donde vivir, había huido del campo porque quería estudiar y esa es la historia de ese joven. Amaury. Claro, él me manda hoy, porque no pudo venir al programa por asuntos personales vinculados con su mamá. Él me manda una carta que no voy a leer completamente porque es una carta privada, pero hay una parte que sí quiero compartir con Carilda, que no la conoce. Carilda. No. Amaury. Y con ustedes. Él me dice, bueno, empieza con “Mi muy admirado Amaury”, muy cariñoso. “Lamento profundamente no asistir a este encuentro con nuestra Carilda. Pero me ha resultado imposible” (y ahí me explica por qué). Pero después dice: “Gracias Amaury por llevarte contigo, en esta feliz ocasión, a una mujer que ya no se puede amar desde un solo cuerpo, que se ha hecho menos mía para volverse propiedad de un pueblo que ha encontrado en su voz la suya propia, prohijada por un deseo interminable de amor y de vida.” Y después me señala: “Hay muchas personas que tal vez contemplen nuestra pareja como un sacrilegio porque nos hemos atrevido a unir nuestras dos juventudes en un matrimonio que ya casi cumple dos decenios.” Y es lo que usted ahora ha estado aclarando y eso es lo que me manda a decir. Carilda. ¡Qué casualidad! Amaury. Ahora, él toca aquí un punto, fíjese que yo no lo tenía ni anotado… pero él toca un punto donde dice, hablando de usted y, ahora entonces vamos a hablar de este tema que él toca aquí. “Carilda ha tenido fe en la justicia, en el amor de su gente y en el triunfo de la verdad. Por ello en mi opinión creo que durante aquellos casi veinte años de silencio en su amada Patria, no supo en la soledad ser infeliz.” ¿Por qué usted cree que hubo tanto tiempo sin que a usted la consideraran lo que siempre ha sido? Una cubana fiel, digna y amante de su Patria. Carilda. Bueno, hay cosas que realmente ni el tiempo ha podido aclarar. Porque la verdad, sí, yo siempre creí que todo pasaría y así fue, todo pasó. Yo había escrito, inclusive, un Canto a Fidel cuando estaba en la Sierra (Maestra) porque yo había conocido a Fidel en la Universidad. Ya yo terminando en la Universidad, Derecho, él empezaba y, naturalmente, al ver que estaba en la Sierra -y esa historia no la voy a hacer porque es larga y ya se ha publicado- Me emocionó mucho aquel compañero de la adolescencia, que alentaba una Revolución que era una esperanza. Amaury. Un símbolo. Carilda. Y así, bueno, entonces ¿qué sucede? La Revolución realmente triunfó, pero inmediatamente, casi, a mí me dejaron cesante de mi trabajo. ¿Por qué? porque yo trabajaba en la Alcaldía de Matanzas. Porque las revoluciones son convulsas y cuando comienzan, como en este caso, hay un problema: Que hay mucha gente que se sube al carro de la Revolución sin haber estado en esa Revolución. Y a mí me parece que los intermediarios fueron, no en este caso, pero en muchos casos, fueron responsables de las injusticias y de las cosas que pasaron. Yo tuve la suerte de que no me quedé completamente cesante y esto es muy bueno decirlo, porque siempre hay alguien que esclarece, que salva, que es un abogado, que hoy es muy notable y es uno de los defensores de los Cinco Héroes, que es el doctor Rodolfo Dávalos. Amaury. Una eminencia, el doctor Dávalos es una eminencia. Carilda. Una eminencia, jurista y él me dijo: no, no importa, tú eres abogada y tú no has cometido delitos… Además, tú tienes ese Canto a Fidel. Él es poeta, pero de esos silenciosos, que no publican. Amaury. Sí, que no quiere publicar. Carilda. Tremendo escritor ¿eh?. Y entonces, bueno, entré en aquel bufete colectivo y fui muy feliz en ese bufete, porque allí se pudo hacer mucha justicia y muchas cosas y no se habló de nada. Pero el veto empezó a pesar de estar yo en el bufete. Amaury. ¿Y no se le publicaba entonces, nada? Carilda. Esto es bueno que se sepa, ¡qué me van a publicar! Pasaron muchas cosas. Amaury. ¿Y cuándo termina el veto? Carilda. Eso termina un día, un buen día, un magnífico día, estoy nombrando personas porque estoy hablando verdades. Amaury. Claro, claro. Carilda. No me gusta hacer anonimatos, y fulano, y que esto. Bueno y además, estoy muy agradecida al doctor Armando Hart. Amaury. Un hombre de la cultura y un hombre justiciero. Carilda. Se apareció en Matanzas un día, a averiguar qué pasaba conmigo, porque él no entendía nada. Amaury. Pero usted nunca abandonó ninguna Revolución ¿qué Revolución abandonó usted? Carilda. ¿Pero qué abandono?, ¡pero si no me exilé con toda mi familia y seguí en mi Tirry 81 pasando calamidades! Yo he comido sopas de yerbas y todas esas cosas. Yo tuve que arrancar las puertas grandes de Tirry 81, que están detrás de las ventanas, para un pobre guajiro que vino, bueno, no era pobre porque tenía más dinero que yo, y me compró las puertas y con eso comí como seis meses. ¡Ay, pero no soy ninguna víctima! Amaury. ¡Claro que no!. Carilda. No, no, no. Amaury. ¡Y con esos ojos!. Carilda. Muy dichosa. Muy dichosa, porque escribí más poesía que nunca. Escribe y escribe y escribe y feliz, feliz. Amaury. Bueno, aquí están sobre la mesa sus libros… Carilda trajo sus libros. Yo me he quedado frío. Carilda. Tengo 43 libros. Claro, entre ediciones, reediciones y cosas en el extranjero. En España tengo cinco libros. Amaury. Ahora, yo quiero de todas maneras, porque cuando hablamos por teléfono el otro día… Carilda. Sí. Amaury. …Hablamos mucho, hablamos más por teléfono que lo que vamos a hablar en la entrevista. Y pasó una cosa bien curiosa, porque yo le dije que a mí me encantaba este soneto, de Sonetos a mi padre, el cuarto soneto. Carilda. Ah, sí. Amaury. Y usted de pronto me dijo: qué casualidad, era el que le gustaba a ¡Eliseo Diego! Carilda. Sí, así mismo es. Amaury. Léame, por favor, ese soneto. Carilda. ¿El último? Amaury. Ese soneto, el último, yo se lo escogí. Carilda. Este es el Cuarto Soneto de la colección, pero cuatro son demasiado. Tu sillón de dentista ¿dónde está? Tu violín de estudiante, ¿cómo suena? Enterrabas centavos en la arena Y otros nombres ponías a mamá. Guardo todas tus cartas y retratos En mis sueños tu próstata se cura, Por el fondo del patio y la ternura Se encaminan tus últimos zapatos. Quiero verte salir en un postigo, ¡Ven fantasma, ven ángel oportuno! Ya no sé lo que hago, lo que digo, Porque quiero beber el desayuno, Con mi padre, mi sabio, mi mendigo En Calzada de Tirry 81. Amaury. ¡Es que es algo…, es precioso ese soneto! y se ve que a usted le afecta, todavía le afecta. No sé ni para qué lo traje. Fíjese qué rápido vamos a hablar de otro tema. A ver si usted me quiere decir este secreto. En este libro (Amaury le muestra un libro) hay una carta, están sus prosas, aparte que hay una foto aquí tremenda, la foto de la portada, con el pelo corto. Carilda. Está agotado ese libro. Amaury. Ese libro está agotado, ah, bueno. Pero ya uno va teniendo cosas que están agotadas, uno se va quedando con ellas. Pero hay un momento, donde hay varias cartas. Usted no quiere, ya me lo dijo por teléfono, hablar de a quién le había hecho las cartas y yo, por supuesto, respeto eso, pero no puedo privar al televidente de esa Carilda irónica que aparece aquí en un momento de esta carta. Carilda. ¡Ah!, va a leer esa, ¡vale!. Amaury. En un momento de esta carta yo por poquito me…, yo me arrastré cuando la leí la primera vez -carta número 4 se llama-, Te escribo por recomendación de este papel amarillo que vi sobre la mesa y para que me perdones el incumplimiento de la amenaza: El director tropieza con todos los sueños, así que dispuso sin mi permiso, que trabajara hoy de noche. Como te encantan las sorpresas, estarás muy contento de ver a otra mujer y no a la que pronosticó el telegrama. Pues bien, deseo con todos los humores negros de mi venganza, que solo caiga en tus brazos una soprano calva de 190 libras. No vamos a hablar de a quién se la hizo, pero vamos a hablar de esa Carilda maldita, esa Carilda, que vaya, es que no… “Lo que deseo es que caiga en tus brazos una soprano calva de 190 libras“. (risas) Carilda. (risas) Ay, son cosas de la juventud. Amaury. Ahora, ¿cómo fue aquello del tren que viene de Santiago, pasa por Matanzas y una persona que la amaba le ponía mensajes en el tren? ¿Qué cosa es eso, Carilda? Carilda. Ay, pero mira lo que estás sacando hoy. Óyeme, pero ¿cuántos cuentos te han hecho? Qué cosas… Amaury. Pero es que eso es tan bello. Carilda. Bueno, es verdad, es una cosa de…, y estoy hablando del año 50, porque fue el año, lo recuerdo perfectamente, en que salió Al sur de mi garganta. Al sur… nace en el 49, pero se lleva el Premio Nacional de Poesía del 50. Y entonces él es un poeta, por cierto, un poeta muy singular, porque es que tenía muchos oficios y era matemático, era graduado de La Sorbona, de Yale, yo no sé de cuántos lugares. Era un hombre muy talentoso que apareció en Cuba. Y como él quería enamorarse, porque él quería enamorarse de algún modo de alguna cubana, y sobre todo que fuera un amor imposible, digo yo, porque hizo todo lo posible. Yo tenía mi novio, yo era novia de Hugo Ania que era un noviazgo reciente y que después nos casamos. Y entonces, pues… No voy a contar lo que pasó en el medio, porque hubo problemas muy serios. Amaury. No, no. Carilda. Esa es la mitología con que el pueblo cubano me ha adornado a mí, porque ese mito es un adorno. Amaury. Claro. Carilda. La gente quiere que yo sea como me han inventado. Amaury. Exactamente. Carilda. Y realmente yo soy una señora muy respetable, ¡Ay!, ¿qué dije? (se tapa la boca) Amaury. No, sí lo es. Sí, Carilda, sí lo es. Carilda. No, pero es que todo el mundo se va a disgustar. Amaury. No, nadie se va a disgustar. Carilda. ¿Tú crees que no? Amaury. No, nadie se va a disgustar. La gente va a seguir con la mitología que quiera crearse sobre usted. Pero es bueno que de una vez se diga, que lo importante de usted, aparte de su belleza, aparte de su talento, de su simpatía, es su gran obra poética, que es lo que la va a trascender. Y la mitología que la gente se crea sobre los artistas, esa se va a quedar en el camino y lo que va a quedar al final, son estos poemas, son estos libros, eso es lo que va… Carilda. …Ay, Amaury. ¡Qué generoso eres! Amaury. No, generoso no, soy justo con usted. Carilda. Te quiero. Amaury. Carilda ¿Y entonces lo del tren? ¿El tren salía de dónde? Carilda. Él tren venía de Santiago y llegaba a La Habana, aquí, pero claro, pasaba por Matanzas. Y entonces, este escritor, uruguayo, me escribía, después que se fue de Matanzas, me escribía desde allá. Pero él quería que llegaran las cosas tan pronto que iba al último vagón del tren. Ya me lo había advertido por teléfono: por la mañana me decía: Carilda, ahora voy a escribirte un mensaje en la pared del vagón último del tren, bueno, yo iba por la noche cuando llegaba el tren a Matanzas a ver aquello, a leer aquello. ¡Qué lindas cosas escribía! Amaury. Por eso ahí empiezan las historias. Carilda. Y ahí empiezan las historias de Carilda ¿comprende? Amaury. Claro Carilda. Que después de todo son historias muy lindas y no hay por qué renunciar a ellas. Amaury. Pero mire, yo le voy a decir algo. El pueblo cubano, el lector cubano y más que el lector cubano, incluso, el que no la ha leído -que se está perdiendo una de las maravillas del mundo- la quiere a usted, usted es amada. Usted es amada por todo el mundo. Carilda. No, porque amo, porque amo al pueblo. Amaury. Claro, porque eso va y viene, eso es un efecto de ida y vuelta. Ahora, yo quiero, Carilda, porque ya el programa lo estamos terminando. Mire, usted me trajo hoy de regalo la última edición de Al sur de mi garganta, es esta. Carilda. 60 años cumplió el año pasado. Amaury. Con una dedicatoria que es para mi corazón, yo no voy a leer lo que dice, que es muy emocionante y ya yo tengo hace rato los ojos aguados. Pero es que yo traje para que Carilda me firmara… Carilda. …¡Ay, chico!… Amaury. …La edición Príncipe… Carilda. …Eso me emocionó… Amaury. …De Al sur de mi garganta... Carilda. Porque nadie la tiene, porque se hicieron 300 ejemplares. Imagínense, en el año 49. Amaury. Claro, del 49 y esto se lo regala a mi tío Raúl y por supuesto a mi tía María Luisa también, Pascualito, un amigo, el 11 de marzo de 1950. Y aquí está con las ilustraciones. ¿Cuántos libros se hicieron de esta edición? Carilda. 300 nada más. Esto lo pagó mi padre. Entonces no había editoriales. Amaury. ¡Fíjese que es propiedad del autor!. Carilda. Y tuve la suerte de que con ese librito gané el premio. Amaury. Entonces usted me va a hacer el favor de poner su nombre aquí. Y después, porque estamos en televisión, me pone una cosita más, porque eso es un tesoro de la biblioteca nuestra, de mi esposa y mía. Un programa bien emotivo y bien difícil. Esto no se puede creer. Carilda. Es que tú no habías nacido cuando el libro se publicó. Amaury. ¡Claro que no había nacido!. Carilda. Ah, imagínate. Amaury. Pero ya había nacido usted, había nacido su poesía y a lo mejor, quién sabe si yo nací de algún poema de estos. Entonces, ahora va a terminar el programa usted. Yo antes le voy a agradecer su gentileza, su viaje, el suyo y el de sus compañeros que la han traído. Ha sido un programa muy especial. Es además el programa con el que estamos comenzando este año 2011, es el primer programa de enero de 2011. Todavía hay una grata temperatura afuera, hemos acabado de pasar las Navidades…, yo quiero que usted me lea este poema que es uno de los poemas que más me gusta suyo, y que de esa manera despida el programa y le agradezco señora, su poesía, su talante, su genio, su gentileza, su belleza. Su amor a Cuba, su amor a la Patria. Carilda. Gracias, la agradecida soy yo. Gracias. Adiós locura de mis treinta años, Besado en julio bajo luna llena, Al tiempo de la herida y la azucena Adiós mi venda de taparme daños. Adiós mi excusa, mi desorden bello, mi alarma tierna, mi ignorante fruta Estrella transitoria que se enluta, Esperanza de todo por mi cuello. Adiós muchacho de la cita corta, Adiós pequeña ayuda de mi aorta, Tristísimo juguete violentado Adiós verde placer, falso delito Adiós sin una queja, sin un grito Adiós mi sueño nunca abandonado. Amaury. Gracias, Carilda, muchas gracias por existir. Nos veremos pronto. Carilda. Gracias. Petí arregla el vestido de la poeta y Solís verifica que el micrófono permita escuchar con nitidez la voz de Carilda. El programa está por comenzar. Referencias Cuba Debate - www.cubadebate.cu/noticias/2011/01/04/carilda-oliver-he-sido-muy-feliz-siendo-poeta/ BIOGRAFÍA Su primer libro, "Preludio Lírico", fue publicado en Matanzas en 1943. En esta selección de poemas escritos entre 1939 y 1942, ya se hacen presentes: -El amor, con sus devanes, inquietudes, zozobras, desalientos, aciertos, quizás con una pluma inexperta que no sabía dominar emociones e impregnada del entorno un tanto melodramático que a muchos atacaba; -La familia, la abuela, la madre y el padre presentes en un cuadro que no desaparecerá nunca de su obra. Después de obtener el Segundo Lugar en el Concurso Internacional de Poesía, organizado por la National Broadcasting Co. de Nueva York, Estados Unidos, publica en 1949 "Al sur de mi garganta", libro con el que ganó el Premio Nacional de Poesía, al mismo tiempo que trabaja en la biblioteca Gener y del Monte, es declarada Hija Eminente de la Atenas de Cuba. En esa misma temporada culmina sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas de Matanzas que la acreditan como profesora de Dibujo, Pintura y Escultura y contrajo nupcias con el abogado y poeta Hugo Ania Mercier, de quien se divorciaría en 1955 tras una relación turbulenta. Tuvo otros 2 matrimonios: Félix Pons, cuya muerte la inspiró para su libro "Se me ha perdido un hombre" y finalmente Raidel Hernández, muy joven, con quien comparte ahora su vida. Se le reconoce una intensa labor como profesora en escuelas de su natal Matanzas, ligando a su amor por el magisterio su trabajo como abogada y su pasión por la poesía. Hasta la actualidad cuenta con 43 publicaciones que incluyen prosa y poesía, más varios premios y reconocimientos. Poemas suyos han sido traducidos al inglés, francés, italiano, ruso, búlgaro, rumano y vietnamita. Desde 1980 funciona en Madrid una Tertulia Poética que lleva su nombre y que, además, convoca anualmente a un Premio Internacional de Poesía. Aunque su obra transmite muchas veces dolor, añoranza o vacío, desde el "Me desordeno amor..." que hizo con tan solo 24 años, su poesía está cargada de sensualidad, desenfado, seducción, y la muestran progresista, liberal y hasta un tanto irreverente. En una ocasión comentó: "Tal vez me colgaron la etiqueta de erótica porque conocen más esa proyección mía que las otras. Es la que escogen los declamadores, la que aparece en programas radiales y aquella que se ha musicalizado y difundido casi sin yo darme cuenta." Ella misma nos da su receta de erotismo: “Hay que renunciar a traducir su misterio. Entre el erotismo y la profanación, entre lo que debe ser y lo que tiene que ser hay una línea divisoria muy fina. Nace, no se aprende”. Referencias Wikipedia - es.wikipedia.org/wiki/Carilda_Oliver Cuba Literaria - www.cubaliteraria.cu/autor/carilda_oliver/biografia.html Ecured - www.ecured.cu/index.php/Carilda_Oliver_Labra
Julián del Casal Por: José Martí Aquel nombre tan bello que al pie de los versos tristes y joyantes parecía invención romántica más que realidad, no es ya el nombre de un vivo. Aquel fino espíritu, aquel cariño medroso y tierno, aquella ideal peregrinación, aquel melancólico amor a la hermosura ausente de su tierra nativa, porque las letras sólo pueden ser enlutadas o hetairas en un país sin libertad, ya no son más que un puñado de versos, impresos en papel infeliz, como dicen que fue la vida del poeta. De la beldad vivía prendida su alma; del cristal tallado y de la levedad japonesa; del color del ajenjo y de las rosas del jardín; de mujeres de perla, con ornamentos de plata labrada; y él, como Cellini, ponía en un salero a Júpiter. Aborrecía lo falso y pomposo. Murió, de su cuerpo endeble, o del pesar de vivir, con la fantasía elegante y enamorada, en un pueblo servil y deforme. De él se puede decir que, pagado del arte, por gustar del de Francia tan de cerca, le tomó la poesía nula, y de desgano falso e innecesario, con que los orífices del verso parisiense entretuvieron estos años últimos el vacío ideal de su época transitoria. En el mundo, si se le lleva con dignidad, hay aún poesía para mucho; todo es el valor moral con que se encare y dome la injusticia aparente de la vida; mientras haya un bien que hacer, un derecho que defender, un libro sano y fuerte que leer, un rincón de monte, una mujer buena, un verdadero amigo, tendrá vigor el corazón sensible para amar y loar lo bello y ordenado de la vida, odiosa a veces por la brutal maldad con que suelen afearla la venganza y la codicia. El sello de la grandeza es ese triunfo. De Antonio Pérez es esta verdad: «Sólo los grandes estómagos digieren venenos». Por toda nuestra América era Julián del Casal muy conocido y amado, y ya se oirán los elogios y las tristezas. Y es que en América está ya en flor la gente nueva, que pide peso a la prosa y condición al verso, y quiere trabajo y realidad en la política y en la literatura. Lo hinchado cansó, y la política hueca y rudimentaria, y aquella falsa lozanía de las letras que recuerda los perros aventados del loco de Cervantes. Es como una familia en América esta generación literaria, que principió por el rebusco imitado, y está ya en la elegancia suelta y concisa, y en la expresión artística y sincera, breve y tallada, del sentimiento personal y del juicio criollo y directo. El verso, para estos trabajadores, ha de ir sonando y volando. El verso, hijo de la emoción, ha de ser fino y profundo, como una nota de arpa. No se ha de decir lo raro, sino el instante raro de la emoción noble o graciosa.-Y ese verso, con aplauso y cariño de los americanos, era el que trabajaba Julián del Casal. Y luego, había otra razón para que lo amasen; y fue la poesía doliente y caprichosa que le vino de Francia con la rima excelsa, paró por ser en él la expresión natural del poco apego que artista tan delicado había de sentir por aquel país de sus entrañas, donde la conciencia oculta o confesa de la general humillación trae a todo el mundo como acorralado, o como antifaz, sin gusto ni poder para la franqueza y las gracias del alma. La poesía vive de honra. Murió el pobre poeta, y no lo llegamos a conocer. ¡Así vamos todos, en esa pobre tierra nuestra, partidos en dos, con nuestras energías regadas por el mundo, viviendo sin persona en los pueblos ajenos, y con la persona extraña sentada en los sillones de nuestro pueblo propio !Nos agriamos en vez de amarnos. Nos encelamos en vez de abrir vía juntos. Nos queremos como por entre las rejas de una prisión. ¡En verdad que es tiempo de acabar! Ya Julián del Casal acabó, joven y triste. Quedan sus versos. La América lo quiere, por fino y por sincero. Las mujeres lo lloran. Julián del Casal, florece en la estación de mayo Por: Juanita Conejero Nació en Cuba y desde aquel día 7 de noviembre de 1863, cual difícil le fue andar, y para olvidar todas sus tristezas se refugió en el arte, persiguiendo como él decía fantásticas visiones. Julián del Casal, “aquel nombre tan bello” al decir de Martí, aquel poeta con el que no pudo nunca hablar, pero que era “muy conocido y amado en toda América” y del que predijo: “ya se oirán los elogios y las tristezas” y “es que en América, está en flor la gente nueva que pide peso a la prosa y condición al verso”. Así escribía el Apóstol, en Patria, Nueva York, un 31 de octubre de 1893 en ocasión de la muerte de aquel cubano, que gustaba de la poesía “doliente y caprichosa” de Francia con la rima excelsa y que fue capaz de asumirla, con la elegancia de su personal sentimiento y su directa cubanía. Sólo vivió treinta años. Hace ciento veinte años publicó Hojas al Viento su primer libro, en él, la influencia de los románticos y del parnasianismo francés. Mucho leía el gran Casal, mucho respetaba las formas métricas tradicionales, pero al ponerse en contacto con las últimas innovaciones francesas de su época y sobre todo cuando profundizó en la obra de Baudelaire y de Verlaine, este caudal poético enriqueció su verso y su prosa. Para Martí, no había dudas, que el verso de Julián era hijo de la emoción y fino y profundo, como una nota de arpa. En un artículo publicado en La Habana Elegante, y suscrito por Enrique Hernández Miyares, se expresa: “Julián de Casal es mi hermano de ideales…..él es un poeta sin tacha y sin miedo como se decía de los caballeros de la Edad Media. Ha impreso su libro Hojas al Viento y “ya está”, como él dice. Como todo si el libro gusta y la edición se vende, ya veremos pompa en la alcobita de Julián, donde hay mayólica en los estantes, libros hasta en los percheros y se ve la efigie del Santo Padre al lado de la de Sarah Bernhardt”. Dedica Casal este primer libro a quién considera su venerado maestro: Ricardo del Monte. ¡Oh hermosa Primavera! ¿Por qué escondes tu canto virginal a mis sentidos? ¿dónde estás que te llamo y no respondes, no respondes jamás a mis gemidos? Yo también en los campos de mi vida siento el invierno lóbrego y sombrío. ¡Mi alma es una floresta destruida! ¡Yo también en el alma tengo frío! En poco tiempo publicó su segundo libro Nieve. Mucho más visible en sus versos la influencia francesa sobre todo de Laconte de Lisle. Para Lezama Lima, los diez sonetos que también componen este libro “es una de las mejores colecciones de sonetos que puede mostrar nuestra literatura”. Después Bustos y Rimas, del cual Julián sólo pudo revisar las primeras pruebas. Era lo más logrado de su producción. Esas rimas según Lezama encierran “sus más secretas apetencias; sus inquietudes de hombre logran predominar sobre las influencias anteriores. En el último poema “Cuerpo y alma”, aúna su perdurable devoción por Baudelaire, los tormentos a que fue sometida su existencia atenaceada por la rebelión de los sentidos y por los más castos deseos, deseando ”que la alondra no viva junto al tigre y que la rosa no viva junto al cerdo”. El primer gran golpe de su vida, la muerte de la madre a los cinco años. Después, años más tarde, su soneto “A mi madre”, un clásico de la literatura cubana. Estudia en el Colegio de Belén. Matricula Derecho y abandona la carrera. En 1885 muere el padre. Ya escribe, y algo ha publicado, es muy joven. La Habana Elegante el ilustrado Semanario le abre las puertas. Escribe artículos sobre La Sociedad de la Habana. Uno de ellos sobre el general Sabás Marín y la familia, le cuesta el puesto en la Intendencia General de Hacienda. Su situación económica se hace muy difícil. Amigos lo ayudan, lo rodean, Nicolás Azcárate, Ramón Meza, Aurelio Mitjans, Manuel de la Cruz, Enrique Hernández Miyares y otros. La salud no lo acompaña. Reservad los laureles de la fama para aquellos que fueron mis hermanos; yo, cual fruto caído de la rama, aguardo los famélicos gusanos. Se hace colaborador de diversos periódicos y revistas de la época. Tradujo poemas de Baudelaire. Deseaba tanto ir a París. Sólo un solar le queda de la herencia paterna. Lo vende y nada más puede visitar España. Allí conoce a Salvador Rueda y a Francisco A. de Icaza. Allí también recuerda sus lecturas de los clásicos españoles de su adolescencia. Ya sentía la ola Modernista que tenía sus raíces espirituales en la gran patria francesa. Para Verlaine, Casal tenia a sólo veinticinco años un talento sólido y fresco. Se adentra el cubano en la lectura de parnasianos y simbolistas. Le inspiran poemas, Gautier, Coopèe, y tantos otros, y Rimbaud, Mallarmé, Vigny y Hugo. Siente cada momento, el calor de sus amigos de la Patria y comparte en las Tertulias y allí conoce a los hermanos Uhrbach que fueron sus primeros discípulos y sufre la temprana muerte, a sólo diecinueve años, de Juana Borrero, con la que había establecido una bella relación, inmortalizada en la virgen triste de sus versos. Como expresó el inolvidable Cintio Vitier, la casa de Borrero en Puentes Grandes, llegó a ser el centro del modernismo naciente en Cuba hasta la muerte de Casal. También El Fígaro recibe sus colaboraciones, y Casal, conoce a Darío y entre los dos grandes creadores nace fiel amistad que se traduce en intercambio de poemas y cartas. Para Julián, era tesoro aquel poema El Clavicordio de la Abuela que Darío le dedica, cuando el cubano le entrega sus hermosas Páginas de la Vida. Yo soy como esas plantas que ignota mano siembra un día en el surco por donde marcha, ya para que la que la anime luz de verano, ya para que la hiele frío de escarcha. Llevado por el soplo del torbellino, que cada día a extraño suelo me arroja, entre las rudas zarzas de mi camino, si no dejo un capullo, dejo una hoja. En 1892, el general Antonio Maceo, le dedicó un retrato escrito con su puño y letra y el poeta le escribe un soneto al héroe de nuestras luchas libertarias. ¡Cuántos hermosos recuerdos debió haber guardado de Casal su hermana doña Carmela viuda de Peláez, madre de la entrañable pintora cubana Amelia Peláez! El 21 de octubre de 1893, muere Julián del Casal en casa de su amigo el doctor Lucas de los Santos Lamadrid. De sobremesa, la rotura de un aneurisma. No faltó ni uno sólo de sus amigos al sepelio. Mas si queréis guardar mis pobres restos, grabad sobre mi tumba estas palabras: ¡Amó sólo en el mundo la Belleza! ¡Que encuentre ahora la Verdad su alma”! El Festival Internacional de Poesía de la Habana ya anuncia su programa para este mayo florido. Poetas de distintas partes nos visitarán. De nuestra América, se inundan nuestros espacios. Julián del Casal vuelve con sus Hojas al Viento, con su Nieve y con sus Bustos y Rimas, vuelve el trovador de las rarezas y de las amarguras humanas, de cuerpo endeble pero de fino espíritu y alma de palmera grande y solitaria, y hallará en el Arte “sonando y volando las dichas ignoradas”, el suspiro inenarrable de su reveladora poética, que florecerá una vez más, en todas las regiones donde es más hermosa la luna y vuelan, como él diría, los alciones sobre el mar. Referencias Juanita Conejero - www.cubarte.cult.cu/periodico/print/articulo/14910.htmll Damisela - www.damisela.com/literatura/pais/cuba/autores/delcasal/index.htm Por: Mirta Aguirre «Angustia y evasión de Julián del Casal» tituló hace años José Antonio Portuondo a un breve análisis del poeta. Poetas devotos de Casal, lastimados por ello, han dicho que era «muy cómodo hablar de evasión, de escapismo y otros términos análogos que puso de moda la crítica marxista». En realidad, no es cómodo evadirse, cuando de veras induce a ello, como sucedía con el autor de Nieve, una gran amargura vital; cuando de veras se tiene, como poseyó Julián del Casal, una gran honradez artística y humana. Tampoco es cómodo, frente a una personalidad bondadosa y tan límpida como la de Casal, frente a un artista de tanta significación como la suya en nuestra poesía, verse en la obligación de señalar debilidades y deficiencias. Pero lo cierto es que Casal se evadía, lo cierto es que se escapaba de mirar la realidad frente a frente. Y lo cierto es que, aunque incómodo, eso tiene que decirse. Puede comprenderse, puede explicarse; pero no debe callarse. Y mucho menos aplaudirse, Casal —o Baudelaire— y la burguesía eran incompatibles. Casal y el régimencolonial lo eran también. Eso hay que anotárselo. Pero generalizada la actitud a lo Julián del Casal, ¿habría tenido lugar el Noventa y Cinco? El poeta murió en 1893. De haber vivido, no habría sido imposible que, baudelerinamente,[sic] tomara el camino insurrecto. Pero, al desaparecer antes, quedaron en pie las japonerías, los ojos que para celebrar el Almendares pensaban en el Rhin, el admirador de los tintes y postizos, el hombre que sólo sentía ansias de aniquilarse, el poeta de «Nihilismo» y «Recuerdo de la infancia», cuya idea de la poesía puede encontrarse en párrafos como el escrito con motivo de Fornaris: El poeta moderno no es un patriota, como Quintana o Mickiewicz, que sólo lamenta los males de la patria y encamina los pueblos a las revoluciones; ni un soñador como Lamartine perdido en el azul; ni un didáctico como Virgilio o Delille, que pone su talento poético al servicio de las artes inferiores; ni un moralista como Milanés entre nosotros, que trata de refrenar en verso los vicios sociales; sino un neurótico sublime, como Baudelaire o Swinburne [...] [...] Alucinado, neurótico, desesperado, blasfemo, nihilista, era a su vez Julián del Casal. «Juzgándote vencido por nada luchas», escribió él de sí mismo en alguna ocasión. No obstante, escribió también el soneto famoso a Maceo. Y escribió «La perla», contra la anexión de Cuba a los Estados Unidos; y escribió el soneto a los estudiantes fusilados en 1871 y dejó en sus prosas muy agudas denuncias de nuestra existencia bajo el yugo español y sátiras que lo hicieron temible para la aristocracia colonial. Era un poeta cautivado por cuanto centelleara y pudiera deshacerse en chispas, quizás porque la luz es lo más transparente, lo más impalpable que percibimos y él era un atormentado por el peso de su cuerpo y un sediento de la pureza. Era un enfermo y poseía sensibilidad de enfermo. [...] Su sensibilidad y el modo de ver la vida que ella contribuía forjarle, nos son ajenas y distantes. No podemos compartirlas, pero, en sus circunstancias, podemos comprenderlas. Y eso es lo que podemos ofrecer hoy nosotros a Julián del Casal, a quien todo le fuera negado ayer, por haber ganado para Cuba, en las letras de su tiempo, un honroso lugar. Referencias http://www.habanaelegante.com/ Spring_Summer_2012/Hojas_Aguirre.html
José María Heredia y Heredia (Santiago de Cuba, 31 de diciembre de 1803- Ciudad de México, 7 de mayo de 1839) fue un poeta nacido en Cuba considerado por muchos como el primer poeta romántico de América, el iniciador del romanticismo en Latinoamérica y uno de los poetas más importantes de la lengua española. En años más recientes esta filiación romántica se ha matizado, señalándose la importancia del neoclasicismo y de la estética de la sensibilidad ilustrada para el pensamiento y la obra heredianos. Es conocido como el “Cantor del Niagara” y fue nombrado poeta nacional de Cuba.
Heberto Padilla (Puerta del Golpe, Pinar del Río, 20 de enero de 1932 - Alabama, Estados Unidos, 24 de septiembre de 2000) fue un poeta y activista cubano, perseguido por el gobierno de la República de Cuba. En 1966 se convirtió en centro de una polémica cultural en las páginas de Juventud Rebelde, a pesar de lo cual obtuvo el Premio Nacional de Poesía por Fuera del juego, lo que motivó las protestas de la Unión de Escritores ya que el libro era considerado contrarrevolucionario. En 1967 comienza a trabajar en la Universidad de La Habana hasta que el 20 de marzo de 1971 es detenido a raíz del recital de poesía dado en la Unión de Escritores, donde leyó Provocaciones. Padilla fue arrestado junto con la poetisa Belkis Cuza Malé, su esposa desde 1967. Ambos fueron acusados por el Departamento de Seguridad del Estado de “actividades subversivas” contra el gobierno. Su encarcelamiento provocó una reacción en todo el mundo, con las consiguientes protestas de conocidísimos intelectuales entre los que figuraban Julio Cortázar, Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Alberto Moravia, Octavio Paz, Juan Rulfo, Jean-Paul Sartre, Susan Sontag, Mario Vargas Llosa y muchos otros. Después de 38 días de reclusión en Villa Marista, Padilla leyó en la Unión de Escritores su famosa Autocrítica. Su esposa logró salir con su hijo pequeño hacia Estados Unidos en 1979, y al año siguiente, gracias a la presión internacional, permitió a Padilla viajar también a ese país. Llegó a Nueva York, vía Montreal, el 16 de marzo de 1980. Como testimonian su esposa y el escritor Guillermo Cabrera Infante esta experiencia y el exilio cambiaron a Padilla, que enfermó espiritualmente y nunca pudo reponerse del todo. Murió de un ataque al corazón a los 68 años, recostado en un sofá en Alabama.
Silvio Rodríguez Domínguez (San Antonio de los Baños, 29 de noviembre de 1946) es un cantautor, guitarrista y poeta cubano, exponente característico de la música de su país surgida con la Revolución cubana, conocida como la Nueva Trova Cubana. Con más de cuatro décadas de carrera musical, ha escrito al menos quinientas cuarenta y ocho canciones y publicado una veintena de álbumes, siendo uno de los cantautores de mayor trascendencia internacional del habla hispana.
Doralina de la Caridad Alonso Pérez (más conocida por su seudónimo Dora Alonso, Recreo, hoy Máximo Gómez, Matanzas, 1910-2001) fue una escritora cubana, Premio Nacional de Literatura. Es la autora cubana para niños más traducida y publicada en el extranjero y la que cuenta con mayor número de ejemplares. Su estilo literario narrativo está basado en la sencillez y el manejo de las emociones.
Este texto, conocido como la autobiografía de Gertrudis Gómez de Avellaneda, es en realidad la primera de las numerosas cartas dirigidas a Ignacio de Cepeda y Alcalde, epistolario que abarcó desde esta primera confesión, firmada en Sevilla, el 23 de julio de 1839, hasta la última que se conserva, fechada en Madrid, el 26 de marzo de 1854. Solo refiere los primeros veinticinco años de su vida, pero resulta un capítulo esclarecedor de lo que será después su vida. Confesión 23 de julio, a la una de la noche. En Sevilla, año de 1839. Amigo mío: La confesión, que la supersticiosa y tímida conciencia arranca a un alma arrepentida a los pies de un ministro del cielo, no fue nunca más sincera, más franca, que la que yo estoy dispuesta a hacer a usted. Después de leer este cuadernillo me conocerá usted tan bien o acaso mejor que a sí mismo. Pero exijo dos cosas. Primera: que el fuego devore este papel inmediatamente que sea leído. Segunda: que nadie más que usted en el mundo tenga noticias de que ha existido. Usted sabe que he nacido en una ciudad del centro de la Isla de Cuba, a la cual fue empleado mi padre en el año de nueve, y en la cual casó, algún tiempo después, con mi madre, hija del país. No siendo indispensables extensos datos sobre mi nacimiento para la parte de mi historia, que pueda interesar a usted, no le enfadaré con inútiles pormenores, pero no suprimiré tampoco algunos que puedan contribuir a dar a usted más exacta idea de los hechos posteriores. Cuando comencé a tener uso de razón, comprendí que había nacido en una posición social ventajosa: que mi familia materna ocupaba uno de los primeros rangos del país, que mi padre era un caballero y gozaba toda la estimación que merecía por sus talentos y virtudes, y todo aquel prestigio que en una ciudad naciente y pequeña gozan los empleados de cierta clase. Nadie tuvo este prestigio en tal grado: ni sus antecesores ni sus sucesores en el destino de los comandantes de los puertos, que ocupó en el centro de la isla; mi padre daba brillo a su empleo con sus talentos distinguidos y había sabido proporcionarse las relaciones más honoríficas en Cuba y en España. Pronto cumplirán diez y seis años de su muerte; mas estoy cierta, muy cierta, que aún vive su memoria en Puerto Príncipe, y que no se pronuncia su nombre sin elogios y bendiciones; a nadie hizo mal, y ejecutó todo el bien que pudo. En su vida pública y en su vida privada, siempre fue el mismo: noble, intrépido, veraz, generoso e incorruptible. Sin embargo, mamá no fue dichosa con él; acaso porque no puede haber dicha en una unión forzosa, acaso porque siendo demasiado joven y mi padre más maduro, no pudieron tener simpatías. Mas siendo desgraciados, ambos fueron por lo menos irreprochables. Ella fue la más fiel y virtuosa de las esposas, y jamás pudo quejarse del menor ultraje de su dignidad de mujer y de madre. Disimule usted estos elogios: es un tributo que debo rendir a los autores de mis días, y tengo cierto orgullo cuando al recordar las virtudes, que hicieron tan estimado a mi padre, puedo decir: soy su hija. Aún no tenía nueve años cuando le perdí. De cinco hermanos que éramos solo quedábamos a su muerte dos: Manuel y yo; así es que éramos tiernamente queridos, con alguna preferencia por parte de mamá hacia Manolito y de papá hacia mí. Acaso por esto, y por ser mayor que él cerca de tres años, mi dolor en la muerte de mi papá fue más vivo que el de mi hermano. Sin embargo, ¡cuán lejos estaba entonces de conocer toda la extensión de mi pérdida! Algunos años hacía que mi padre proyectaba volver a España y establecerse en Sevilla; en los últimos años de su vida esta idea fue en él más fija y dominante. Quejóse de no dejar sus huesos en la tierra nativa, y pronosticando a Cuba una suerte igual a la de otra isla vecina, presa de los negros, rogó a mamá que se viniese a España con sus hijos. Ningún sacrificio de intereses, decía, es demasiado: nunca se comprará cara la ventaja de establecerse en España. Estos fueron sus últimos votos, y cuando más tarde los supe deseé realizarlos. Acaso este ha sido el motivo de mi afición a estos países y del anhelo con que a veces he deseado abandonar mi patria para venir a este antiguo mundo. Quedó mamá joven aún, rica, hermosa (pues lo ha sido en alto grado) y es de suponer que no le faltarían amantes, que aspiraran a su mano. Entre ellos, Escalada, teniente coronel del regimiento que entonces guarnecía a Puerto Príncipe, joven también, no mal parecido, y atractivo por sus dulces modales y cultivado espíritu. Mamá le amó acaso con sobrada ligereza, y antes de los diez meses de haber quedado huérfanos, teníamos un padrastro. Mi abuelo, mis tíos y toda la familia, llevó muy a mal este matrimonio; pero mi mamá tuvo para esto una firmeza de carácter, que no había manifestado antes, ni ha vuelto a tener después. Aunque tan niña, sentí herido por este golpe mi corazón; sin embargo, no eran consideraciones mezquines de intereses las que me hicieron tan sensible a ese casamiento: era el dolor de ver tan presto ocupado el lecho de mi padre y un presentimiento de las consecuencias de esta unión precipitada. Afortunadamente sólo un año estuvimos con mi padrastro, pues, aunque una Real orden inicua y arbitraria nos obligaba a permanecer bajo su tutela, la suerte nos separó. Su regimiento fue mandado a otra ciudad, y mamá no se resolvió a dejar su país y sus intereses para seguirle. Ocho años duró esta separación; sólo dos o tres meses cada año iba Escalada a Puerto Príncipe con licencia, y se portaba entonces muy bien con mamá y nosotros. ¡Por tanto, éramos felices! Aunque tenía mamá otros hijos de sus segundas nupcias, su cariño para con nosotros era el mismo. A Manuel, sobre todo, siempre lo ha querido con una especie de idolatría, y a mí lo bastante para no poder formar la menor queja. Dábaseme la más brillante educación que el país proporcionaba, era celebrada, mimada, complacida hasta en mis caprichos, y nada experimenté que se asemejase a los pesares en aquella aurora apacible de mi vida. Sin embargo, nunca fui alegre y atolondrada, como lo son regularmente los niños. Mostré desde mis primeros años afición al estudio y una tendencia a la melancolía. No hallaba simpatías en las niñas de mi edad; tres solamente, vecinas mías, hijas e un emigrado de Santo Domingo, merecieron mi amistad. Eran tres lindas criaturas de un talento natural despejadísimo. La mayor de ellas tenía dos años más que yo, y la más chica dos años menos. Pero esa última era mi predilecta, porque me parecía, aunque más joven, más juiciosa y discreta que las otras. Las Carmonas (que este era su apellido) se conformaban fácilmente con mis gustos y los participaban. Nuestros juegos eran representar comedias, hacer cuentos, rivalizando a quién los hacía más bonitos, adivinar charadas y dibujar en competencia flores y pajaritos. Nunca nos mezclábamos en los bulliciosos juegos de las otras chicas con quienes nos reuníamos. Más tarde, la lectura de novelas, poesías y comedias, llegó a ser nuestra pasión dominante. Mamá nos reñía algunas veces, porque, siendo ya grandecitas, descuidáramos tanto nuestros adornos, y huyéramos de la sociedad como salvajes. Porque nuestro mayor placer era estar encerradas en el cuarto de los libros, leyendo nuestras novelas favoritas y llorando las desgracias de aquellos héroes imaginarios, a quienes tanto queríamos. De este modo cumplí trece años. ¡Días felices que pasaron para no tornar!... 25 por la mañana. Mi familia me trató casamiento con un caballero del país, pariente lejano de nosotros. Era un hombre de buen aspecto personal y se le reputaba el mejor partido del país. Cuando se me dijo que estaba destinada a ser su esposa, nada vi en este proyecto que no me fuese lisonjero. En aquella época, comenzaba a presentarme en los bailes, paseos y tertulias, y se despertaba en mí la vanidad de mujer. Casarme con el soltero más rico de Puerto Príncipe, que muchas deseaban, tener una casa suntuosa, magníficos carruajes, ricos aderezos, etcétera, era una idea que me lisonjeaba. Por otra parte, yo no conocía el amor sino en las novelas que leía, y me persuadí desde luego que amaba locamente a mi futuro. Como apenas le trataba, y no le conocía casi nada, estaba a mi elección darle el carácter que más me acomodase. Por de contado me persuadí, que el suyo era grande, noble, generoso y sublime. Prodigóle mi fecunda imaginación ideales perfecciones, y vi en él reunidas todas las cualidades de los héroes de mis novelas favoritas: el valor de un Oroondates, el ingenio y la sensibilidad emocionada de un Saint-Preux, las gracias de un Lindor y las virtudes de un Grandisón. Me enamoré de este ser completo, que veía yo en la figura de mi novio. Por desgracia, no fue de larga duración mi encantadora quimera; a pesar de mi preocupación, no dejé de conocer harto pronto, que aquel hombre no era grande ni amable sino en mi imaginación; que su talento era muy limitado, su sensibilidad muy común, sus virtudes muy problemáticas. Comencé a entristecerme y a considerar mi matrimonio bajo un punto de vista menos lisonjero. En aquella época mi futuro tuvo precisión de ir a La Habana, y su ausencia, que duró diez meses, me proporcionó la ventaja de poder olvidar mis compromisos. Como no veía a mi novio, ni casi se me hablaba de él, apenas, rara vez, me acordaba vagamente que existía en el mundo. La Amistad ocupaba entonces toda mi alma. Adquirí una nueva amiga en una prima que, educada en un convento, comenzó entonces a presentarse en sociedad. Era una criatura adorable; yo, que no amaba a ninguna de mis otras primas, me incliné a ella desde el primer momento en que la vi. He notado en el curso de mi vida, que si alguna vez se ha engañado mi corazón, más frecuentemente ha tenido un instinto feliz y prodigioso en sus primeros impulsos. Rara vez he encontrado simpatía en aquellas personas que, a primera vista, me han chocado, y en muchas he adivinado en dicha primera vista el objeto de mi futuro afecto. Mi prima obtuvo desde luego mi simpatía, y no tardó en ocupar un lugar distinguido en mi amistad. Únicamente Rosa Carmona la rivalizaba, pues ninguna de las otras dos Carmonas fueron para mí tan queridas como ella. Cuando estábamos todas reunidas, hablábamos de modas, de bailes, de novelas, de poesías, de amor y de amistad. Cuando Rosa, mi prima, y yo estábamos solas, solíamos ocuparnos de objetos más serios y superiores a nuestra inteligencia. Muchas veces nuestras conversaciones tenían por objeto los cultos, la muerte y la inmortalidad. Rosa tenía mucho juicio en cuanto decía, y yo admiraba siempre la exactitud de sus raciocinios; en cuanto a mi prima, era como yo, una mezcla de profundidad y ligereza, de tristeza y alegría, de entusiasmo y desaliento; como yo, reunía la debilidad de mujer y la frivolidad de niña con la elevación y profundidad de sentimientos, que solo son propios de caracteres fuertes y varoniles. ¡Yo no he encontrado en nadie mayores simpatías! Siendo las cinco jóvenes, no feas, y gozando reputación de talento, fuimos pronto las señoritas de moda en Puerto Príncipe. Nuestra tertulia, que se formó en mi casa, era brillantísima para el país: en ella se reunía la flor de la juventud del otro sexo y las jóvenes más sobresalientes. Todos los forasteros de distinción que llegaban a Puerto Príncipe solicitaban ser introducidos en nuestra sociedad, y nos llevábamos todas las atenciones en los paseos y bailes. Atrajimos la envidia de las mujeres, pero gozábamos la preferencia de los hombres, y esto nos lisonjeaba. Volvió en eso mi novio; pero yo no le vi sin una especie de horror; desnudo del brillante ropaje de mis ilusiones, parecióme un hombre odioso y despreciable. Mi gran defecto es no poder colocarme en el medio y tocar siempre los extremos. Yo aborrecía a mi novio tanto como antes creí amarlo. Él no pudo apercibir mi mudanza porque jamás habíale yo mostrado mi afecto. Mis ilusiones nacieron y acabaron allá en lo secreto de mi corazón, porque, tan tímida como apasionada, no concebía yo que se pudiera, sin morir de vergüenza, decir a un hombre: yo te amo. Como no debía casarme hasta los diez y ocho años, y sólo tenía quince, y como mi novio me visitaba muy poco, aquel matrimonio me ocupaba menos de lo que debía. Mirábalo remoto, gozaba lo presente y no interrogaba al porvenir. Lola (la segunda de las Carmonas) y mi prima, entablaron relaciones de amor casi al mismo tiempo, y esta circunstancia, al parecer sencilla para mí, tuvo, no obstante, una notable influencia; ellas amaban y eran amadas con entusiasmo: yo era la confidente de ambas. Entonces se operó en mí una mudanza repentina y extraña. Híceme huraña y caprichosa; las diversiones y el estudio dejaron de tener atractivos para mí. Huía de la sociedad y aun de mis amigas; buscaba la soledad para llorar sin saber por qué, y sentía un abismo en mi corazón. Yo no era ya el objeto más amado de dos de mis amigas; ellas gozaban en otro sentimiento una felicidad que yo no conocía. ¡Yo sentía celos y envidia! Pensando en aquella ventura, que mi imaginación engrandecía, invocaba al objeto que podía dármela: ¡aquel objeto ideal que formé en los primeros sueños de mi entusiasmo! Creía verle en el sol y en la luna, en el verde de los campos y en el azul del cielo; las brisas de la noche me traían su aliento, los sonidos de la música el eco de su voz. Yo le veía en todo lo que hay de grande y hermoso en la naturaleza. ¡Deliraba como con una calentura! Sin embargo, aquella situación no estaba destituida de encantos. Yo gozaba llorando y esperaba realizar algún día los sueños de mi corazón. ¡Cuánto me engañaba!... ¿Dónde existe el hombre que pueda llenar los votos de esta sensibilidad tan fogosa como delicada? ¡En vano le he buscado nueve años! ¡En vano! He encontrado ¡hombres!, hombres todos parecidos entre sí; ninguno ante el cual pudiera postrarme con respeto y decirle con entusiasmo: tú serás mi Dios sobre la tierra, tú el dueño absoluto de esta alma apasionada. Mis afecciones han sido por esta causa débiles y pasajeras. Yo buscaba un bien que no encontraba y que acaso no exista sobre la tierra. Ahora ya no le busco, no le espero, no le deseo; por eso estoy más tranquila. Esta tarde o mañana continuaré escribiendo. Adiós. 25 por la tarde. Fue introducido en nuestra tertulia un joven, que apenas conocía. Una antigua enemistad, trasmitida de padres a hijos, dividía a las dos familias de Loynaz y Arteaga. El joven pertenecía a la primera y mamá a la segunda; por consiguiente, ninguna relación existió hasta entonces entre nosotros. Un primo mío había sido el primero que rompiera la valla, uniéndose en amistad con un Loynaz. Las familias, que en un principio llevaron muy a mal esa amistad, por fin se desentendieron, y Loynaz, prevaliéndose de ella, solicitó visitarme. Mamá lo rehusó algún tiempo; pero tanto instó mi primo, tanto ridiculicé yo aquella enemistad rancia y pueril, que al fin cedió, y Loynaz tuvo entrada en casa. No tardó en granjearse la benevolencia de mamá, y en ser el más deseado de la tertulia. Aunque muy joven, su talento era distinguido, su figura bellísima y sus modales atractivos. Mis compromisos y la enemistad de nuestras familias eran dos motivos poderosos para alejar de él toda esperanza respecto a mí; pero sin tomar el aire de un amante, él supo mostrar una preferencia que me lisonjeaba. Nuestras relaciones eran meramente amistosas y toda la tertulia las consideraba así. En cuanto a mí, no me detenía en examinar la naturaleza de mis sentimientos; leía con Loynaz poesías, cantaba dúos al pino con él, hacíamos traducciones y no tenía yo tiempo para pensar en nada, sino en la dicha que era para mí la adquisición de un tal amigo. Por el verano nos fuimos al campo, a una posesión próxima a la ciudad, y me llevé conmigo a Rosa Carmona, que, desde que mi prima tenía amante, había llegado a ser mi amiga predilecta. Loynaz, mis primos y muchos amigos de ambos sexos, iban a visitarnos con frecuencia. ¡Tuve días deliciosos! Sin embargo, entonces mismo se me ofrecieron motivos de inquietud y de penas. Yo estaba encantada con Loynaz; pero me hallaba muy lejos de creerle el hombre según mi corazón. Encontrábale más talento que sensibilidad y en su carácter un fondo de ligereza que me disgustaba. Como amante, no llenaba él mis votos, mas le miraba como amigo y me había aficionado mucho a su trato. Rosa me hizo entrar en aprensión. Empeñóse en persuadirme que nuestra pretendida amistad no era más que un amor disfrazado, y por lo mismo más peligroso. Recordábame sin cesar mis compromisos, y hacía de mi novio elogios que yo hasta entonces no le había oído. Ponderando las ventajas de aquel matrimonio, me intimidaba al mismo tiempo con suponerlo inevitable, porque sólo con escándalo y afligiendo a mi familia, decía ella, podría yo romper un empeño tan serio y tan antiguo. A fuerza de decirme que yo amaba a Loynaz, llegó a persuadírmelo; pero como siempre conocía yo que no era él quien podía comprenderme, y que no me inspiraba ni estimación ni entusiasmo, aquel amor no me hacía dichosa cual yo deseaba, y en vez del orgullo que debe sentir un corazón, que encuentra o que busca, yo sentía aquella especie de humillación que nos causa la persuasión de habernos aficionado a un objeto que no nos merece. Volvimos a la ciudad en el mes de septiembre a asistir a las bodas de mi prima, que se casó entonces con el hombre que amaba. Sus amores y los de Lola Carmona habían comenzado al mismo tiempo, como ya he dicho, y al mismo tiempo casi se casaron ambas, aunque de un modo bien diferente. Mi prima vio aprobada su elección por toda la familia; Lola, contrariada por la suya, se casó depositada y marchó inmediatamente a la Habana con su marido. Así me vi privada de una de mis amigas. Acompañé al campo a los recién casados, y cuando volví, un mes después, encontré una gran mudanza. Loynaz había sido despedido de la casa, y, bajo el pretexto de que quería marcharse con su marido, mamá había fijado para dentro de tres meses mi matrimonio, que antes señalara para el cumplimiento de mis diez y ocho años. El novio a todo se prestaba; ni me amaba (según he creído siempre) ni me aborrecía. Deseaba establecerse con una niña de su familia, que tuviese inocencia y alguna hermosura. Mi abuelo había dicho que yo era la que buscaba, y que me daría además todo su quinto (que ciertamente no era despreciable) si me casaba con aquel hombre. Esto le había decidido a él y esto era lo que le movía. Al llegar yo a saber las novedades ocurridas, quedé anonadada y sin saber a qué atribuirlas. Pero no tardé en saberlo todo y en sufrir el primero y más terrible de mis desengaños. 26 por la mañana La despedida de Loynaz y la proximidad de mi casamiento fueron para mí dos golpes tan sensibles como inesperados; pero ¡cómo quedé al saber la mano con la cual me habían sido asestados!... Rosa, mi amiga, mi confidente Rosa, había persuadido a mi mamá que existía una correspondencia amorosa entre Loynaz y yo, que él me inducía a romper mis compromisos, y conociendo ella mejor que nadie la pureza de mis sentimientos y rectitud de mis intenciones, fue bastante vil para aparentar temores de que, arrastrada por la pasión, que me suponía, diese algún paso imprudente e irremediable. ¡Logró completamente su objeto! ¡Y sólo tenía quince años aquella mujer! ¡Qué habrá llegado a ser después! Yo no conocía ni el mundo ni los hombres: era tan inocente e inexperta como en el día en que nací: había creído que Rosa me amaba y que era incapaz su corazón de alguna perfidia. El conocimiento de aquella primera decepción fue para mí un golpe mortal, que cayó de lleno sobre mi alma. ¡Pero admire usted mi candor y sencillez! Rosa logró persuadirme, que sólo mi interés y la ternura de la amistad habían decidido aquel paso, y me juró que sus intenciones eran las más puras y desinteresadas. ¡La creí y la perdoné! Loynaz me escribió, y por primera vez dejó de designar con el nombre de amistad el sentimiento que yo le inspiraba. Refería cómo mamá le había prohibido continuar visitándome y se quejaba de un desaire que no había merecido. "No ignoro, me decía, los compromisos que respecto a usted ha contraído su familia, y usted sabe mejor que nadie con cuanta delicadeza los he respetado, pero, puesto que no se ha sabido apreciar mi conducta, no quiero por más tiempo violentarme: sepa usted que la amo y que a todo estoy dispuesto, si encuentro en usted iguales sentimientos." Me pareció que había en aquella carta más orgullo que pasión, pero me conmoví sin embargo. Tratando a aquel joven nunca le hubiera amado, porque su frivolidad, tan visible, era un antídoto colocado felizmente junto a cualquiera dulce emoción que me inspiraba; pero cuando no le vi, cuando le creí desairado injustamente, ofendido y desgraciado por mi causa, mi afecto hacia él tomó una vehemencia, que acaso jamás hubiera tenido de otro modo. Sin embargo, tuve bastante prudencia para dominarme, y en mi contestación le decía que estaba dispuesta a sacrificarme por complacer a mi familia, casándome con un hombre que aborrecía. "No soy insensible a su afecto de usted (le decía al concluir); pero respetaré mis vínculos, y suplico a usted que no vuelva a escribirme." No hizo caso de esta súplica, me escribió dos veces más cartas muy apasionadas, invitándome a romper un empeño que le hacía infeliz y a mí igualmente; pero no le contesté y cesó de escribirme. A pesar de esta conducta tan prudente y de la resignación con que me prestaba a un enlace aborrecido, sufría mucho de parte de mi familia. Mamá era, y es, un ángel de bondad, pero el gran defecto suyo es un carácter tan débil, que la constituye juguete de las personas que la cerca. Mis tíos la inducían a tratarme con rigor y continuamente la disponían en mi contra, interpretando odiosamente las más sencillas operaciones. ¿Y pensará usted que mis tíos deseaban mucho la realización de mi matrimonio? Nada de eso; aparentábanlo así, pero hubiesen dado cualquier cosa por impedir dicho enlace. En primer lugar les pesaban las mejoras que mi abuelo se disponía a hacerme; en segundo, deseaban para su hija mi novio, y acaso al emplear tanto y tan inmerecido rigor conmigo, no tenían otro objeto sino precipitarme a una resolución atrevida, que secundase sus miras secreta: ¡harto lo lograron! Estaba ya en vísperas de mi matrimonio; casa, ajuar, dispensa, todo estaba preparado. Pero hubo un momento en que no me hallé con fuerza para consumar el sacrificio, uno de aquellos momentos en que se obra sin pensar. Yo dejé furtivamente mi casa, y me refugié con mi abuelo, que estaba en una quinta próxima a la ciudad. Me arrojé desolada a sus pies y le dije que me daría muerte antes de casarme con el hombre que me destinaban. Aquel rompimiento fue ruidoso; toda mi familia se mostró altamente sorprendida e indignada por mi resolución; mis tíos, que en su interior se regocijaban, fueron los primeros en declararse contra mí; solo en mi abuelo hallé bondad e indulgencia, aunque nadie sintió tanto como él la rotura de un casamiento que él había formado ¡yo sufría mucho!; no ignoraba que la opinión pública me condenaba; ¡despreciar un partido tan ventajoso!, ¡tener el atrevimiento de romper un compromiso tan serio, tan adelantado, tan antiguo!, ¡dar un golpe mortal a mi familia! Esto pareció imperdonable; se dijo, desde luego, que yo era una mala cabeza (mis tíos y mis primas fueron los primeros en decirlo), que mi talento me perdía, y que lo que entonces hacía, anunciaba lo que haría más tarde, y cuánto haría arrepentir a mamá de la educación novelesca que me había dado. Mi padrastro fue entonces a Puerto Príncipe y se apuró la medida de mis sufrimientos. Una especie de fatalidad que me persigue, hace que siempre se tomen circunstancias y casualidades funestas para hacer parecer más graves mis ligerezas; digo ligerezas, aunque ciertamente no creo que lo fuese la de romper un compromiso que mi corazón reprobaba. Circunstancias independientes de mí, originaron disgustos entre mi abuelo y mi padrastro. Estos llegaron a ser tales, que mi abuelo salió de casa, donde vivía cuando no estaba en el campo, y se fue a la de uno de mis tíos. El público, que sabía la rotura de mi casamiento y no los disgustos posteriores entre Escalada y mi abuelo, no dejó de declarar que mi abuelo salía de casa altamente indignado conmigo. Mis tíos y mis primas, que siempre vieron con envidia la predilección que mi abuelo tenía por mamá y por mí, se aprovecharon de tenerlo en su casa para combatir dicha preferencia, haciéndole creer que era inmerecida. Pintóseme como una loquilla novelera y caprichosa; dijeron que mamá me perdía con su excesiva indulgencia y la libertad que me dejaba de seguir mis extravagantes y peligrosa inclinaciones; en fin, no desperdiciaron ningún medio para prevenir en contra de mi mamá y de mí al pobre viejo paralítico, que, sin vigor físico ni moral, era una cera a propósito para recibir todas las impresiones. ¡Consiguieron se objeto! Mi abuelo murió tres meses después de mi rompimiento y apareció un testamento, que anulaba el que había hecho a favor de mi mamá y de mí, dejando su tercio y un quinto a mi tío Manuel, en cuya casa murió. Mi padrastro, para descargarse de la culpabilidad de ser la causa de esta mudanza y de los perjuicios de mamá, pregonaba que por la incomodidad que le causara mi rompimiento, había mi abuelo dejado la casa y variado sus disposiciones a favor de mi tío echando sobre mí la culpa, que sólo él tenía. Mi tío y mis primas (que no me perdonaban el tener ningún mérito, ni aún después que me habían robado el afecto de mi abuelo), decían que el golpe mortal que yo le había dado al pobre anciano, había precipitado su muerte; en fin, todo el mundo decía que mi locura en romper el matrimonio, había privado a mi mamá del tercio de mi abuelo y a mí misma de su quinto. Yo tenía un alma superior a intereses de esta especie, y ¡sábelo Dios!, en las lágrimas que vertí, ninguna fue arrancada por el pesar de perder aquella codiciada herencia. Pero mi corazón estaba desgarrado por las injusticias de que era objeto. Yo tenía el íntimo convencimiento de que mi abuelo no se marchaba de casa por causa de mi rompimiento; sabía cuanta indulgencia y cariño había hallado yo en él después de aquella pretendida locura, que se decía haberle exaltado tanto; ningún remordimiento tenía de ser causa de su muerte; pero, no obstante, sentía que me agobiaba el dolor y el arrepentimiento. ¡Cuántas veces lloré en secreto lágrimas de hiel, y pedí a Dios que me quitase la existencia, que no le había pedido, ni podía agradecerle! ¡Cuantas envidié la suerte de esas mujeres que no sienten ni piensan; que comen, duermen, vegetan, y a las cuales el mundo llama muchas veces mujeres sensatas! Abrumada por el instinto de mi superioridad, yo sospeché entonces lo que después he conocido muy bien: que no he nacido para ser dichosa y que mi vid sobre la tierra será corta y borrascosa. Faltaba una cosa para colmar la medida de mis pesares y la suerte no me la rehusó. Supe, sin poder dudarlo, que Rosa Carmona y Loynaz se amaban. Sólo entonces comprendí los motivos de la anterior conducta de aquella falsa mujer, y el más profundo despreció sucedió en mi corazón una amistad tan indignamente burlada. Estas fueron las primeras lecciones que me dio el mundo: Esto encontré cuando inocente, pura, confiada, buscaba amor, amistad, virtudes y placeres: ¡inconstancia! ¡perfidia! ¡sórdido interés! ¡envidia! Crimen, crimen y nada más. ¿Soy culpable, pues, de no amarle? ¿Puedo tener ilusiones?... Pero vivo como si las tuviera, porque el mundo amigo mío, se venga cruelmente del desprecio que se le hace. Es preciso aparentar vida en la frente, aunque se lleve la muerte en el corazón. Por la tarde. Mi única amiga era ya mi prima Angelita; era, como yo, desgraciada, y, como yo, lloraba un desengaño. Su marido, aquel amante tan tierno, tan rendido, se había convertido en un tirano. ¡Cuánto sufría la pobre víctima! ¡y con cuán heroica virtud! Mi cariño hacia ella llegó al entusiasmo, y mi horror al matrimonio nació y creció rápidamente. Yo no trataba sino a mi prima, y aquella vida sedentaria, triste y contemplativa, alteró mi salud. Púseme tan delgada y enferma que, alarmada mamá, me llevó al campo. Allí pasé tres meses de soledad: soledad exterior y soledad del corazón; no mejoré y volvimos a la ciudad. ¡triste, muy triste fue aquella época de mi vida! Aún me aflige el recordarla. Tenía la esperanza de morir pronto, pero momentos tenía en que me parecían demasiado lentos los progresos de mi mal y sentía impulsos de acelerar yo misma su resultado; mis principios religiosos y el amor entrañable que tenía por mi mamá y mi hermano sofocaban este impulso. Mi padrastro tenía también un salud quebrantada y lo atribuía al clima. Persuadióse que moriría, si no se venía a España, y como no aborrecía la vida como yo, determinó realizarlo. Este proyecto me sacó de mi desaliento; deseaba otro cielo, otra tierra, otra existencia; amaba a España y me arrastraba a ella un impulso del corazón. Disgustada de mi familia materna, anhelaba conocer la de mi padre, ver su país natal, y respirar aquel aire, que respiró por primera vez, Tomé, pues, un empeño, en decidir a mamá en establecerse en este antiguo mundo. Escalada, por su parte, usaba de toda su influencia a fin de determinarla, pintándole mil ventajas en el cambio. Pero mamá resistía apoyada por sus parientes. A pesar de esto, Escalada vino Puerto Príncipe y empezó a vender tierras y esclavos y a mandar sobre los bancos de Francia todo el numerario posible. Luego, creyendo más fácil decidir a mamá si la sacaba de su país y de su familia, le propuso ir pasar unos meses en Santiago de Cuba, donde estaba de guarnición su regimiento. Todos secundamos sus esfuerzos y lo conseguimos. Sensible, más sensible de lo que yo creía, me fue el arranque de mi país y la separación de mi prima; pero al llegar a Santiago los objetos nuevos me dieron otra vida. Santiago de Cuba es una ciudad poco más o menos como Puerto Príncipe y más fea e irregular. Pero su bellísimo cielo, sus campos pintorescos y magníficos, su concurrido puerto y la cultura y amabilidad de sus habitantes, la hacen muy superior bajo cierto aspecto. Tuve en aquella ciudad una aceptación tan lisonjera, que a los dos meses de estar allí ya no era un forastera. Jamás la vanidad de una mujer tuvo tantos motivos para verse satisfecha. Yo fui generalmente querida y obsequiada, y jamás podré olvidar los favores que he debido a los habitantes de Santiago. Entonces volví a tener gusto al estudio y a la sociedad. Hice algunos versos, que fueron celebrados con entusiasmo; entreguéme a las diversiones, en las cuales era deseada y colmada de obsequios. Usted supondrá que no me faltaron aspirantes: tengo algún orgullo en decirlo: los jóvenes más distinguidos del país se disputaban mi preferencia. Ninguno, empero, la consiguió exclusiva. Mi predilecto en un baile era el mejor danzarín; en un paseo, el que montaba con mayor gracia el más hermoso caballo; en tertulia, el que tenía más amena y variada conversación. Ninguna ilusión de amor tuve en Santiago y, por consiguiente, no saqué de ella ningún desengaño. Acaso por esto la amo tanto. Loynaz fue cuatro meses después que nosotros e intentó renovar sus pretensiones. Excusaba sus amores con Rosa diciendo que ella le había en cierto modo comprometido y me juraba que yo era su único amor y que mi viaje o tenía otro objeto que el de obtener mi perdón y reconcialiarse conmigo. Yo no me negué ni a o uno ni a lo otro: Perdonéle y le entregué mi amistad pero fui inflexible con respecto al amor. Antes de volverse a Puerto Príncipe solicitó promesa de seguir con él correspondencia por escrito y, mediante que prometió serían sus carta meramente amistosas, condescendí a su demanda. En efecto, ambos seguimos dicha correspondencia con admirable exactitud hasta su muerte, acaecida medidos del año 37, cuando él cumplía los veinticinco de su edad y yo y estaba en España. Mi padrastro supo aprovechar tan bien su ascendiente sobre mamá, y yo por mi parte lo secundé de tal modo, que al fin logramos determinarla a venir a España. El día 9 de abril de 1836 no embarcamos para Burdeos en una fragata francesa, y sentidas y lloradas, abandonamos ingratas aquel país querido, que acaso no volveremos a ver jamás. ¡Perdone usted!; mis lágrimas manchan este papel; no puedo recordar sin emoción aquella noche memorable en que vi por última vez la tierra de Cuba. La navegación fue para mi un manantial de nuevas emociones. "Cundo navegamos sobre los mares azulados, ha dicho Lord Byron, nuestros pensamientos son tan libres como el Océano." Su alma sublime y poética debió sentirlo así: la mía lo experimentó también. Hermosas son las noche de los trópicos, y yo las había gozado; pero son más hermosas las noches del Océano. Hay un embeleso indefinible en el soplo de la brisa, que llena las velas ligeramente estremecida, n el pálido resplandor de la luna que reflejan las aguas, en aquella inmensidad que vemos sobre nuestras cabezas y bajo nuestros pies. Parece que Dios se revela mejor al alma conmovida en medio de aquellos dos infinitos -¡el cielo y el mar!-, y que un voz misteriosa se hace oír en el ruido de los vientos y de las olas. Si yo hubiese sido atea, dejaría de serlo entonces. También experimentamos tempestades, y puedo decir con Heredia: Al despeñarse el huracán furioso, Al retumbar sobre mi frente el rayo Palpitando gocé... Por fin, después de malos y buenos tiempos y de sentir todas las impresiones consiguientes a una larga navegación, el primero de junio saludamos con júbilo las risueñas costas de la Francia. Los días que pasé en Burdeos me parecen ahora un lisonjero sueño. Abríase mi alma en aquel país de luces y de ilustración. No amé, no sufrí, apenas sé si pensaba. Estaba encantada y mi corazón y mis ojos no me bastaban. Fue forzoso dejar aquella seductora ciudad y no lo hice sin lágrimas. Ningunas simpatías podía yo encontrar en Galicia, y viniendo de una de las primeras ciudades de Francia, la Coruña me pareció inferior a lo que realmente es, pues hoy la creo una de las más bonitas poblaciones de España. Pero el carácter gallego me desagradaba y el clima me sentaba mal. Sin embargo, acaso me hubiese acostumbrado y se disiparía la primera impresión desagradable que sentí al llegara ella, si motivos inesperados no me hubieran dado reales y positivos pesares. Por la noche. MI padrastro se había manejado bien con nosotros hasta entonces: entonces se desenmascaró. Estaba en su país y con su familia, nosotros lo habíamos abandonado todo. Su alma mezquina abusó de estas ventajas. No molestaré usted con detalles enojosos de nuestra situación doméstica; bástele saber que no hubo pesares ni humillaciones que yo no devore en secreto. Mamá era muy infeliz, y yo carecía de fuerzas para sufrir sus pesares, aunque llevaba los míos con constancia. Mi hermano Manuel tuvo precisión de marcharse al extranjero; tan comprometido se vio por mi padrastro. ¡Oh!, sería de nunca acabar si quisiera contar por menor las ridiculeces, tiranías y bajezas de aquel hombre, que yo deseo y quiero respetar todavía como marido de mi madre. Dios lo sabe, y será algún día juez de ambos. En aquella situación doméstica tan desagradable conocí a Ricafort y fui amada por él: también yo le amé desde el primer día que le conocí. Pocos corazones existirán tan hermosos como el suyo: noble, sensible, desinteresado, lleno de honor y delicadeza. Su talento no correspondía a su corazón: era muy inferior, por desgracia mía. Conocí pronto esa desventaja: aunque generoso, Ricafort parecía humillado por la superioridad que me atribuía: sus ideas y sus inclinaciones contrariaban siempre las mías. No gustaba de mi afición al estudio y era para él un delito que hiciese versos. Mis ideas sobre mucha cosas le daban pena e inquietud. Temblaba de la opinión y decíame muchas veces: ¿qué lograrás cuando consigas crédito literario y reputación de ingenio? Traerte la envidia y excitar calumnias y murmuraciones. Tenía razón, pero me helaba aquella fría razón. Aunque mostraba de mi corazón el concepto más elevado y ventajoso, no se me ocultaba que le desagradaba mi carácter. Y me repetía que ese carácter mío le haría y me haría a mí misma desgraciada. Yo me esforzaba en reprimirlo y sofocaba mis inclinaciones por darle gusto; pero esta continuada violencia me entristecía, y, notándolo él, se convencía de que no podría nunca hacerme dichosa. Sin embargo de todo esto, nos amábamos más cada día. Mis pesares domésticos llegaron a afectarme tanto que necesité desahogar mi pecho y se lo comuniqué: ¡nunca olvidaré aquel momento! ¡Yo vi sus ojos arrasados de lágrimas! Entonces, con aquel acento, que la falsedad no podrá nunca imitar, me rogó aceptase su corazón y su mano y le diese el derecho de protegerme y vengarme. Muchos día vacilé: mi horror al matrimonio era extremado; pero, al fin, cedí: mi situación doméstica ya insufrible, mi desamparo, su amor y el mío, todo e unió para determinarme, y cundo le dije que consentí en ser su esposa, tomé la decisión de consagrar mi existencia a hacer la suya dichos, y quitármela en aquel momento en que no pudiese llenar ese objeto. Talento, placeres, todo se aniquiló para mí: sólo deseaba llenar las severas obligaciones que iba a contraer y hacer canto en mi poder estuviese por aligerar a Ricafort las cadenas que le imponían. ¡Oh, ,Dios mío! ¿Por qué no pude hacerlo?... Tú sabes si eran puras mis intenciones y sinceros mis votos. ¿por qué no los escuchaste? Yo no aseguré que hubiera amado siempre a Ricfort, porque ¿quién puede responder de su corazón?; pero cierta estoy de que siempre le habría estimado y que nunca le obligaría a maldecir el día en que se uniera a mi suerte, pues si no puedo responder de mis sentimientos, puedo, por lo menos, responder de mis acciones. Pero nada de esto debía ser: la funesta debilidad de mi carácter debía trastornarlo todo. Nuestra unión no pudo verificarse por de pronto. Él era altivo y yo también: ni uno ni otro queríamos depender de nuestras familias ni un solo día. Gracias mi padrastro mis intereses estaban embrollados, y Ricafort no contaba sino con un sueldo mal pagado. Hice proposiciones racionales a mi padrastro, ¡que no las admitió!; solicité de la corte el derecho de mayoría, pintando mi situación excepcional, pero antes de obtener el resultado fue depuesto Ricfort, padre, y el hijo tuvo orden de reunirse a su regimiento. Hice justicia al General: Conocía su carácter y franqueza y no dudaba que hallaría en él un padre, pero yo tenía demasiado orgullo para entrar en su familia como un mendiga, y decidí no casarme hasta no poder aclarar mis intereses y decir a Ricafort cuáles eran estos y la mayor o menor seguridad que presentaban. En fin, después de numerosas vacilaciones y penosas escenas, Ricafort marchó a su destino. Dolorosa me fue, muy dolorosa, esta separación, aunque yo estaba muy lejos de creerla eterna, pero, pasados los dos primeros meses, pensé mucho en las diversidades que existían entre Ricafort y yo, y me pregunté a mí misma si aquella superioridad, que él me suponía, no sería, tarde o temprano, un motivo de desunión, y reflexionando en las contras del matrimonio y las ventajas de la libertad, me di el parabién de ser libre todavía. Vino mi hermano por entonces a la Coruña. Mucho necesito ahora de la indulgencia de usted, querido amigo, porque me avergüenzo todavía de mi ligereza. Vino mi hermano y desaprobó la unión. Me representó la triste suerte de los militares en las actuales circunstancias; hablóme con entusiasmo de un viaje, que quería hiciésemos juntos a Andalucía para conocer a la familia paterna (de la cual me hizo elogios que hoy conozco inmerecidos) y de lo dichosa que sería yo con mi mayoría, pudiendo gozar una vida cómoda e independiente, conforme a mis inclinaciones; sobre todo, me dijo, y fue loo que más impresión me hizo, que si me casaba con Ricafort y le seguía, nos separaríamos él y yo para siempre acaso. ¿Qué diré a usted par justificarme?... Nada, nada es bastante. Fui débil e inconsecuente. Marché con mi hermano a Lisboa: no he vuelto a saber de Ricafort. Si se exceptúa el dolor de la reparación de mamá, puede decirse que dejé con placer Galicia. Eran muy pocas las personas que en ella me merecían algún afecto, y no ignoraba que yo tenía muchos enemigos: De este número eran todos los parientes de Escalada. Gracias al cielo, no podían herirme en mi honor por mucho que lo desearan, pero daban mil punzadas de alfiler a mi reputación bajo otro concepto. Decían que yo era atea, y la prueba que daban era que leía obras de Rousseau y que me habían visto comer con manteca un viernes. Decían que yo era la causa de todos los disgustos de mamá con su marido y la que le aconsejaba no darle gusto. La educación que se da en Cuba a las señoritas difiere tanto de la que se les da en Galicia, que una mujer, un en la clase media, creería degradarse en mi país ejercitándose en cosas que en Galicia miran las más encopetadas, como una obligación de su sexo. Las parientas de mi padrastro decían, por tanto, que yo no era buen para nada porque no sabía planchar ni cocinar, ni calcetar; porque no lavaba los cristales, ni hacía las camas, ni barrí mi cuarto. Según ellas yo necesitaba veinte criadas y me daba el tono de una princesa. Ridiculizaban también mi afición al estudio y me llamaban la Doctora. Una hermana de escalada dio de bofetones a una criada de casa, porque, interrogada respecto a mí, en una casa en que ella había dado tan brillantes informes, tuvo la pobre mujer la extravagancia de decir que yo era una Ángel, y que, lejos de ser imperiosa ni exigente en la casa, todas las criadas me querían por mis buenos modos. Usted supondrá cuán poco sentiría dejar aquel país, y si podré volver a él con gusto, aún cuando tenga la desgracia de que vuelva él mi familia. Luego que rompí mis compromisos y me vi libre, aunque no más dichosa, persuadida de que no debí casarme jamás y de que el amor da más penas que placeres, me propuse adoptar un sistema, que ya hacía algún tiempo tenía en mi mente. Quise que la vanidad reemplazase al sentimiento y me pareció que valía más agradar generalmente que ser amada de uno solo; tanto más cuanto ese uno nunca seria un objeto que llenase mis votos. Yo había perdido la esperanza de encontrar un hombre según mi corazón. No busqué y, pues, ni amor ni amistad; deseaba impresione débiles y pasajeras, que me preservasen del tedio sin pro mover el sentimiento. Sin embargo, no podía aturdirme por más que me esforzaba. Separada por primera vez de mamá, sin esperanza de volver a ver a Ricafort (al cual amaba aún), sintiendo más que nunca el vacío de mi alma, disgustada de un mundo m que no realizaba mis ilusiones, disgustada de mí misma por mi impotencia de ser feliz, en vano era que quisiera aturdirme y sofocar en mí este fecundo germen de sentimientos y dolores. Otro desengaño tuve, demás, y no de los menos doloroso. Yo amaba mucho mi hermano, con él había llevado el desinterés hasta un grado que otros me vituperaron; con él había sido siempre afectuosa, condescendiente y delicada. Al verme sol con él por el mundo esperaba que su conducta correspondiese la mía. ¡me desengañé muy pronto! Conocí que el hombre abusa siempre de la bondad indefensa y que hay pocas almas grandes y delicadas para no querer oprimir cuando se conocen más fuertes. Hubiera querido mudar mi naturaleza. Creí que sería menos desgraciada cuando malograse no amar nadie con vehemencia, desconfiar de todos, despreciándolo todo, desterrando toda especie de ilusiones, dominando los acontecimientos a fuerza de preverlos, y sacando de la vida las ventajas que me presentase, sin darles, no obstante, un gran precio. Yo me avergonzaba ya de una sensibilidad que me constituía siempre en víctima. Más de un años hace que trabajo por conseguir ni objeto; no é si rá trabajo perdido. En este tiempo dos veces he contraído pasajeras relaciones; tan pasajeras, que un de ellas no duró quince días. Mi corazón no la formó; fue la cabeza únicamente, la necesidad de una distracción, el ejemplo de la sociedad en que vivía; nada más. Fueron empeños de sociedad más bien que de amor. Bien en breve me fastidié, y rompí sucesivamente aquellos semiamores sosos con tanta ligereza como los había contraído. No hablaré del proyecto de mi tío Felipe de casarme en Constatina con un mayorazgo del país y de cómo mi hermano, que tan opuesto era a que yo me casase, tomó un empeño entonces a favor de mi novio. Esto no merece mayores detalles, pues en nada ha influido semejante proyecto en mi corazón y en mi destino. Pero debo extenderme más en la relación de un compromiso recientemente concluído y que usted no ignora. Es preciso no callar nada y que sepa usted los motivo que tuve para formarlo y para concluirlo. ¡los motivos que tuve para formarlo! Embarazada me veré para decirlos. Más no importa. Mi franquea exige que los diga; la delicadeza de ustedle ordena olvidarlos tan luego concluya de leer esta. Adiós; necesito un momento de descanso. 27 por la tarde. Al mismo tiempo que D. Antonio Méndez Vigo comenzó a obsequiarme dirigirme otro algunas atenciones. Ese otro me agradaba más de lo que deseaba. Sentíame inclinada a él por una fuerza extraña y caprichosa y me estremecía el pensar que aún podía amar, tanto más que, creyendo entonces que existía una enorme diferencia entre los caracteres e inclinaciones de dicho aquel sujeto, yo preveía en un nuevo amor un nuevo desengaño. Sin embargo, un instinto del corazón parecía divertirme que era llegado el momento en que debía expiar mis pasadas inconsecuencias, y, sin saber por qué, me sentía dominada. Sé cuánto más fuerte se hace una inclinación combatida y no quise combatir la mía, pero no quise tampoco entregarme a ella exclusivamente, porque temía se hiciese de este modo omnipotente. Era, pues, preciso oponer la vanidad al sentimiento y distraer con un pasatiempo el interés demasiado vivo que sentía. Prescindo de todo para ser sincera. No me juzgue usted, ¡por Dios!, con severidad. El hombre que me interesaba se desviaba de mí, y el que no me agradaba redoblaba sus atenciones y asiduidades. El primero me causaba con su influencia en mi corazón serias inquietudes y me picaba con su indecisión; el segundo, me lisonjeaba y me divertía con su amor de niño y me parecía bien poco peligroso. Hice lo que me preció más conveniente a mi tranquilidad y lo que supuse de menos consecuencia. Admití los afectos del, uno y procuré sofocar los que el otro me inspiraba. ¡ya está dicho todo! Ahora olvídelo usted. No disimularé que el candor de mi joven mate, su amor entusiasta y mil prendas apreciables que descubría en él llegaron a conmoverme. ¡Pobre niño! ¡cuánto me ha amado!; ¿por qué este caprichoso corazón no supo corresponder dignamente?... ¡No lo sé! Me inspiraba un afecto sin ilusiones, sin calor; un afecto indefinible, que algunas veces me parecí debía semejarse al que un madre siente por u hijo; no se ría usted de esta comparación. ¿En qué consistía que ese joven no me produjese otra clase de amor? Yo no podré decirlo, porque no lo sé a fe mía. No es mal parecido, ni tonto. Usted lo sabe y aun puedo decir que existen ciertos puntos de simpatía entre nuestro modo de sentir, pero él me amaba a mí como yo amaría si encontrase un hombre según mis deseos. Pero él no era ese hombre; en vano me esforzaba, y a fuerza de decirle que le amaba quería persuadírmelo a mí misma; en vano me reprochaba de caprichosa e ingrata interiormente; ¡en vano! confesaré a usted lo que entonces no quería confesarme a mí misma: Al lado de aquel joven sentía momentos de insoportable tedio, y sus expresiones más apasionadas hallaban frío mi corazón y me producían a veces un no sé qué de hastío. ¡Era esto un capricho inexplicable del corazón porque yo le quería! ¡Sábelo Dios! Yo le quería, repito, pero no podré, sin desmentir mi íntimo convencimiento, decir que le amaba. No puedo explicar esta diferencia, pero la concibo perfectamente. Estaba él demasiado enamorado para limitar sus deseos a unas sencillas relaciones pasajeras sin duda. Quiso arrancarme la promesa de que sería su esposa y absolutamente la rehusé. Manifestéle mi repugnancia al matrimonio, y tampoco le oculté que mi amor no era de naturaleza tal que me inspirase el deseo de ser suya. Llamóme mujer original, fría, sin corazón. ¡Cuántas lágrimas! ¡Cuámtas reconvenciones! Yo hubiera roto con él, si la compasión no me hubiese inspirado esperar para hacerlo que se pasase, como no dudaba que sucediera, esa exaltación de amor, que entonces le poseía. Le vi padecer tanto que me conmoví, y como se ofrece la luna a un chiquillo, que llora por ella, le ofrecí que sería suya algún día. Una bagatela le indispuso luego con mamá, y le trataba esta con tal esquivez, y aun desatención, que, ofendida yo, le prohibí, por su propio decoro, venir a casa en algunos días, para que se calmase mamá y hacerla yo entender lo desatenta que estaba con él por un motivo tan pueril. El pobre muchacho creyó ya que no volvería a verme; qué se yo lo que pasó en aquella cabeza. Lo cierto es que hizo mil locuras irreparables. Después de algunos días de afán y mortal inquietud, que mis cartas las más tiernas no podían calmar, cometió la imprudencia de hablar a su padre y escribir a mi hermano, diciendo el deseo y resolución que tenía de casarse conmigo, sin haber consultado antes mi voluntad, acaso porque dudaba de ella. Interrogada por mi familia, desde luego declaré seriamente que no pensaba en semejante matrimonio, y mi hermano se lo escribió así a Méndez Vigo. ¡Entonces fue Troya! No molestaré a usted con pormenores enfadosos. El pobre chico creo que se trastornó, pues entre mil disparates que dijo e hizo, me escribió una carta (que conservo como casi todas las suyas) en la que me juraba que se daría un pistoletazo si no me casaba con él antes de tres meses. Temí cualquier cosa de él, mucho más cuando supe que andaba llorando en los paseos y cafés como un loco; tuve, pues, con su situación, todas las consideraciones que exigía, le escribí unas cartas llenas de ternura y le ofrecí que sería suya más tarde. Pero nada bastó; no sé que espíritu maligno se había apoderado del pobre joven. Saben su amigos hasta qué punto se extraviaba por momentos su razón. La piedad que tal vez me hubiera determinado a casarme con él (a pesar que menos que nunca me inspiraba aprecio ni confianza aquel carácter tan débil ni aquella cabeza tan frágil), si el orgullo de mi nombre no me lo hubiera absolutamente prohibido. El padre de ese joven, que, según tengo entendido, es responsable a u hijo del dote considerable que le llevó su primera esposa (y que sin duda no deseaba desposesionarse de él, como tendría que hacerlo casándose su hijo), dijo que no aprobaba su matrimonio sino hasta dentro de tres años, pues aún 4era muy joven para contraer tan serio empeño. En consecuencia a esta manifestación rehusó venir a pedir mi mano, como parece quería su hijo, y este lo amenazó con que pediría al jefe político la licencia que él le negaba. Todo esto pasaba sin que yo supiese nada, ni remotamente lo sospechase. ¡puede usted figurarse mi indignación la primera noticia que llagó a mis oídos! Se apuró mi sufrimiento y rompí enteramente con el imprudente joven, escribiendo al padre una carta donde le manifestaba que jamás había tenido ni remotamente la intención de casarme con su hijo ni con su aprobación ni sin ella. Por tanto, debía mirar como locuras del joven todos los pasos que hubiese dado con ese objeto y le aconsejaba y rogaba le mandase a viajar para distraerle. Pocas personas sabrán es Sevilla estos pormenores, pero muchos han sido conocedoras de su desesperación y de los reproches que me dirigía en su exaltación. Así es que, por una fatalidad de mi estrella, siempre me condenan las apariencias, se me juzga sin comprender mis motivos. Yo sé que se me censura haber jugado con la sensibilidad de ese joven y se me tacha de inconstancia y coquetería,. ¡ya usted conoce mi culpa!; no he tenido otra sino entablar (como hacen todas en Sevilla) unas relaciones que suponía ligeras y sin consecuencias de ninguna especie; ¡esta es toda mi culpa y sabe Dios cuánto me he arrepentido de ella! Si después no pude resolverme a sacrificar mi libertad y mi delicadeza casándome con él sin la pública aprobación de su padree, ciertamente no merezco por ello censura, y sería muy despreciable mis ojos si hubiera procedido de otro modo. La pasión no me haría faltar mi decoro entrando a la fuerza en una familia; ¡cuanto menos la compasión! Marchóse, por fin, Antonio y yo respiré; parecióme ver la luz después de una larga prisión o lanzar un peso enorme largo tiempo sostenido. Lo confieso: quedé cansada de amor; aquel amor delirante y frenético, del que yo no había participado, me causaba fatiga. Por eso, me fijé más que anteriormente en mi sistema de no amar nunca. Ha jurado no casarme nunca; no amar nunca, y aun me propongo ya abjurar también de todo empeño, aun los más sencillos y pasajeros. Un mes después de la marcha de Méndez Vigo volvió usted. ¡Está concluida mi historia!; pensé antes no haberla escrito sino en ausencia de usted, porque quería entablar con usted correspondencia, pero luego varié de idea porque no pienso ya que debemos iniciarla. Nada más me resta que decir, caro amigo; ahora recuerde usted mis condiciones. Este original será reducido a cenizas tan luego sea leído, y nadie más que usted en el mundo sabrá que ha existido. Adiós; no sé cuando nos veremos y podré dar a usted este cuadernillo. Acaso con él voy a disimular la estimación con que usted me favorece y a debilitar su amistad; ¡no importa! ¿Debo sentir el dar armas a usted para combatir una amistad que acaso conviene a ambos deje de existir? Yo seré siempre amiga de usted, aun cuando no exista amistad entre nosotros. Es decir, le estimaré a usted aun cuando cese de manifestarlo. Adiós, querido amigo; sacuda usted esa melancolía que me aflige. Créame usted: para ser dichoso modere la elevación de su alma y procure nivelar su existencia a la sociedad en que debe vivir. Cuando la injusticia y la ignorancia le desconozcan y le aflijan, entonces dígase usted sí mismo: Existe un ser sobre la tierra que me comprende y me estima. Sí, creo comprender a usted y estimarlo; ¡si me engañase! ¡si fuese usted otro de lo que yo le creo!... sería un desengaño más; ¡y qué importa uno más a la que ha sufrido tantos! P.D.- He leído esta y casi siento tentaciones de quemarla. Prescindiendo de lo mal coordinada, mal escrita, etc., ¿debo dársela a usted? No lo sé; acaso no. Ciertamente, no tengo de qué avergonzarme delante de Dios, no delante de los hombres Mi alma y mi conducta han sido igualmente puras. Pero tantas vacilaciones, tantas ligerezas, tanta inconstancia, ¿no deben hacer concebir a aquel a quien se las confieso un concepto muy desventajoso de mi corazón y de mi carácter? ¿Debo tampoco descubrir los defectos de personas que me tocan tan de cerca como lo hago?... No, ciertamente; no debo. Para resolverme a dar usted este cuaderno es preciso que le estime a usted tanto, tanto, que no lo crea un hombre, sino un ser superior. No sé, pues, qué hacer; lo guardaré y seguiré, para darlo o quemarlo, el impulso de mi corazón cundo vea a usted por primer vez. Nota: Los padres de la Avellaneda fueron el capitán de navío D. Manuel Gómez de Avellaneda y D.a Francisca Arteaga Referencias Cuba Literaria - www.cubaliteraria.cu/autor/ggomez_avellaneda/autobiografia.htm
“La poesía en mí no es un oficio ni un beneficio. Es una disciplina humilde, un hecho humano al que no puedo negarme, porque me llama con la más tierna de las voces, con una inconfundible voz suplicante e imperante a la vez. Como poeta no me siento en modo alguno un ser excepcional y privilegiado”. “No soy más que notario de mis propias emociones... Sólo que el poeta que da fe fiel de las emociones de su yo es algo más que un notario, es una aguja magnética que se mueve a la menor alteración, que oscila delicadamente para marcar de la manera más precisa y ajustada los más finos y varios matices del sentimiento.” Emilio Ballagas. Poeta y ensayista cubano de reconocido prestigio en el ámbito literario del Siglo XX. Se le considera uno de los más excelentes cultivadores del Neorromanticismo y de la poesía negrista en Cuba Nació en Camagüey el 7 de noviembre de 1908. Se graduó de Bachiller en Letras y Ciencias en el Instituto de Segunda Enseñanza de Camagüey, en 1926. Comenzó los estudios de pedagogía en la Universidad de La Habana, en 1928. Trayectoria literaria En 1931 publicó su primer libro: Júbilo y fuga. Más tarde, en 1933, obtuvo el título de Doctor en Pedagogía por la Universidad de La Habana. Ocupó la cátedra de Literatura y Gramática en la Escuela Normal para Maestros de Santa Clara, cargo que desempeñó hasta 1946. En 1934 apareció por primera vez su Cuaderno de poesía negra. Al año siguiente, ocupó el cargo de redactor del periódico La Publicidad, de Santa Clara, hasta 1943. Posteriormente, publicó Elegía sin nombre y ofreció la conferencia "Parábola de la poesía española contemporánea" en la Institución Hispanocubana de Cultura. Viajó por Francia en 1937, siendo comisionado por la Secretaría de Educación para realizar investigaciones sobre manuscritos de autores americanos conservados en la Biblioteca Nacional de París. Un año después presentó al gran público Nocturno y elegía. La Dirección de Cultura de la Secretaría de Educación de la República de Cuba le otorgó una Mención Honorífica por sus obras Sabor Eterno y Sergio Lifar, el hombre del espacio. A partir de 1942, trabajó junto con Gastón Baquero, Eliseo Diego, Fina García Marruz y Cintio Vitier, como editor de la revista Clavileño. Tomó parte del ciclo organizado por la Sección de Literatura del Ateneo de La Habana "Los poetas de ayer vistos por los poetas de hoy", con una conferencia sobre José María Heredia. Pronunció dos conferencias en la Asociación Cultural de Católicas: "Ulises de regreso" y "Castillo interior de la poesía". En 1943 dirigió la revista Fray Junípero. Cuadernos de la vida espiritual. Obtuvo el título de Doctor en Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana, en 1946. Se le otorgó una beca del Institute for the Education of the Blind de Nueva York, institución dedicada a la enseñanza de ciegos. Allí permaneció hasta 1947, aprendió braille y conoció al poeta norteamericano Fred K. Tarrant. Durante su estancia en los Estados Unidos ofreció conferencias en los cursos libres de la Universidad de Columbia y en La Casa Hispánica de Nueva York. El Colegio Nacional de Periodistas lo acreditó con el certificado de Aptitud Periodística Profesional. Muere en La Habana, el 11 de septiembre de 1954 a la edad de 46 años. BIBLIOGRAFIA Poesía * Júbilo y Fuga, pról. Juan Marinello, 2ª ed., Ed. Héroe, La Habana, 1931. * Cuaderno de poesía negra, Santa Clara, 1934. * Elegía sin nombre, La Habana, 1936. * Nocturno y elegía, La Habana, 1938. * Júbilo y fuga, Ed. Héroe, 2ª ed, La Habana, 1939. * Sabor eterno, Ed. Héroe, La Habana, 1939. * Décimas por el júbilo martiano en el Centenario del Apóstol José Martí, La Habana, 1953. * Obra poética de Emilio Ballagas, Ed. póstuma con un ensayo preliminar de Cintio Vitier, La Habana, 1955. * Obra poética, Ed. Letras Cubanas, La Habana, 1984. Prosa * "Los movimientos literarios de vanguardia", en Cuadernos de la Universidad del Aire, 2do. curso, no. 24, La Habana, 1933. * "Pasión y muerte del futurismo", en Revista Cubana, vol. 1, no. 1, pp. 91-111, La Habana, enero de 1935. * "La poesía en mí", en Revista Cubana, vol. IX, no. 26, pp. 158-161, La Habana, agosto de 1937. * "Poesía negra liberada", en Revista de México, no. 18, México, 1937. * "Sergio Lifar, el hombre del espacio", en Lyceum, vol. III, no. 9-10, pp. 13-28, La Habana, marzo-junio 1938. * "Poesía negra española", en Carteles, año 22, no. 9, pp. 30, La Habana, 2 de marzo de 1941. * La herencia viva de Tagore, Ediciones Clavileño, La Habana, 1942. * "Situación de la poesía afroamericana", en Revista Cubana, vol. XXI, pp. 5-60, La Habana, enero-diciembre 1946. * "La poesía nueva", en Cuadernos de la Universidad del Aire, pp. 51-61, La Habana, septiembre, 1949. * "Ronsard, ni más ni menos", en Lyceum, vol. VII, No. 28, pp. 5-22, La Habana, noviembre 1951. * "Nota sobre Regino Pedroso", en Revista Cubana, pp. 83-85, vol. XXXI, núm. 1, La Habana, enero- marzo 1957. Premios y distinciones * 1938. La Dirección de Cultura de la Secretaría de Educación de la República de Cuba le otorga una Mención Honorífica por sus obras Sabor Eterno y Sergio Lifar, el hombre del espacio. * 1946. Es nombrado miembro del Instituto Internacional de Estudios Afroamericanos con sede en México. * 1951. Obtiene el Premio Nacional de Poesía con Cielo en rehenes . * 1953. Sus Décimas por el júbilo martiano en el Centenario del Apóstol José Martí son premiadas y editadas por la comisión organizadora de los actos y ediciones del Centenario y del Monumento de Martí. Referencias Wikipedia – http://es.wikipedia.org/wiki/Emilio_Ballagas
Jesús Orta Ruiz 30 de septiembre de 1922, La Habana, †30 de diciembre de 2005, La Habana, también conocido con el sobrenombre de “Indio Naborí”, es un destacado poeta y decimista cubano, que desarrolló una gran popularidad en su tierra natal. Nació y se crió en una familia campesina conservadora de las tradiciones y folclore de origen español en los campos de Cuba, tradiciones llevadas a la isla por sus bisabuelos (quienes eran originarios de las Islas Canarias). De ahí que el punto de partida de su vocación poética, manifiesta precozmente, no podía ser otro que la décima, folclorizada en el canto de los labradores cubanos. Desde los nueve años de edad la improvisaba.
Josefina García-Marruz Badía, conocida artísticamente como Fina García Marruz (La Habana, 28 de abril de 1923), es una poetisa e investigadora literaria cubana, que ha recibido numerosas distinciones entre las que destacan los premios Nacional de Literatura 1990, Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2007 y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2011. Estudió la primaria en el Colegio Sánchez y Tiant y el bachillerato en el Instituto de La Habana; se doctoró en Ciencias Sociales en la Universidad de La Habana (1961). Publicó su primer libro de poemas a principios de los años cuarenta y perteneció, junto a su esposo Cintio Vitier, al grupo de poetas de la revista Orígenes (1944-1956), creada por José Lezama Lima. Su obra poética ha sido traducida a varios idiomas y ha formado parte de numerosas antologías. Sus ensayos y poesías, además de en libros, han aparecido en diversas revistas y pediódicos, como Lyceum, Nueva Revista Cubana, Cuba en la Unesco, Islas, La Gaceta de Cuba, Unión, Revista de la Biblioteca Nacional o Anuario Martiano. Desde 1962 fue investigadora literaria en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí y desde su fundación en 1977 hasta 1987 trabajó en el Centro de Estudios Martianos, donde fue miembro del equipo encargado de la edición crítica de las Obras completas de José Martí. Ha viajado a Checoslovaquia, España, Estados Unidos, Francia, México, y Rusia (en tiempos de la Unión Soviética). Entrevista con la poetisa cubana Fina García Marruz "Me comunico mejor con el silencio” Rosa Miriam Elizalde La Jiribilla Es tan proverbial su timidez que rara vez ha dado una entrevista. Cuando aparece en un diálogo para la prensa es porque ha sido testigo de alguno en el que el protagonista ha sido su esposo, Cintio Vitier, “el Presidente de la República de las Letras cubanas”, como lo ha llamado Roberto Fernández Retamar. Su sigilosa presencia pública no la hace menos conocida. Fina García Marruz es autora de una obra en la que se reconocen algunos “de los poemas de más apasionada belleza que se hayan compuesto en lengua española desde que se asomó el milnovecientos”, diría otro grande de su espléndida generación vinculada a la Revista Orígenes, Eliseo Diego. Madre de dos músicos geniales, Sergio y José María Vitier, a la poesía y a la ensayística de Fina no le ha faltado el reconocimiento internacional ni la lectura apasionada de sus contemporáneos. Difícilmente quien ame nuestra literatura desconozca, por ejemplo, los versos de Visitaciones y los de Créditos de Charlot, o sus juicios martianos, publicados en coautoría o no con Cintio, que los convierte a los dos en genuinos descubridores de nuestro Héroe Nacional. “Apóstoles del Apóstol”, diría, otra vez, Retamar. A sus premios ahora se suma el Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, que recibirá en junio, en Chile, de manos de la Presidenta Michelle Bachelet. Blindada con este pretexto para intentar la entrevista tantas veces deseada, llegué la misma tarde del anuncio del Premio al apartamentito del Vedado que comparten los esposos Vitier-García Marruz. No hay paz en los teléfonos y todavía Fina no sale de la sorpresa, mientras Cintio se balancea en su sillón, feliz como un niño. El diálogo se prolongó por dos horas y aunque muchas preguntas quedaron en mi agenda, dejé que la entrevista siguiera su propio rumbo, bordeando a veces ámbitos de intimidad, fascinada no solo por lo que decía, sino por cómo lo decía. Fina recuerda de memoria, sin esfuerzo, versos de Neruda, de Gabriela Mistral, de Vallejo, de Lezama, e imita las voces conocidas. Cuando habla de música, tararea las notas. Es imposible apresar tanto talento solo con palabras. Podrían, si acaso, asomarnos a la otra orilla de la timidez de esta mujer que en abril cumplirá 84 años y que sigue entrando con el alma tremolante, como una lengua de fuego, en toda empresa: un libro, una carta, una conversación, un verso. NERUDA Fina, se impone hablar de Neruda… Fina García Marruz: Es un gran poeta, eso no cabe la menor duda. Como todos los jóvenes de mi época, me sabía de memoria los 20 poemas de amor y una canción desesperada. Es un clásico del romanticismo americano, que no era de escuela, sino de esencias. Venía del romaticismo libertario. También leí con gusto Crepusculario y La tentativa de un hombre infinito, pero sobre todo Residencia en la tierra. Tanto Tala, de Gabriela Mistral, como Residencia… son libros focales de la poesía americana. Cuando a Cintio le dieron la Medalla de Honor por el Centenario de Pablo Neruda, terminó su discurso con los versos de Residencia… Cintio Vitier: Del poema “Entrada en la madera”, que cierra con ese verso relampagueante: “y ardamos, y callemos, y campanas.” ¿Han visitado Chile? Fina García Marruz: Estuvimos en Santiago y en Valparaíso. Cintio Vitier: Visitamos la casa de Neruda en Isla Negra, que más que una casa es un castillo. Fina García Marruz: Isla Negra es impresionante, con ese mar dando sobre aquellas soledades. No sé cómo se puede vivir contemporáneo con ese mar. La casa está llena de objetos marinos de toda especie y mascarones de proa bellísimos. Aquella casa parecía en sí misma los restos de algún naufragio. Hablando alguna vez por usted y por él, Cintio dijo que “desde La Araucana, de Alonso de Ercilla, profunda es nuestra deuda con la cultura chilena”. ¿Ratifica esas palabras? Fina García Marruz: Absolutamente. Leí esa obra en el bachillerato y allí descubrí el valor arauco que admiró a Ercilla, como también sorprendió al cubano Manuel de Zequeira, que hablaba de “esos indios que llevan penachos de plumas”, enfrentados a un ejército mucho mejor armado. Ese valor ha persistido en el pueblo chileno, que dio a un líder tan entrañable como Salvador Allende. ¿Usted conoció a Neruda personalmente? Fina García Marruz: Solo lo vi una vez, y fue aquí, en La Habana, en marzo de 1942. Hizo una lectura preciosa de los sonetos de amor y muerte, de (Francisco de) Quevedo. Cintio Vitier: En la Academia de Artes y Letras de Cuba, al amparo del Arco de Belén, centro mágico de La Habana Vieja. Dijo algunas palabras de presentación, pero su homenaje fundamental fue recitar, inolvidablemente, los poemas de Quevedo. Fina García Marruz: ¿Te acuerdas, Cintio? Recorría la sala de un extremo a otro, recitando de memoria. Recuerdo, como si lo estuviera oyendo: Cerrar podrá mis ojos la postrera/ sombra que me llevaré el blanco día… Aspiraba la última sílaba, pero mucho más débilmente que Gabriela Mistral, sin esa voz declamatoria que adquirió después y hemos escuchado por la televisión, recitando el Canto General. Perdóneme la pregunta obvia: ¿qué se siente con un premio que lleva el nombre de Pablo Neruda? Fina García Marruz: Un honor, una sorpresa. Estoy muy agradecida, pero ante un premio, cualquiera que sea, uno piensa siempre en tantos escritores que lo merecían, y no lo recibieron. Martí, “el hombre más puro de nuestra raza” --como lo llamó Gabriela--, no tuvo sobre su pecho más que una medallita escolar que recibió a sus nueve años. Eso obliga a una gran humildad. PROFECÍAS MARTIANAS En el argumento del jurado se reconoce su “espiritualidad cristiana, abierta a las preocupaciones sociales del mundo.” ¿Qué es para usted lo más urgente hoy? Fina García Marruz: Permíteme responder con dos profecías que hizo Martí para Nuestra América. La primera está en la frase, “Ya se probó el odio, ahora se prueba el amor”. Me extrañó siempre esa frase, porque da por sentado que el amor ya está instalado en el presente. Pero es que el tiempo de su prosa --como en los profetas-- es el del presente que será, porque, como tú sabes, el odio se probó y se sigue probando. No ha quedado atrás. Tengo la impresión de que él alude aquí a su discurso fundacional, que conocemos como “Con todos y para el bien de todos”, donde dice que habrá que poner alrededor de la estrella, la fórmula del amor triunfante --con todos y para el bien de todos. Ese amor triunfante no excluirá absolutamente a ningún país. Él habla de un presente un poco más lejano al tiempo que vivimos hoy en Nuestra América, donde vemos un indudable alborear. Él habla para ese momento en que todos puedan vivir pacíficamente. Tiempo que llega. Sobre este sentido del presente en Martí, Cintio ha recordado esta anécdota, que me parece hermosísima. El padre de Martí, que era un militar escaso de luces, aunque con la “honradez en la médula” --decía Martí--, temía por su hijo desde niño, como Doña Leonor que le dijo “acuérdate de lo que desde niño te estoy diciendo, que quien se mete a redentor sale crucificado”. Cuando Martí publica La Patria Libre --como sabes, él tenía 16 años--, Mariano también trata de advertirle a su hijo los enormes riesgos que se corría en una cárcel a la que podían llevar hasta niños pequeños. Los dos temían por su vida. Años después, Mariano le increpa: “Pero tú eres solo de ‘presente”. Sin quererlo, fíjate qué clase de elogio. ¿Cuál es la segunda profecía? Fina García Marruz: Tiene que ver con la gran esperanza en el progreso de la Ciencia que caracterizó al siglo XIX, que la ve solo como fuente del Progreso y de libertad absoluta. Pero Martí escribe: “Riesgo de la ciencia sin el espíritu”, que vio simbolizado en el personaje Wagner del Fausto, de Goethe, lo que estaba ya en el Génesis, en lo del árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, situado en el Paraíso frente al Árbol de la Vida. Libertad no absoluta, sino con ese límite --señalado en el Libro de la Sabiduría salomónica--, que lo había puesto en los cuatro elementos para que no inundaran, arrasaran o hicieran arder la tierra. La idea no era nueva, y estaba ya en el libro de Job y en los griegos. Pero cuando Martí señala esto, el tema estaba muy lejos de ser preocupación para los ecólogos de su tiempo. Hoy es el tema central del nuestro. Estas no parecen ser preocupaciones urgentes del imperio que domina hoy. Fina García Marruz: La primera víctima del imperio fue Cristo, y sus seguidores, a los que con crueldad característica el imperio echó a los leones en lo que Martí llamó “los primeros cinco siglos puros” de la Iglesia --a los que acaso añadió uno, ya que fue en el siglo IV que el Emperador Constantino se proclamó cristiano sin serlo. Él puso a la Iglesia al servicio del imperio, y no al revés. El nada “católico” Rey Fernando --no así la Reina Isabel que sí se preocupó por los indios--, trajo a la América un Cristo “impío”, “inquisitorial”, y no al de los “brazos abiertos”, como diría Martí. Fue una gran traición al verdadero legado de Moisés, guía político y religioso de su pueblo, a quien, a su llegada a Caracas, Martí dedicara un gran discurso, desdichadamente perdido. Dice Ernesto Sábato que si vamos a juzgar a la humanidad por lo que ha hecho hasta hoy, tendríamos que admitir que ella ha dado más pruebas de locura que de cordura. ¿Lo cree usted? Fina García Marruz: No hay nada más parecido al Apocalipsis que los titulares de la prensa de hoy: inundaciones nunca vistas, terremotos, guerras, la miseria apoderada de medio planeta; los Cuatro Jinetes, en fin… Pero no te olvides de que el Apocalipsis termina bien. Cristo dijo: “cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el reino de Dios está cerca.” Reino que habría de empezar en la tierra, no extraña a ella, ya que enseñó el “Venga a nosotros tu Reino”. Ya en nuestra América empiezan a surgir fuerzas que están tratando de encontrar una solución a la ambición imperial, y aun en los propios EE. UU. --antes que se acabe el mundo. La catástrofe ecológica alcanzaría por igual a todos. GABRIELA Hablemos de Gabriela Mistral. ¿Cuándo la conoció? Fina García Marruz: Ella vino en 1934, cuando yo solo tenía once años, pero cuando regresó a Cuba, en 1938, le llevé al entonces Hotel Vedado --donde residieron Juan Ramón Jiménez y su esposa Zenobia por tres años-- mi ejemplar de Tala, como le llevaban otros. La Editorial Sur acababa de publicarle su libro Tala. Ella me lo dedicó bondadosamente. Usted tenía entonces solo 15 años… Fina García Marruz: Era una adolescente que hacía mis primeros versos y ella se comportaba como la generosa maestra que era para todos. Con sus letras anchas, abiertas, fluidas, que se tomaban casi entera la página, me escribió: “Para Fina García Marruz, compañera en el amor de nuestra madre la poesía. Gabriela Mistral.” Cintio Vitier: ¡Qué linda dedicatoria! Fina García Marruz: Esa tarde también estaban allí el poeta Emilio Ballagas, un grupo de damas del Lyceum de La Habana y otros poetas mayores que ya conocía. Tú no estabas, Cintio. Aunque Cintio y yo nos habíamos visto en la Hispano-Cubana de Cultura, en el 36, cuando Fernando Ortiz invitó a Juan Ramón y otros exiliados de la Guerra Civil española, mi hermana y yo los tratamos realmente --también a Eliseo-- en nuestra entrada en la Universidad, en 1940. En aquella ocasión en que conocí a Gabriela, desde donde yo estaba sentada, en una sillita un poco retirada, no podía oírla del todo bien, pero sí lo suficiente para que me sorprendiera su voz lenta, aindiada… Que algunos dijeron que era monótona… Fina García Marruz: Yo no lo creo. Tenía, si acaso, la monotonía del paisaje andino. Yo tengo muy mala memoria visual, pero muy buena memoria auditiva. Y recuerdo cómo ella leía su propia poesía. Me parece que tengo todavía en el oído su peculiar cadencia, silabeada, con aquella ligera entonación hacia arriba: Tengo –la -di–cha fi–el/ y la di–cha per-di- da. Son muy frecuentes esos cambios acentuales en la poesía popular anónima española y en la latinoamericana, como cuando dice (Rubén) Darío: Francisca Sánchez, acompaña-mé, volviendo aguda la entonación llana. O (César) Vallejo: cuando habráse quebrado el propio hogar… ¿Qué fue lo que más le impresionó del primer encuentro con Gabriela? Fina García Marruz: Su físico. Era una mujer que parecía una montaña, no solo por lo grande y recia, sino por esa sensación que daba de pureza elemental. Tenía la risa niña, una risa que me recordaba lo blanco de la sal, o cuando rompe el agua entre peñascos oscuros. Gabriela regresó en 1953 a La Habana, para asistir a la conmemoración del Centenario de Martí. ¿La vio entonces? Fina García Marruz: Yo no asistí, desgraciadamente, a la conferencia que ella dio. Aunque mi nombre aparece en una larga lista de personas que colaboraron en esa celebración, no recibí invitación alguna, ni tuve nada que ver con esas fiestas que se celebraron. La fecha, por supuesto, no podía dejarse pasar, en una República que estuvo lejos de la que quiso Martí. En el primer ensayo que escribí, dedicado a él y publicado en 1952, me referí precisamente a la “tristeza del homenaje oficial”. Fue Fidel quien dio a la Generación del Centenario su verdadero sentido. Cintio Vitier: Aunque estaba Batista en el poder, el Centenario había que celebrarlo y hubo aportes importantes, como el estudio de Fernando Ortiz y el de Anderson Imbert, quien prácticamente descubrió la novela de Martí Amistad funesta. Aún en medio de la política andando y ardiendo. Fina García Marruz: Desde luego que los que fueron invitados a hablar hicieron bien en saltar por encima de la situación política del país y rendirle --a él solo-- una recordación y homenajes tan necesarios en aquel momento. En esa época Gabriela colaboró con Orígenes. Fina García Marruz: Cintio y yo la vimos en casa de Dulce María Loynaz, donde ella residía. Le pedimos una colaboración para la Revista y ella, con una gran sencillez, nos dijo: “espérense”, y fue un momento a su cuarto y regresó con varios manuscritos. Elegimos el poema que figura, en lugar principal, en el número que Orígenes dedicó al Centenario de Martí. Número, por cierto, en el que (José) Lezama publica sus comentadísimas palabras que avizoraban las “cúpulas de los nuevos actos nacientes”, que como ha dicho Cintio, en esa época nadie podía imaginar cuáles eran esos nuevos actos nacientes que se gestaban. Fue profético. Cintio Vitier: Ella vino con una bandeja cubierta con un montón de poemas y dijo: “escojan el que quieran”. Fina García Marruz: Otra vez más la vimos, creo que en el Ateneo, donde Dulce María leyó los versos de Gabriela. No recuerdo si fue en esa ocasión, o en otra posterior, que pude oírle a ella misma leer fragmentos de su bellísimo poema inédito dedicado a la geografía de Chile. ¿Qué pasó con este poema que nunca se ha publicado completo? ¿Qué pasó con las notas que dejó para una biografía de Martí, que ni siquiera la entrega del Nobel hizo posible que se rescatara? Son preguntas que nos hemos estado haciendo todos estos años. ¿Por qué este homenaje tan sentido a Gabriela en el momento en que usted recibe el Premio Pablo Neruda? Fina García Marruz: Por causas obvias, estuvimos muy cerca de la poesía de Gabriela. Y de algún modo ella es Chile para nosotros. Cintio Vitier: Es que a ella también le debemos el mejor ensayo que se ha hecho a los Versos sencillos, de Martí. Fina García Marruz: Y también, Cintio, su texto “La lengua de Martí”. Son dos clásicos de la estimativa martiana. En el ensayo que hace tiempo estoy preparando sobre Gabriela, me detengo bastante en su lenguaje. No se trata de lo que Juan Ramón llamaba “acento”, que tiene que ver más con la escritura. En ella se aprecia más el “tono”, que en el lenguaje americano se expresa como “deje”, que es lo que quedó de la Conquista en la lengua indígena. Es decir, el traspaso al habla del signo escrito. Está en el “parla y parla” de la “tarde cocinera” de Vallejo y en la Gabriela de “El ruego” por su novio suicida, por el que reza a Dios familiarmente “parlándote un crepúsculo entero”. Gabriela tomó muchas de sus palabras del vocabulario hogareño. Ella dice, cuando llevan a la tierra “humilde y soleada” al que perdió para siempre, “luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas”, con el gesto del que esparce canela sobre una masa de sabor insípido. Ella es, a mi juicio, nuestra Teresa americana, recia como la de Ávila. Es extraordinaria como poeta. SER POETISA NO ES UNA DEBILIDAD ¿Poeta o poetisa? Fina García Marruz: Hay algunas escritoras a las que no les gusta la palabra “poetisa”, porque piensan que es más débil que poeta, que afortunadamente termina en “a”. Yo creo que son dos cosas completamente distintas. La poetisa deja el idioma tal como estaba. A la que se pudiera llamar “poeta” es a alguien que crea un idioma y Gabriela creó uno. No porque “invente” vocablos, sino porque toma mayor conciencia del instrumento de su trabajo, que es el lenguaje, que ¿quién no sabe --como decía Martí-- que “es el jinete y no el caballo del pensamiento?” Es esta la diferencia entre Desolación y Tala. Sor Juana Inés de la Cruz, por la que siento una admiración enorme, con toda la riqueza personal de su sensibilidad y estilo, es una poetisa porque su lenguaje no se parece al del uso diario, es más confesional que consciente de su capacidad creadora. Es una poetisa, lo cual no es una debilidad. Sor Juana no es débil en lo absoluto. Un poema es un poema, no tiene adjetivos: tan grande es un poema suyo, como de Gabriela. Lo que quiero distinguir es que como indica la palabra poiesis, la poesía como creación, es algo muy diferente. James Joyce es un creador de idioma, lo que no son otros excelentes novelistas. Eliseo Diego decía, con toda razón, que había que poner a Gabriela más que en la Historia de la Literatura, en la Historia de la Lengua. ¿Usted se siente poeta o poetisa? Fina García Marruz: Soy más bien una poetisa, si nos atenemos a este análisis. LA MÚSICA Una vez le pregunté a Cintio cuál era su mayor orgullo, y me dijo, sin pensarlo: “mis hijos músicos.” Doy por descontado que la madre de las criaturas va a decir lo mismo, pero me gustaría que explicara por qué. Fina García Marruz: Tengo que decir lo mismo. Cintio Vitier: Me estás plagiando… (ríe) Fina García Marruz: Sí, tengo que plagiarte. Tú sabes que nosotros somos de un pájaro las dos alas. Lo que él siente, es exactamente lo que siento yo. Cintio Vitier: En mi caso hay una razón: yo quise ser músico y no lo fui, y mis hijos lo han cumplido. Fina García Marruz: La música quizá fue en nosotros la primera poesía. Mi madre y mis hermanos, mi casa toda --como ha contado Cintio-- era “musical”. Estaban todos los géneros representados: Cintio, violinista; mamá (Josefina Badía) lo acompañaba al piano con un amplio repertorio clásico; mi hermano, Felipe Dulzaides, fue uno de los que introdujeron en Cuba el jazz latino; mi otro hermano Sergio, que era médico, tenía una voz preciosa. Con 15 años, mi madre fue Premio del Conservatorio Orbón, de La Habana, en un certamen al que llegaban muchachas de toda la Isla que habían estudiado con maestros particulares. Era tan niña cuando empezó que el maestro tenía que cargarla, pues no llegaba a los pedales. Decía que en Cárdenas no había otra que hacer que tocar el piano, año tras año, y se los enseñaba sin llamarlos primero ni octavo. Así cuando llegó al último año, fue examinarse la guajirita de Cárdenas con trencitas y vestidita de blanco, al Conservatorio de Benjamín Orbón --el padre de Julián, que como se sabe perteneció a Orígenes--, las habaneras le preguntaban: “¿Y tú no estás nerviosa? ¿Tú sabes qué va de Chopin?”. Y ella: “¿Yo? No. Mi maestro me lo hizo aprender todo.” Y ganó el Premio, que era ofrecer un concierto por la noche con Don Benjamín, en la fiesta de graduación. Mi hermana Bella conserva el suelto del periódico con el comentario que él hizo de nuestra madre: “Puede llegar a ser una concertista.” Esa fue su formación, al igual que Cintio, que estudió por años y años el violín. De hecho, me ha dicho, que él tenía más ambiciones como músico, que como escritor. Cintio Vitier: Pero ahí está, difunto, mi violín (se ríe). Fina García Marruz: Un violín, que creo que es alemán, con una sonoridad muy buena. A mamá le gustaba tocar con “su yerno violinista”. ¿Te acuerdas? Cintio Vitier: Ella tocaba perfectamente a primera vista. ¿Estudió usted algún instrumento? Fina García Marruz: No, por razones largas de explicar. Pero lo que más amo sobre la tierra, después de la luz, es la música, igual que Cintio. Para mí es más fuerte, casi, que la poesía. La música es mi madre, mis hermanos, mis hijos, mi familia. ¿Y su padre? Fina García Marruz: Era médico y mi hermano no se dedicó a la música porque mi padre le inculcó su pasión por la Medicina y por los libros. Y como a él no lo conocían como el Doctor García, sino como el Doctor Marruz, y dijo siempre: “Yo quiero que mi hijo sea partero como yo”, y fue al juzgado a cambiarle su apellido por “García-Marruz”, cuando el niño llevaba poco de nacido. Pero mamá le dio el amor por la música. Y él no solo se sabía las óperas que todos se saben, sino otras, raras. A casa iba el barítono Hugo Marcos, a quien le gustaba conversar y hasta algo cantar con mi hermano, que tenía una voz linda… No tenía tanta extensión, como un timbre muy bonito. De modo que mi hermano Sergio aportó el gusto por la música italiana; Felipe, la música norteamericana con sus “blues”, la comedia musical de los años 30, y mamá, el repertorio clásico, las danzas cubanas, la zarzuela española y Manuel de Falla, de quien nos enseñó las Siete canciones. Hasta Cintio cantaba en el coro de la casa… Cintio Vitier: Sí, y hasta Eliseo, que en el coro de las sobrillas baritoneaba: “¡Yo soy un caballero español!” Fina García Marruz: Y a eso se sumaría que Alfredo Hernández, el esposo de mamá --ella se casó tres veces-- era uno de los mejores trompetistas de Cuba, al extremo de que cuando fueron a filmar El Manicero, en Hollywood, lo mandaron a buscar a él, aunque su preferencia era la música de Cámara y un cuarteto de Mozart, cuyo nombre, Divertimentos, inspiró a Eliseo el título de su libro. Alfredo nació en Remedios. Sus hermanos eran todos músicos y tocaban de oído los instrumentos. Mamá tocaba de Cuba más bien las danzas de Saumell y Cervantes, y la canción romántica o trovadoresca. Cuando ellos venían a La Habana conocimos entonces lo que nos faltaba en casa: el danzón y el son. Cintio Vitier: Ellos eran de Remedios, como Alejandro García Caturla… Fina García Marruz: …donde casi todos fueron discípulos de un cura que enseñaba el solfeo que llaman rezado, que es el más difícil. Podían cantar una partitura viendo solo las notas. Esta es una de las razones que me alejó algo del aprendizaje de la música. Tenía buen oído y en el primer año completo de solfeo podía repetir de memoria las distancias entre las notas, pero no cantar sin ellas el solfeo mudo. Además mi hermana y yo tuvimos un maestro que no nos gustaba nada como tocaba. ¿Se distanció de la música? Fina García Marruz: Por esa dificultad y porque yo me abstraigo. A mí me cuesta mucho trabajo atender dos cosas a la vez y para tocar ese instrumento se requiere independencia de las manos, leer a la vez la clave de sol y la de fa. Eso no lo hace ni el violinista, ni el saxofonista. Solo el pianista. Y mamá nos enseñaba mucha música, pero a ella no le gustaba dar clases, sino repertorio. Además de todo eso, tuve desde niña gran afición a la lectura. Me era más apasionante que jugar, y eso también me alejó del aprendizaje de la música Cintio Vitier: Fina, el orgullo por nuestra familia “musical” se extiende también al amigo genial que los dos tuvimos. Fina García Marruz: Sí, nuestro entrañable Julián Orbón, que como dice Cintio “es el único genio que había conocido”. Cintio Vitier: No solo como músico, sino como persona. Fina García Marruz: Lezama mortificaba a veces a Julián y decía: “Cintio siempre dice que es músico, pero nadie le ha oído tocar nunca el violín.” Cintio Vitier: Es verdad que no toqué nunca delante de él ni tampoco delante de Julián, por lo que este me dijo: “Cintio, trae el violín un día…” Fina García Marruz: Una noche fuimos al “Palacio Orbón”, como llamaba Lezama, con sus hipérboles, a la casa de Julián medio deshabitada. Cintio tenía una característica: nunca tocaba el violín, pero cuando lo sacaba no lo soltaba. Recuerdo repasaron sus dos sonatas preferidas: la “Primavera” y la “Kreutzer”, de Beethoven, y con mamá, además, la de César Franck, que nos entusiasmaba. Cintio Vitier: Julián me hizo el honor de darme, para que yo lo tocara, el único cuarteto que él escribió, cubanísimo… Fina García Marruz: Después de aquella experiencia Julián le dijo a Lezama: “Cintio domina el violín... Puede tocar como primer violín en la Sinfónica…” Cintio Vitier: La música para nosotros es un alimento. Fina García Marruz: A veces siento una pequeña depresión y cuando busco el porqué me doy cuenta de que hace algún tiempo que no escucho música. Siento entonces cuánto la necesitaba. EL SILENCIO Hablemos de su poesía, que ha recibido las mejores críticas que podría esperar un autor. Fina García Marruz: He tenido suerte, porque nunca necesité llevarle a nadie mis poemas. Tenía en la casa a Cintio y a Eliseo, y como amigo a José Lezama Lima. Si me deja elegir una frase de los críticos que han escrito sobre su poesía, quisiera recordarle las palabras de Cintio, en la antología Diez poetas cubanos (1948): “Fina hace de sus poemas verdaderos movimientos del alma.” Fina García Marruz: El elogio viene de muy cerca. A la opinión de Cintio podríamos añadir la de María Zambrano: “Ella escribe sin romper el silencio…” Cintio Vitier: Eso aparece en un artículo de María, bellísimo: “La Cuba secreta”. Fina García Marruz: Sin embargo, críticos muy apreciados en su país no entendieron el lenguaje nuevo de los extraordinarios Sonetos de la muerte, de Gabriela, que la darían a conocer en el mundo de las letras. Sé que Gabriela le escribió una dedicatoria muy especial, que usted comenta en un poema. Fina García Marruz: A las jóvenes que iban a verla, ella les dedicaba siempre estímulos, en tarjetones en que su amplia letra ocupaba casi toda la página. En el que me dedicó, lo que me impresionó fue solo esto: “Escriba solo por urgencia del alma.” Es lo que recuerdo en el poema que le habría de dedicar, tanto tiempo después. A Juan Ramón Jiménez --que había pedido que los jóvenes le llevaran sus versos-- sí le mostré algunos poemas, cosa que me avergüenza. Cuando se los entregué, yo no había leído nada de él todavía. Cintio sí lo había leído un año entero antes de que llegase y por tanto, tuvo la posibilidad de un aprendizaje directo de su obra. Pero yo solo había leído poesía en los libros del colegio y en textos de poca calidad. Aunque conocía a Bécquer --tengo todas sus Rimas copiadas por mamá--, según costumbre de los jóvenes de la época, yo no sabía qué era realmente la poesía. Y se puede leer la poesía buena como si fuera mala y no descubrir qué es lo esencial en un poema. Lo “herédico” --como decía Martí--. Yo no sabía qué era lo becqueriano. No hay que aprender el griego, decía él, sino saber qué es lo griego. En Hablar de poesía usted niega que exista una “poética”. Fina García Marruz: Digo que no se debiera tener "una" poética. En la poética personal debieran entrar todas las otras poéticas posibles. Juan Ramón nos enseñó a buscar: no una poética en general, sino la característica principal de cada poética. Cintio Vitier: Lezama decía: “Juan Ramón no nos enseñó su poesía, sino la poesía.” Fina García Marruz: Exactamente eso fue lo que nos enseñó. Fina, ¿qué le falta por escribir? Fina García Marruz: Desearía terminar algunos trabajos que tengo inconclusos, por ejemplo, uno acerca de José Asunción Silva, poeta que me interesa mucho. También, el de Gabriela… Cintio y yo tenemos dos tomos aún inéditos de Temas Martianos y yo otro sobre las ideas educacionales de Martí. Cintio llama la “Cueva de Montesinos” al lugar en que guardo mis trabajos. Nunca me apuré por publicar. En el tiempito que nos queda, me gustaría tener alguna paz para terminar al menos algo que no he dicho ni en la poesía, ni en el ensayo, que tienen que ver con las relaciones de Religión y Revolución, pero que forma parte de la contribución que me pidiera el Padre Jesús Espeja para su coloquio sobre ateos y creyentes, que se dio en el aula “Bartolomé de las Casas”, de San Juan de Letrán, bajo el título El rumor del alma cubana, y que no pude terminar de leer por el apagón más grande que ha conocido el Vedado. ¿Sigue escribiendo poesía? Fina García Marruz: Muy poca, aunque no he dejado de escribirla del todo, pero no la busco: la espero cuando viene, aunque es bien huidiza. ¿A qué se debe esa resistencia suya, desde muy jovencita, a publicar sus obras? Fina García Marruz: Siempre me costó mucho trabajo decidirme. Si te fijas, suelen pasar años desde que he terminado un libro a la fecha en que se publica. Pero ahora “antes de morirme quiero” decir algunas cosas. Solo algunas. Veremos si el tiempo me lo permite. ¿Por qué le cuesta tanto trabajo dar entrevistas y hablar de sí misma? Fina García Marruz: Me siento en esos casos como una violinista a la que le piden un concierto de flauta. Yo me comunico mejor con el silencio, sin el que no se podrían dar la poesía, la música, ni el encuentro con uno mismo. Referencias Wikipedia - http://es.wikipedia.org/wiki/Fina_García_Marruz Rosa Miriam Elizalde - http://www.conplumaypapel.com/2009/01/entrevista-fina-garcia-marruz.html
"Yo escribo porque necesito hacerlo, el impulso de escribir es irracional. A mí me gustaría mucho que mi escritura sirviera para despejar incógnitas, para mejorar cosas de la identidad nacional, de las relaciones entre las culturas, de las relaciones de carácter familiar, de la familia, de la familia cubana, etc". Nancy Morejón Nancy Morejón (La Habana, 7 de agosto de 1944 - ), poetisa, dramaturga, ensayista y traductora cubana. Su padre era de ascendencia africana y su madre de raíces chinas y europeas. Habiendo destacado desde muy temprana edad en los estudios, escribía poemas a los trece años y en 1959, con apenas quince, llegó a titularse de profesora de inglés; obtuvo el bachillerato en letras en 1961. A los dieciocho años publicó su primer libro de versos, Mutismos. Entre 1963 y 1964 fue profesora de francés en la Academia Gustavo Ameijeiras de La Habana y trabajó como traductora para el Ministerio del Interior. Obtuvo el premio «Rubén Martínez Villena» en 1964 y militó entre 1963 y 1965 en el Comité de Base de la Unión de Jóvenes Comunistas de la Escuela de Letras; se licenció en lengua y literatura francesas por la Universidad de la Habana (1966) y se doctoró con una tesis sobre el poeta martiniqueño Aimé Césaire. Entre 1986 y 1993 fue directora del Centro de Estudios del Caribe de Casa de las Américas, labor que reasumió en 2000. Desde 1991 es Miembro de la Academia de Ciencias de Cuba. Elaboró una Recopilación de textos sobre Nicolás Guillén (La Habana, Ediciones Casa de las Américas, 1974) y se ha dedicado principalmente a la traducción simultánea en eventos y congresos; también realizó traducciones para el Instituto del Libro, sobre todo de poesía afrocaribeña. Participó en el Encuentro del Centenario de Rubén Darío, celebrado en Varadero (1967) y en muchos otros actos literarios, relacionados con la poesía y la cultura. En 1980 recibió el Premio Nacional de Ensayo "Enrique José Varona" de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba por su libro Nación y Mestizaje en Nicolás Guillén, que en 1983 recibió también el Premio Mirta Aguirre; en 1986 recibió el "Premio de la crítica" cubano por Piedra Pulida y en 2001 el Premio nacional de Literatura. A Elogio y paisaje y La Quinta de los Molinos les fue otorgado también el Premio de la Crítica en l997 y 2000, respectivamente. La Universidad de Nueva York le confirió el Premio Yari-Yari de Poesía Contemporánea por el conjunto de su obra en el 2004. En agosto de 2006, durante la VL edición del Festival Noches de Poesía, recibió el Premio Corona de Oro de Struga 2006 de Macedonia ya proclamado el 21 de marzo de 2006, en la sede de la UNESCO, en París, por el Día Mundial de la Poesía. En mayo de 2007, en el marco del XII Festival Internacional de Poesía de La Habana, recibió el Premio Rafael Alberti. posee las Insignias de Oficial de la Orden al Mérito de la República de Francia y la réplica del Machete de Máximo Gómez, entre otros. Es miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua desde 1999. Escribió colaboraciones para Unión, Cultura'64, El Caimán Barbudo, La Gaceta de Cuba, Casa de las Américas. Fue seleccionada para la antología Novísima poesía cubana (1962) de Reinaldo Felipe y Ana María Simo. Su obra abarca una gran amplitud de temas. La mitología de la nación cubana y la relación integracionista de los negros con esta nación mediante el mestizaje de culturas españolas y africanas en una identidad nueva, cubana. La mayor parte de su obra apoya el nacionalismo, la revolución y el actual régimen cubano. Además, declara su feminismo respecto a la situación de las mujeres dentro de esta nueva sociedad y la integración racial haciendo a mujeres negras protagonistas centrales en sus poemas. Finalmente, su trabajo también trata la historia de la esclavitud y el maltrato en la relación de Cuba y los Estados Unidos, aunque su obra no está dominada por los temas políticos. Críticos sagaces han hecho notar jocosas observaciones sobre su propia gente, un particular y muy cubano empleo de la ironía y el humor, así como la calidad intrínseca de una poesía sumamente lírica, íntima, espiritual, e incluso erótica, hasta bucólica. Nancy Morejón ha sido traducida al inglés, al francés, al alemán, al portugués, al italiano, al ruso, al polaco y al holandés y es especialmente conocida en los Estados Unidos, donde su obra es muy apreciada y ha sido traducida y reimpresa en numerosas ocasiones. un fragmento lírico. Mi madre no tuvo jardín sino islas acantiladas flotando, bajo el sol, en sus corales delicados. No hubo una rama limpia en su pupila sino muchos garrotes. Qué tiempo aquel cuando corría, descalza, sobre la cal de los orfelinatos/ y no sabía reír y no podía mirar el horizonte. Poesía * Mutismos: ed. El Puente, La Habana, 1962. * Amor, ciudad atribuida: ed. El Puente, La Habana, 1964. * Richard trajo su flauta y otros argumentos: col. Cuadernos, ed. Unión, La Habana, 1967. * Parajes de una época: col. Mínima, ed. Letras Cubanas, La Habana, 1979. * Poemas (Antología): Selec. y pról. de Efraín Huerta, Ilustración de cubierta Wifredo Lam, ed. Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México D.F., 1980. * Octubre imprescindible: col. Contemporáneos, ed. Unión, La Habana, 1982. * Elogio de la danza: col. Cuadernos de Poesía, ed. Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México D.F., 1982. * Cuaderno de Granada: ed. Casa de las Américas, La Habana, 1984. * Grenada Notebook: Traducción de Lisa Davis, ed. Círculo de Cultura Cubana, New York, 1984. * Where the Island Sleeps Like a Wing (Antología bilingüe): Traducción, Selec. e * Introducción de Kathleen Weaver, Pról. de Miguel Barnet,, ed. The Black Scholar Press, San Francisco, California, 1985. * Poems (Antología): Selección de Sandra Levinson, ed. Center for Cuban Studies, New York, 1985. * Piedra pulida: col. Giraldilla, ed. Letras Cubanas, La Habana, 1986. Premio de la Crítica 1986. * Ours the Earth (Antología): Traducción, selec. y pról. de Joe Pereira,, ed. Instituto del Caribe de la Universidad de West Indies (UWI), Kingston, Jamaica, 1990. * Baladas para un sueño: col. Ciclos, ed. Unión, La Habana, 1991. * Poemas de amor y muerte: ed. Revista Caravelle (separata), Toulouse, 1993. * Paisaje célebre: ed. Fondo Editorial Fundarte, Caracas, 1993. * Le Chaînon Poétique: Traduction de Sandra Monet-Descombey, Ilustración de cubierta del pintor dominicano José Castillo. Préface de Delia Blanco et Pilar Paliès, ed. Médiathèque Champigny-sur-Marne, Paris, 1994. El río de Martín Pérez (Antología): Ilustraciones del pintor Rolando Estévez, col. Clásicos del San Juan, ed. Vigía, Matanzas, 1996 * Elogio y paisaje: Ilustraciones de la autora, col. La Rueda Dentada, ed. Unión, La Habana, 1997. Premio de la Crítica 1997. * Botella al mar (Antología): Selec. y pról. de Adolfo Ayuso, col. Poesía, ed. Oliphante, Zaragoza, 1996. * Richard trajo su flauta y otros poemas: Selec. y pról. de Mario Benedetti, ed. Visor, Madrid, 1999. * La quinta de los molinos: Ilustraciones de Reynaldo González, 135 pp, col. Cemí, 2000, ed. * Letras Cubanas, La Habana. Premio de la Crítica 2000. * Ruhmreiche Landschaft (Paisaje Célebre): Gedichte, Umschlagmotive und Zeichnungen: Nancy Morejón, 82 pp, Übersetzung und Nachwort: Ineke Phaf-Rheinberger, Coleba Verlag, Triesen, 2001. * Black Woman and Other Poems (Bilingual edition): Translated, annotated and introduced by Jean Andrews, Cover Artwork by the author, 244 pp, ed. Mango Publishing, London, 2001. * Cuerda veloz, Editorial Letras Cubanas, 2002. * Mirar Adentro/Looking Within: Selected Poems, 1954-2000 (bilingual edition, African American Life Series). Ed. Juanamaria Cordones-Cook. Wayne State University Press, 2002 Carbones silvestres, 2006. * Antología poética (1962-2000), selección y prólogo de Gerardo Fulleda León, Caracas: Editorial Monteávila, 2006. * With Eyes and Soul: Images of Cuba" antología con fotografías del poeta norteamericano Milton Rogovin(2004), que se publicó en Buffalo. Ensayo * Recopilación de textos sobre Nicolás Guillén: Selección, prólogo y notas de N.M., 429 pp, *Serie Valoración Múltiple, ed. Casa de las Américas, La Habana, 1972. * Nación y mestizaje en Nicolás Guillén: 332 pp, col. Premio, ed. Unión, La Habana, 1982. * Fundación de la imagen: 294 pp, col. Giraldilla, ed. Letras Cubanas, La Habana, 1988. * With Eyes and Soul: Images of Cuba. Trans. Pamela Carmell and David Frye. White Pine Press, 2004. Traducciones * Paul Laraque: Las armas cotidianas, col. Premio, ed. Casa de las Américas, La Habana, 1979. * Nicole Cage Florentiny: Arcoiris, la esperanza, col. Premio, ed. Casa de las Américas, La Habana, 1996. * Ernest Pépin: Remolino de palabras libres, col. Premio, ed. Casa de las Américas, La Habana, 1991. * Édouard Glissant: Fastos, Ediciones Vigía, Matanzas, 1998. * Édouard Glissant: Fastos y otros poemas, col. Pasamanos, ed. Casa de las Américas, La Habana, 2001. Referencias Wikipedia-http://es.wikipedia.org/wiki/Nancy_Morejón
La obra poética de este escritor, se caracteriza por la amplia gama de temas: patria, amor, etc, tratadas con un estilo muy propio y peculiar que logra una fácil y amena comunicación con el lector. Roberto Fernández Retamar (La Habana, 9 de junio de 1930) es un poeta cubano. Nació en el barrio La Víbora de la capital cubana. Comenzó a estudiar pintura y arquitectura, pero terminó Humanidades en la Universidad de La Habana (1948-52), donde más tarde se doctoró en Filosofía y Letras (1954). Gracias a una beca, profundiza sus estudios en las universidades de La Sorbona y de Londres; en la de Yale ofreció un curso sobre literatura hispanoamericana y en las de Praga y Bratislava dictó conferencias sobre literatura hispanoamericana. Ha sido director de la Nueva Revista Cubana (1959-60) y de la revista Casa de las Américas (desde 1965). En 1977 funda –y dirige hasta 1986- el Centro de Estudios Martianos. En 1985 se convierte en miembro de la Academia Cubana de la Lengua. Ha ocupado cargos políticos como lo de diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba (1998) y miembro del Consejo de Estado. Ha sido jurado de premios literarios prestigiosos. Sobre su obra, en un entrevista dada a Trilce en 1968, señaló: Debo decir que tengo una desconfianza enorme sobre lo que un autor pueda decir de sí. Trabado entre modestias y vanidades (que pueden ser los mismo), y sobre todo impedido insalvablemente de mirarse acon los ojos con que los ven —y sobre todo lo verán— los otros, su testimonio sólo puede tomarse con las mayores cautelas . Desautorizadas así la líneas que siguen, añadiré que quizás en el futuro, si algún ocioso quiere ocuparse de mis versos, descubrirá que, después de ilusionados pastiches, a mis veintitantos años, voluntariamente influido por la poesía inglesa (que en general conocí y sigo conociendo mal, pero así son las cosas), y especialmente por Eliot (que acaso conocía un poco menos mal), y queriendo salir de un ambiente poético enrarecido, di en buscar una poesía que se acercara a la conversación en su idioma, a los inmediato en sus asuntos (...) pero no fue sino hasta la Revolución Cubana, en 1959, que empecé a trabajar con ese idioma que había intuido, necesitado. La conmoción histórica y psicológica (¿cómo podría ser de otro modo?), que ha sido, que está siendo, este acontecimiento, y la violencia, la inmediatez de las cosas que me rodean, lo explican suficientemente. Mi poesía no se «inserta» en la poesía cubana: en un momento dado, «es» la poesía cubana. (No la única, por supuesto). Teoría Literaria Roberto Fernández Retamar defiende que la Literatura Hispanoamericana adolece de ser estudiada desde una perspectiva europea, fuera de la misma literatura. A esta perspectiva la denomina otredad. Por ello, considera que hay que desplazar esa visión al punto sobre el que se teoriza, puesto que, si no fuera así, se podría crear una imagen falsa de este estudio. Por ello, frente a la otredad introduce el concepto de mismidad; así, la mismidad es atraer el estudio al concepto en sí, olvidando cualquier perspectiva europea que podría falsearlo. Este pensamiento queda muy bien simplificando en una cita suya: Una teoría de la literatura es la teoría de una literatura No es posible, por ello, realizar una teoría de la Literatura que aúne todas las corrientes, sino que cada cultura ha de estudiarse desde su 'mismidad', en la que habrá que elaborar una teoría general para ésta. Lo único que podemos hacer es teorizar sobre una teoría en concreto, nunca en general. Premios * Premio Nacional de Poesía por su libro Patrias, en 1951. * Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío. * Premio Internacional de Poesía Nikola Vaptsarov de Bulgaria. * Premio Internacional de Poesía Pérez Bonalde, de Venezuela. * Premio de la Crítica Literaria por Aquí en 1996. * Medalla oficial de las Artes y las Letras, otorgada en Francia, en 1998. * Premio Juchimán de Plata, en 2004 Obra Poesía * Elegía como un himno, La Habana, 1950 * Patrias. 1949-1951, La Habana, 1952 * Alabanzas, conversaciones. 1951-1955, México, 1955 * Vuelta de la antigua esperanza, La Habana, 1959 *En su lugar, la poesía, La Habana, 1959 * Con las mismas manos. 1949-1962, La Habana, 1962 * Historia antigua, La Habana, 1964 * Poesía reunida. 1948-1965, La Habana, 1966 * Buena suerte viviendo, México, 1967 * Que veremos arder, La Habana, 1970. Publicado simultáneamente en Barcelona en Ed. El Bardo con el título de Algo semejante a los monstruos antediluvianos * A quien pueda interesar (Poesía 1958-1970), México * Cuaderno paralelo, La Habana, 1973 * Circunstancia de poesía, Buenos Aires, 1974 * Revolución nuestra, amor nuestro, La Habana, 1976 * Palabra de mi pueblo. Poesía 1949-1979, La Habana, 1980 * Circunstancia y Juana, México, 1980 (consta de Circunstancia de poesía y Juana y otros poemas personales) * Juana y otros poemas personales, Managua, 1981 * Poeta en La Habana, Barcelona, 1982 * Hacia la nueva, La Habana, 1989 * Hemos construido una alegría olvidada. Poesías escogidas (1949-1988), Madrid, 1989 * Mi hija mayor va a Buenos Aires, La Habana, 1993 * Algo semejante a los monstruos antediluvianos. Poesías escogidas 1949-1988, La Habana, 1994 * Las cosas del corazón, La Habana, 1994 * Una salva de porvenir, Matanzas, Cuba, 1995 * Aquí, Caracas, 1995 * Esta especie de poema. Antolojía poética, Puerto Rico, 1999 * Versos, La Habana, 1999. Ensayo * La poesía contemporánea en Cuba. 1927-1953, La Habana, 1954 * Idea de la estilística, La Habana, 1983 * Papelería, Universidad Central de Las Villas, 1962 * Ensayo de otro mundo, La Habana, 1967 * Introducción a Cuba. Historia, La Habana, 1968 * Calibán, México, 1971 * El son de vuelo popular, La Habana, 1972 * Lectura de Martí, México, 1972 * Para una teoría de la literatura hispanoamericana, La Habana, 1975 * Acerca de España. Contra la Leyenda Negra, Medellín, 1977 * Introducción a José Martí, La Habana, 1978 * Algunos problemas teóricos de la literatura hispanoamericana, Cuenca, 1981 * Para el perfil definitivo del hombre: (prólogo de Abel Prieto), La Habana, 1981 * Entrevisto, La Habana, 1982 * José Martí: semblanza biográfica y cronología mínima (con Ibrahím Hidalgo Paz), La Habana, 1982 * Naturalidad y modernidad en la literatura martiana, Montevideo, 1986 * Algunos usos de civilización y barbarie, Buenos Aires, 1989 * Ante el Quinto Centenario, 1992 * José Martí. La encarnación de un pueblo, Buenos Aires, 1993 * Cuando un poeta muere, Matanzas, Cuba, 1994 * Nuestra América: cien años, y otros acercamientos a Martí, La Habana, 1995 * Cuba defendida, La Habana, 1996 * Recuerdo a, La Habana, 1998 * La poesía, reino autónomo, La Habana, 2000 Referencias Wikipedia—http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Fernández_Retamar
Rubén Martínez Villena (Alquízar, Provincia de La Habana, actual Provincia de Artemisa, Cuba, 20 de diciembre de 1899 - La Habana, 16 de enero de 1934) fue un abogado, escritor y revolucionario cubano que participó en los primeros años de la Revolución del Treinta. Comenzó a escribir sus primeros versos a los 11 años. Más tarde ingresó en el Instituto No.1 de La Habana, donde cursó el bachillerato en Letras y Ciencias, graduándose en 1916, y en septiembre del mismo año se matriculó en la Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana hasta graduarse en el año 1922 con el título de abogado. Voces al poeta "Su don poético, inseparable y vitalicio en su esencia, le facilitó mil veces sin él saberlo, el cordeal magisterio; y la gracia verbal hija del dominio del idioma y de la posesión de sus secretos, fue en él arma victoriosa" –Juan Marinello "Tu vida tendrá luz plena de medio día" –Máximo Gómez Báez "Vivía en el verso y para el verso y fue no obstante su obra escasísima, el poeta más destacado y la voz más autenticamente personal del grupo" –Raúl Roa "Era un gran poeta no solo por su ímpetu lírico, sino también por el sabio freno con que lo encausaba y dirigía. Su cultura literaria era basta y ellos se ve en sus poemas técnicamente muy depurados" –Nicolás Guillén "En la breve obra de Rubén Martínez Villena, hay varias muestras de su preocupación por la musicalidad del verso, por el juego acentual que superando la servidumbre de la palabra puramente designante, alcance la expresión apoyando el valor fónico de los vocablos en sus recursos sonoros" –José Antonio Portuondo "Cómo poeta fue sin duda uno de los temperamentos más penetrantes de este período en su escasa obra, bullen inquietudes muy diversas" –Cintio Vitier
Bonifacio Byrne Poeta cubano, nació en Matanzas, Cuba el 3 de marzo de 1861 y murió en su ciudad natal el 5 de julio de 1936. Después de un período juvenil de iniciación en la poesía modernista, se convirtió, a partir de 1896, en el intérprete de los entusiasmos y agonías de su pueblo en la lucha por su independencia de la corona española. Historia Realizó sus estudios en Matanzas. Desde la adolescencia tuvo inclinación por la literatura. En 1890 fundó los periódicos La Mañana y La Juventud Liberal. Publicó su primer libro de versos en 1893. Pocos años más tarde, en 1896, tuvo que emigrar a los Estados Unidos al publicar sus sonetos en ocasión del fusilamiento de Domingo Mejía. En el exilio se dedicó a labores separatistas y fundó en Tampa, el Club Revolucionario, del cual fue secretario. Durante su estancia en esa ciudad floridana trabajó como lector de tabaquerías y colaboró en Patria, El Porvenir y en El Expedicionario. Regresó a Cuba en 1899. Durante el período republicano fue secretario del Gobierno Provincial de Matanzas y de la Superintendencia Provincial de Escuelas. En 1909 fundó el periódico El Yucayo. Colaboró en La Primavera, El Ateneo, Diario de Matanzas, El Fígaro y en La Discusión. Fue declarado Hijo Eminente de Matanzas en 1915. Ese mismo año se trasladó a Nueva York para reponer su quebrantada salud. Obtuvo galardones poéticos en los Juegos Florales de Sancti Spíritus (1916) y Matanzas (1934). Fue miembro fundador del Grupo Índice (1935). Era socio correspondiente de la Academia Nacional de Artes y Letras. Un gran número de sus composiciones poéticas quedaron sin ser publicadas o agrupadas en una bien merecida antología. Raimundo Lazo lo llama «el último poeta patriótico de los tiempos coloniales». Principales Trabajos Desde la publicación en 1897 en la ciudad estadounidense de Filadelfia del poemario Efigies, conformado por sonetos patrióticos, a este autor se le considera, por la gran aceptación de esa obra, como uno de los poetas de la guerra Cubano-Española. Poema Mi Bandera Quizás su poesía más conocida, es la que incluimos aquí. Fue compuesta por el autor al regresar a Cuba después de terminada la Guerra Hispano-Americana, y en ella expresa su angustia frente a la incertidumbre del futuro nacional amenazado por una bandera extranjera, que él pudo ver desde el barco en que entraba en la bahía de la Habana, izada en la fortaleza del Morro junto a la bandera cubana. Mi Bandera Al volver de distante ribera, con el alma enlutada y sombría, afanoso busqué mi bandera ¡y otra he visto además de la mía! ¿Dónde está mi bandera cubana, la bandera más bella que existe? ¡Desde el buque la vi esta mañana, y no he visto una cosa más triste... ! Con la fe de las almas austeras, hoy sostengo con honda energía, que no deben flotar dos banderas donde basta con una: ¡la mía! En los campos que hoy son un osario vio a los bravos batiéndose juntos, y ella ha sido el honroso sudario de los pobres guerreros difuntos. Orgullosa lució en la pelea, sin pueril y romántico alarde; ¡al cubano que en ella no crea se le debe azotar por cobarde! En el fondo de obscuras prisiones no escuchó ni la queja más leve, y sus huellas en otras regiones son letreros de luz en la nieve... ¿No la veís? Mi bandera es aquella que no ha sido jamás mercenaria, y en la cual resplandece una estrella, con más luz cuando más solitaria. Del destierro en el alma la traje entre tantos recuerdos dispersos, y he sabido rendirle homenaje al hacerla flotar en mis versos. Aunque lánguida y triste tremola, mi ambición es que el Sol, con su lumbre, la ilumine a ella sola, ¡a ella sola! en el llano, en el mar y en la cumbre. Si deshecha en menudos pedazos llega a ser mi bandera algún día... ¡nuestros muertos alzando los brazos la sabrán defender todavía!... Algunas obras publicadas * 1905: Varón en la puerta * 1908: El legado * 1915: El anónimo Referencias wikipedia-http://es.wikipedia.org/wiki/Bonifacio_Byrne
Para recordar a Eliseo Diego basta cerrar los ojos y soñar, o extender la mano ante un librero y tomar una obra suya. Narraciones, poemas y ensayos salieron de su mano para enriquecer la literatura cubana. Por sus aportes y lo que significa su figura para la cultura cubana, este año, en el 90 aniversario de su natalicio, se le rinde merecidísimo homenaje a quien también ejerció como promotor cultural y traductor. Por el conjunto de su obra, en 1986 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura, y en 1993 obtuvo el Premio Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe “Juan Rulfo”.
Carlos Pintado (1974) es un poeta, escritor y dramaturgo nacido en Cuba y radicado desde 1997 en Estados Unidos. En el 2014 le fue otorgado el prestigioso Premio Paz de Poesía del The National Poetry Series en Nueva York por su nuevo libro "Nueve monedas" que saldrá publicado en edición bilingue por la editorial Akashic Press. También recibió el Premio Internacional de Poesía Sant Jordi en el 2006 en España por su libro Autorretrato en azul y fue, además, finalista de premio Adonais por su libro: El azar y los tesoros. Desde el 2010 el South Beach Music Ensemble estrena por varios estados de Norteamérica el Quinteto sobre los Poemas de Carlos Pintado quinteto de piano y cuerdas bajo la dirección de la compositora estadounidense Pamela Marshall y Michael Andrews.
(...) Desde niña, Mirta Aguirre se aferró inflexible a su empeño de ser ni más ni menos, ella misma. Sospecha uno que hasta sus travesuras llevaban su sello. “Por aquí pasó Mirta”, dirían con un poco de azoro sus padres o sus compañeritos de escuela. Cuando sintió necesidad de escribir se enfrentó a su obra con idéntico rigor que a su persona. Su obra fue suya, original, inconfundible. Y cuando la sorprendió el impulso de escribir poemas para niños, lo hizo sin permitirse concesiones fáciles, con todo respeto, de igual a igual. Desde niña, Mirta Aguirre se aferró inflexible a su empeño de ser ni más ni menos, ella misma. Sospecha uno que hasta sus travesuras llevaban su sello. “Por aquí pasó Mirta”, dirían con un poco de azoro sus padres o sus compañeritos de escuela. Cuando sintió necesidad de escribir se enfrentó a su obra con idéntico rigor que a su persona. Su obra fue suya, original, inconfundible. Y cuando la sorprendió el impulso de escribir poemas para niños, lo hizo sin permitirse concesiones fáciles, con todo respeto, de igual a igual. (...) Eliseo Diego junio de 1986 Referencias Laedadeoro.com - www.laedadeoro.com/2010/04/la-obra-de-mirta-aguirre_03.html Mirta Aguirre Carreras. Poetisa, crítico y ensayista cubana. Se doctoró en leyes en 1941. Realizó estudios especiales de literatura, música y filosofía marxista. Fue miembro activo de la Liga Juvenil Comunista, la Liga Antimperialista, Defensa Obrera Internacional, el Partido Comunista de Cuba y el Partido Socialista Popular. Vicepresidenta de la Federación Democrática de Mujeres Cubanas y responsable político de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo. Durante años tuvo a su cargo la sección de cine, teatro y música del Periódico Hoy. Después del Triunfo de la Revolución Cubana fue directora de la Sección de Teatro y Danza del Consejo Nacional de Cultura. Utilizó los seudónimos Rosa Iznaga, Rita Agumerri y Luis Robles Garza. Nació en La Habana (ciudad actual del mismo nombre, perteneciente a la provincia Ciudad de la Habana), Cuba, el 18 de octubre de 1912. Su hermano Sergio fue historiador, profesor y Director de la Escuela de Historia de la Universidad de La Habana. Estudios Graduada de Derecho Civil, en 1941, realizó también estudios de Literatura, Música y Filosofía Marxista. Vida laboral Se desempeñó también como traductora y redactora, guionista de radio y televisión. Responsable de la Sección de Cine, Teatro y Música del Periódico Hoy. Laboró en ese diario entre 1944 y 1953 y luego de 1959 a 1960, donde escribió más de dos mil artículos. Coeditora de la Gaceta “Literaria del Caribe”, desde 1944, colaboró además en otras revistas como “Cuba Socialista”, “Casa de las Américas”, “Universidad de La Habana” y Revista “Lyceum de La Habana”, de la cual integró su Consejo de Dirección desde 1936. Vida política Entre 1951 y 1954 fue Subdirectora del Semanario “Ultima Hora". Utilizó los seudónimos de Rosa Iznaga, Rita Agumerri y Luis Robles Garza. Desarrolló desde muy joven una intensa vida política; fue Miembro del Partido Comunista de Cuba, desde 1932. Marchó exiliada a México durante la dictadura de Gerardo Machado. Delegada en 1939 al Congreso Nacional Femenino, celebrado en La Habana, fue Miembro activo de la Liga Juvenil Comunista, la Liga Antimperialista y Defensa Obrera Internacional. Asistió en 1948 a Congresos por la Paz en París y Nueva York. Fue Vicepresidenta de la Federación Democrática de Mujeres Cubanas y Miembro del Movimiento por la Paz y la Soberanía de los Pueblos. Integró desde 1953 la Comisión para el trabajo intelectual del Partido Socialista Popular, junto a Carlos Rafael Rodríguez y Juan Marinello. Desde esa fecha, y hasta 1959, atendió políticamente a la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo y a su revista, en representación del Partido Socialista Popular. Muerte Falleció en Ciudad de La Habana el 8 de agosto de1980. Al morir dirigía el Instituto de literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba y estaba propuesta para recibir el título de Doctora en Ciencias Filológicas. Cargos Después de 1959 fue Asesora de Literatura y Publicaciones, del Instituto Nacional de Cultura del Ministerio de Educación, así como de Artes Dramáticas del Teatro Nacional de Cuba, hasta 1971. Directora de la Sección de Teatro y Danza, del Consejo Nacional de Cultura. Fundadora de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1961. Miembro de Jurados en Concursos “13 de Marzo” y “26 de Julio”. Desde 1976 fungió como Directora del Instituto de Literatura y Lingüística, de la Academia de Ciencias de Cuba, donde dirigió hasta su fallecimiento la publicación del “Diccionario de Literatura Cubana”. Integró el Consejo de Dirección y el Consejo Científico Superior de la Academia de Ciencias de Cuba, desde 1976. A partir de 1977 dirigió la Sección de Ciencias Sociales, de la Comisión Nacional de Grados Científicos. Desde 1962 ejerció como Profesora en la Escuela de Letras y Arte de la Universidad de La Habana y fue Directora de su Departamento de Lengua y Literatura Hispánica. Colaboró también en los Cuadernos de Historia de la Facultad de Humanidades. Reconocimientos En 1946 ganó el prestigioso premio periodístico nacional “Justo de Lara”. En 1947 obtuvo premio en los Juegos Florales Iberoamericanos, por su obra: “Influencia de la Mujer en Iberoamérica”. De igual forma, en 1948 resultó premiado su libro: “Un Hombre a través de su obra: Miguel de Cervantes Saavedra”, en el concurso convocado por el Lyceum Lawn Tennis Club. En 1974 obtuvo el primer premio en el Concurso que convocó la Sección de Obras Públicas de México, sobre Sor Juana Inés de la Cruz, con su libro: “Del encausto a la sangre: Sor Juana Inés de la Cruz”. Fue autora de la Introducción a la edición cubana de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”. En el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, celebrado en 1971, resultó seleccionada entre los 16 educadores más destacados del país. Recibió también la Distinción “Héroes del Moncada” y la Medalla “250 Aniversario” de la Universidad de La Habana, atendiendo a su labor docente y literaria. Obras * “Pescador” * “Rucio de Sancho y Platero de Juan Ramón” * “Recuerdos de Mella” * “Presencia interior" (poesía) * “Palabras en Juan Cristóbal” * “Influencia de la mujer en Iberoamérica" (ensayo) * “Un hombre a través de su obra: Miguel de Cervantes Saavedra” * “La Edad de Oro y las ideas martianas sobre educación infantil” * “El neorrealismo italiano” * “Canción antigua a Che Guevara” * “Juegos y otros poemas” * “Del encausto a la sangre: Sor Juana Inés de la Cruz” * “Ayer de hoy” Valoraciones de su obra "La poesía de Mirta Aguirre se afirma en Ayer de hoy como un momento insustituible en el proceso creador de la literatura cubana. [...] Esa natural espontaneidad que se desprende de cada imagen, de cada verso, no sólo son achacables a ciertos dones que requiere toda obra poética, sino al gustoso ejercicio de una disciplina que ha atendido siempre las leyes de la preceptiva y también muy sabiamente, a su libre albedrío. [...]. El lenguaje poético de Presencia Interior, en su búsqueda de ambición filosófico-social, se expone mediante una palabra que antes que cualquier otra cosa es un instrumento de poder alusivo y ese lenguaje es, ante todo, una suma de equivalencias permanentes. La poesía de Mirta Aguirre, pues, rebosa ‘esa salud artística que viene de respirar a pulmón inflado el aire del tiempo’" —Juan Marinello "Cuando el encausto se vuelve sangre» cuestiona juicios existentes, plantea interrogantes y abre nuevos derroteros para el estudio de la vida y la obra de la Décima Musa. Es una contribución imprescindible a la bibliografía sorjuanina, obra de consulta obligada que vale tanto por lo que revela como por la manera que enfoca los escritos y la biografía de Sor Juana Inés de la Cruz." —Raquel Chang Rodríguez "Va también a lo largo del libro una hermosa corriente de poesía 'revolucionaria' que considero y deseo accidental, pues traerá la verdad de todos: la de Mirta Aguirre, por ejemplo, quien le ha conseguido su acento más noble" —Juan Ramón Jiménez "No puedo dejar de decirle mis complacencias con su libro [se refiere a Presencia interior, 1938, porque otra cosa sería desagradecimiento. Siendo la seria y tímida persona que es, también sabe jugar. Todas esas primeras poesías, mediocoplas, son grandes aciertos. Y es que la lengua a todos nos mete en folklore, querámoslo o no, y en el folklore profundo que es el español, a pesar de sus chirigotas. [...] El tema de la sombra me obsesiona también. Pero ahí tengo en Tala algo medio fallido. Esto sí me llena. Pero Ud. se la quiere a su sombra y yo me la detesto. Ya está Ud. muy madura y muy sabia en ese precioso "Soneto agua-mar". Mucho. ¡Aleluya por esta generación que a los 25 tiene semejante razón! ¡Y la "Posibilidad", qué grave cosa llanamente dicha! Como en el "Encuentro", que Dios le guarde. El "Camino" me lo quisiera aprender de memoria. Le aprendo la lección de la "Vida profunda". En otra encarnación, que Ud. me enseñe estas cosas, Myrta (sic), de tremendo saber en otros, de adivinar maravilloso en Ud. La "Infancia", amiga mía, es de las nobles y canadas (sic) poesías (canadas hacia adentro y hacia afuera) que yo he leído. "El cadáver de un niño entre mis brazos". ¡Ay, cómo le llevo yo y cómo le entiendo en Ud.! Esto y el "Último poema" te ganan mi alma de media sangre, de medio hermana; para siempre. ¡Qué hermosa alma fuerte le dio a Ud. Dios por la mano de su raza! Y qué bravo orgullo siento, Myrta, de haberla conocido y de que Ud. quede aquí en su Cuba, confortando el aire americano, el de los míos. También a mí me afirmará usted desde lejos, créalo." "Cuando el lector avezado en el placer de la poesía entra por primera vez al mundo lírico de Mirta Aguirre a través de aquel breve tomo de 1938 titulado Presencia interior -más tarde recogido en su libro Ayer de hoy junto algunos otros poemas y ensayos-, seguramente queda sorprendido por el alto oficio artístico que denotan aquellos versos en los cuales no se pierde la autora en un monótono regodeo rítmico, no vacila en la mudanza de las diferentes estructuras poéticas, ni agota su inspiración en unos pocos temas gastados por el uso común. De ninguna manera podían ser aquellos los primeros pasos de alguien que con tanta destreza se orientaba entre los múltiples metros y rimas de la tradición literaria española e hispanoamericana, sin negar el origen, sin borrar las huellas, pero sin dudar ante el despegue creador y la renovación consciente de los moldes poéticos. Romances, sonetos, pareados, versos libres, utilizados todos con un nivel parejo de pericia y originalidad, sobresalen en esta primera muestra de su arte desarrollado en el profundo conocimiento de las literaturas hispánicas, pero al calor de las particulares circunstancias socio-políticas que desde muy temprano determinaron el compromiso de esta poesía con el quehacer revolucionario de la autora y por tanto definieron su perfil ideotemático como el elemento de mayor relevancia de esta obra, al cual se acopla la forma métrico-rítmica sin resistencia, pero sin indigna servidumbre, en maravilloso acomodo del significante sonoro con el elemento conceptual. —Susana Montero Sánchez "Una comunista, como Mirta, y una católica, como Fina, nos revelan con sus miradas el lenguaje de la mujer de este siglo desde la intimidad del sujeto que, en ocasiones, trasciende el ego individual para asumir la polifonía de lo colectivo, por razón de fe y/o de principios. […] Si el tono íntimo habla en la poesía de Fina García Marruz, y este se desborda en la plenitud de una religiosidad auténtica, si el amor en su lírica es obra de fe, rasgos que compartirá con otros origenistas, en la poesía de la Aguirre está la eclosión de la luz -rota la penumbra de la noche- y la manifestación intrínseca del proceso ideológico (no solo de su referente político), cuando la voz de la mujer se abre a la diversidad temática que se extiende desde el amor individual, el flujo y reflujo de las parejas humanas, hasta el discurso anunciatorio de una militancia de la que nunca se reniega. Pero es en la impronta existencial, sí, lo que no es igual epistemológicamente a existencialismo, donde esta mujer palpita con vehemencia y alcanza la totalidad, sin mimetismos ni falacias. […] En la poesía édita de Mirta Aguirre, en lo que conocemos de su obra lírica -sabemos que hay más de un volumen lamentablemente no publicado todavía que podría enriquecernos y negar ese aparente mutismo suyo-, sobresale esa feminidad, la pasión que lleva a esta poeta a establecer comunicaciones sobre la base de la igualdad y no de la complacencia, con otras voces mayores de las letras hispánicas, de quienes fueron sus coetáneos. Y pienso en el Neruda de las Residencias, o en el Vallejo de los Poemas Humanos y siempre […] el Lorca de Poeta en Nueva York. Sin asumir el surrealismo como opción estética, si están los códigos metafóricos de las vanguardias artísticas […] y, sobre todo, en esa cuerda erótica que no ha tenido el merecido estudio y divulgación, el conocimiento y el aplauso, corrida sobre Mirta la sombra de su notoria condición política que opacó su nombre poético." —Mercedes Santos Moray Referencias Ecured.cu - www.ecured.cu/index.php/Mirta_Aguirre
Luego de décadas de silenciamiento o relegación, el escritor cubano Virgilio Piñera (1912-1979) ocupa un sitio referencial en la literatura cubana contemporánea. Los avatares del canon nacional de las letras se cumplen, como en pocos autores latinoamericanos del siglo XX, en este poeta, dramaturgo y narrador, nacido hace 100 años en Cárdenas, Matanzas. Los atributos de Piñera que molestaban al Estado cubano, hace apenas 20 años, son los mismos que le han ganado una presencia tutelar, cada vez más discernible entre las últimas generaciones de escritores de la isla y la diáspora. Virgilio Piñera (4 de agosto de 1912, Cárdenas (Matanzas), 18 octubre de 1979 - La Habana) fue un poeta cubano. Vida Piñera cursó sus primeros estudios en su localidad natal, pero en 1925 se trasladó con su familia a pepeCamagüey, donde estudió el bachillerato. En 1938 se instaló en La Habana, en cuya universidad se doctoró en Filosofía y Letras en 1940. Ya el año anterior había empezado a publicar, sobre todo poemas, en la revista Espuela de plata, predecesora de Orígenes, en la que coincidió con José Lezama Lima. En 1941 vio la luz su primer poemario, Las furias, y ese mismo año escribió también la que es quizá su obra teatral más importante, Electra Garrigó, que se estrenó en La Habana, ocho años después, y constituyó uno de los grandes hitos del teatro cubano, para muchos críticos, como Rine Leal o Raquel Carrió, el verdadero comienzo del teatro cubano moderno. En 1942 fundó la efímera revista Poeta, de la que fue director. Al año siguiente publicó el extenso poema La isla en peso, una de las cumbres de la poesía cubana, que en su momento fue, sin embargo, objetado por grandes poetas como Gastón Baquero o Eliseo Diego y críticos como Cintio Vitier. Aunque en La isla en peso se considera en la actualidad como uno de los momentos más altos de la poesía cubana. Cuando en 1944 Lezama y Rodríguez Feo fundaron la revista Orígenes, Piñera formó parte del plantel inicial de colaboradores, a pesar de que mantenía importantes discrepancias estéticas con el grupo de poetas de la revista. Allí publicó poesía y un excelente ensayo: "El secreto de Kafka". Preparó, asimismo, un número sobre literatura argentina. En febrero de 1946 viajó a Buenos Aires, donde residió, con algunas interrupciones, hasta 1958. Allí trabajó como funcionario del consulado de su país, como corrector de pruebas y como traductor.1 En la capital argentina hizo amistad con el escritor polaco Witold Gombrowicz, y formó parte del equipo de traductores que llevaron a cabo la versión castellana de Ferdydurke. También conoció a Jorge Luis Borges, Victoria Ocampo, Graziella Peyrou y a José Bianco, quien prologó su volumen de cuentos El que vino a salvarme, publicado por la Editorial Sudamericana. Continuó colaborando con Orígenes con cuentos, ensayos y reseñas críticas. En 1948 se estrenó en La Habana Electra Garrigó, mal acogida por la crítica. Por entonces escribió otras obras teatrales: Jesús y Falsa alarma, obra considerada una de las primeras muestras de teatro del absurdo, anterior incluso a La cantante calva de Eugène Ionesco. En 1952 publicó su primera novela, La carne de René. En 1955, tras el final de Orígenes, marcado por una agria disputa entre Lezama Lima y Rodríguez Feo, fundó con este último la revista Ciclón, de gran importancia en la historia de la literatura cubana. Por entonces colaboró también con la revista argentina Sur y con las francesas Lettres Nouvelles y Les Temps Modernes. En 1958 abandonó Argentina y se instaló definitivamente en Cuba, donde viviría hasta su muerte. Tras el triunfo de la Revolución Cubana, Piñera colaboró en el periódico Revolución y en su suplemento Lunes de Revolución. En 1960 reestrenó Electra Garrigó y publicó su Teatro completo. En 1968 recibió el Premio Casa de las Américas de teatro por Dos viejos pánicos, obra que no fue estrenada en Cuba hasta principios de los años noventa. Recientemente en México ha tenido una exitosa temporada una nueva interpretación de "Electra Garrigo" titulada "El Son de Electra" bajo la dirección del destacado creador Ramón Díaz y las actuaciones de Thais Valdés y Sandra Muñoz y en La Habana ha reaparecido esta obra bajo la dirección de Roberto Blanco y últimamente de Raúl Martín con el Grupo Teatral La Luna. A partir de 1971 y hasta su muerte, Piñera sufrió un fuerte ostracismo por parte del régimen y de las instituciones culturales oficiales cubanas, en gran parte debido a una radical diferencia ideológica y a su condición sexual, ya que nunca escondió su homosexualidad.2 El famoso escritor cubano disidente Reinaldo Arenas, amigo de Piñera, cuenta ese episodio en sus memorias Antes que anochezca. Como narrador, destaca por su humor negro, dentro de la línea del absurdo. Fue también un destacado traductor, y vertió al español obras de Jean Giono, Imre Madách, Charles Baudelaire y de Witold Gombrowicz, entre muchos otros.1 Sus Cuentos completos han sido publicados por la Editorial Alfaguara. Su poesía completa, así como La carne de René, aparecieron bajo el sello de Tusquets Editores. OBRAS Poesía * 1941 - Las furias * 1943 - La isla en peso (reedición cortada en Virgilio Piñera La poesía, La Habana * 1965 - a parte de unas modificaciones mínimas, sobre todo unas correcciones ortográficas añadiendo otros errores, el cambio principal es la corte de un parágrafo sobre la masturbación; reeditado en esta versión truncada también en Virgilio Piñera 'La isla en peso. Obra poética', compilación y prólogo de Antón Arrufat, La Habana 1999 y Barcelona: Tusquets editores 2000, colección Nuevos textos sagrados; la versión original con unas pocas diferencias mínimas más se encuentra entre otros en javiergato.blogspot.com en la parte 'Taedium mundi' ) * 1944 - Poesía y prosa * 1969 - "La vida entera" * 1988 - Una broma colosal * 1994 - Poesía y crítica Cuento * 1942 - El conflicto * 1956 - Cuentos fríos * 1961- "Oficio de tinieblas" * 1970 - El que vino a salvarme * 1987 - Un fogonazo * 1987 - Muecas para escribientes * 1992 - Algunas verdades sospechosas * 1992 - El viaje * 1994 - Cuentos de la risa del horror (antología) * 2008 - Cuentos fríos. El que vino a salvarme. Edición de Vicente Cervera y Mercedes Serna Cátedra, 2008. Novela * 1952 - La carne de René, Buenos Aires, reedición (modificada) Tusquets Editores, Colección Andanzas, Barcelona, 2000. * 1963 - Pequeñas maniobras * 1967 - Presiones y diamantes * 1997 - El caso baldomero Teatro * 1959 - Electra Garrigó * 1959 - Aire frío * 1960 - Teatro completo * 1968 - Dos viejos pánicos * 1986 - Una caja de zapatos vacía * 1990 - Teatro inconcluso * 1993 - Teatro inédito Traducción * 1947 - Witold Gombrowicz Ferdydurke (traducido por Virgilio Piñera junto con Humberto Rodríguez Tomeu y Adolfo de Obieta y 'a veces veinte personas', vea Witold Gombrowicz Diarios, cap. XV, y Virgilio Piñera La vida tal cual, p. 32, donde describe como Gombrowicz le declara 'presidente del Comité de Traducción', en Unión 10 / 1990, La Habana, número dedicado a Virgilio Piñera, p. 22 - p. 35) Referencias Wikipedia – http://es.wikipedia.org/wiki/Virgilio_Piñera Cien años del nacimiento del poeta y dramaturgo cubano En su libro Inventario secreto de La Habana, Abilio Estévez relata un encuentro con Virgilio Piñera en 1979, pocos meses antes de la muerte del gran poeta cubano. En un momento de la conversación, Estévez le preguntó cuál creía que sería su destino literario post mortem. “Me publicarán, me homenajearán y seré por fin el apóstol que siempre debí ser”, disparó el autor de La carne de René con sonrisa escéptica y mirada burlona. La profecía de Piñera (Cárdenas, 1912) terminó cumpliéndose. El escritor solitario, el francotirador, el nadador a contracorriente, como lo ha definido Abilio Estévez, recibió este año un homenaje oficial en La Habana al cumplirse el centenario de su nacimiento. Pero tuvieron que pasar muchos años para que sus libros se editaran en la isla y sus obras dramáticas se representaran en los teatros cubanos. Marginado y desactivado por la Revolución durante décadas, la figura de Piñera —considerado por algunos críticos como el mejor dramaturgo cubano del siglo XX— no levantó vuelo hasta que fue reivindicada por los jóvenes creadores de los años ochenta, pero el régimen no le perdonó la disidencia intelectual de la que hizo gala toda su vida hasta hace bien poco, cuando el general Raúl Castro lo rescató del ostracismo, como si el creador de Electra Garrigó fuera una de esas “absurdas prohibiciones” que el hermano menor de Fidel se dispuso a eliminar para darle a su mandato una pátina de aperturismo. La historia podría haber sido diferente para uno de los máximos exponentes del teatro del absurdo (su Falsa alarma fue publicada en 1948, dos años antes de que Ionesco revolucionara el género con La cantante calva) si se hubiera plegado a las exigencias del guión tras el triunfo de la Revolución en 1959. Un guión que, con respecto a la política cultural, Fidel Castro esbozó en el denominado “Encuentro con los intelectuales”, tres jornadas históricas celebradas en la Biblioteca Nacional de La Habana en junio de 1961 en las que el nuevo régimen dejó sentadas las pautas por las que debía regirse el pensamiento de la época: no habría vida (intelectual) más allá del binomio patria-revolución, a saber: Martí y Fidel. Una vez derribada la dictadura de Batista, a la que se habían opuesto con más o menos ardor patriótico los intelectuales cubanos, estos buscaban su lugar en la alborada revolucionaria. Como otros, Piñera albergaba dudas y recelos sobre el nuevo papel que debía desempeñar la intelligentsia de la isla. Y así se lo hizo saber al Comandante: “Yo quiero decir que tengo mucho miedo. No sé por qué tengo ese miedo pero eso es todo lo que tengo que decir”. ¿Miedo? Piñera pronunció la palabra maldita, aquella que presidiría las relaciones entre la cultura y la Revolución (como quedó de manifiesto en el “caso Padilla” o en el “quinquenio gris”, de 1971 a 1976). Fidel respondió a las inquietudes de Padilla y otros con uno de esos discursos maratónicos que lo harían célebre (y que ha pasado a la historia como “Palabras a los intelectuales”). Y despejó incertidumbres: ¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas, revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho”. Es decir, la cultura quedaría atrapada en la isla entre la sumisión al nuevo establishment sovietizado y la “muerte civil”. Piñera, que ya había publicado sus mejores obras antes del triunfo revolucionario, editó algunos libros más en la década de los sesenta pero fue orillado poco a poco por los prebostes culturales del régimen. En 1969 publicaría su último libro en vida, bajo el curioso título de La vida entera. Desde entonces, hasta su muerte en 1979, no volvió a publicar una sola línea. Pero nunca dejó de escribir. El desdén de los dirigentes revolucionarios hacia Piñera mucho tuvo que ver con su condición de homosexual. Baste recordar que en el primer congreso de Educación y Cultura, celebrado en 1971, el régimen había definido la homosexualidad como una “patología social”. El propio Piñera ya lo había presagiado en un pasaje de La vida tal cual, sus textos autobiográficos: “No bien tuve la edad exigida para que el pensamiento se traduzca en algo más que soltar la baba y agitar los bracitos, me enteré de tres cosas: lo bastante sucias como para no poderme lavar jamás de las mismas. Aprendí que era pobre, que era homosexual y que me gustaba el arte”. El relato de Abilio Estévez sobre la vida cotidiana de ese Bartleby clandestino es estremecedor, pues nos habla de un hombre que casi raya con el indigente. Un literato devenido en menospreciado traductor que se levantaba de madrugada para escribir y, cuando el día se echaba encima, “descendía hacia los abismos de la realidad con una jaba (bolsa) de saco, una cantina de metal y un frasco de medicina vacío”. El pomo de medicina era para el “café aguado” de la cafetería Las Vegas. En la cantina de metal le servían a Piñera unos espaguetis a pelo en una pizzería de la esquina de Infanta y San Lázaro. En la jaba guardaba el escritor el pastel con sabor a manzana que había comprado tras guardar una cola de una hora en el Supercake, una pastelería abierta en Zapata y Belascoaín. “Lo único que mereció (cuando murió) —escribe Abilio Estévez— fue una nota fugaz en los periódicos oficiales, la misma nota en todos los periódicos, con aquella helada sintaxis y estudiada economía de palabras”. Tal vez, mientras aguardaba la cola en el Supercake, Piñera se repitiera a sí mismo esa letanía que susurraba a sus allegados: “Nunca debí regresar de Buenos Aires”. En la Argentina vivió el poeta 12 años de forma intermitente (1946-1958) como funcionario de la embajada cubana. Fueron tiempos fructíferos para Piñera desde el punto de vista creativo. En esos años escribe su mejor novela, La carne de René (1952) los Cuentos fríos (1956) y buena parte de sus mejores obras dramáticas, además de dirigir la revista Ciclón, la contracara del Orígenes de Lezama Lima (otro de los grandes olvidados de la Revolución). Y frecuenta a algunos de los grandes narradores argentinos de la época: Borges, Sabato, Macedonio Fernández… El autor de El Aleph tuvo a bien publicar uno de los cuentos de Piñera en uno de los números de Anales de Buenos Aires (1947). Aunque sin duda el escritor del que más cercano se sintió fue Wiltod Gombrovizc. Gracias a sus conocimientos del francés, idioma que también hablaba el autor polaco, Piñera presidió el comité que realizó en el café Rex la traducción colectiva de Ferdydurke, el artefacto literario con el que Gombrovizc saltó a la fama y que vio la luz en español en 1947. En agradecimiento, Gombrovizc nombró a su colega cubano, con ironía ubuesca, “jefe del ferdydurkismo sudamericano”. Antes de la etapa argentina, Piñera ya había publicado la que acabaría siendo su gran obra poética: La isla en peso (1943), un libro que rompe con el barroquismo de autores como Lezama o Carpentier y también con el pensamiento tradicional cubano, que otorgaba al Caribe un componente mágico-espiritual arcádico, como recuerda el escritor Damaris Calderón. La isla, para Piñera, está marcada más bien por una condición negativa, claustrofóbica, por esa “maldita circunstancia” que canta el poeta: “Esta noche he llorado al conocer a una anciana que ha vivido ciento ocho años rodeada de agua por todas partes”. Como un río subterráneo, la palabra atrapada de Virgilio Piñera no ha cesado de empapar las distintas poéticas que se han sucedido en la isla desde los años sesenta del siglo pasado. La obra narrativa de Reynaldo Arenas (la versión rebelde de Piñera), Severo Sarduy, Abilio Estévez o Antón Arrufat le debe mucho al autor de Cuentos fríos. Ensayistas jóvenes como Rafael Rojas, Antonio José Ponte o Iván de la Nuez (los tres, en el exilio) reivindican en nuestros días el inconformismo intelectual de Piñera, un rasgo distintivo en toda su obra que, para Rojas y Ponte, invalida los homenajes y las vindicaciones actuales del aparato cultural del régimen. “Los atributos de Piñera que molestaban al Estado cubano, hace apenas 20 años, son los mismos que le han dado una presencia tutelar, cada vez más discernible entre las últimas generaciones de escritores de la isla y la diáspora”, escribe Rojas. Y añade: “Un escritor como Piñera merece que (…) se piense críticamente su apropiación por parte del mismo Estado que lo marginó y lo silenció. El mismo Estado que sostiene de jure y de facto leyes e instituciones que un admirador de El pensamiento Cautivo, de Milosz, no podría aprobar”. Porque el pensamiento en la isla, como recuerda Rojas aludiendo al libro de Milosz, sigue cautivo, apresado por la tenaza del discurso único. Solo desde algunas bitácoras del ciberespacio es posible la crítica. El escritor Ángel Santiesteban (autor del blog Los hijos que nadie quiso) se preguntaba recientemente cuántos libros dejó de escribir Piñera tras ser arrumbado por el régimen: “¿De cuántos maravillosos absurdos se privó la Literatura por culpa de los gendarmes de la cultura oficial cubana?”. La huella de Piñera llena las plumas de las últimas hornadas de poetas cubanos. Juan Carlos Flores, poeta de la marginalidad, esculpe versos-martillo desde su departamento en Alamar (en el extrarradio habanero), tan austero y sencillo como aquel de las calles 27 y N en el barrio del Vedado, cuartel general de la tristeza. Flores, como otros jóvenes poetas, también ha rendido tributo al escritor solitario, al francotirador, al nadador a contracorriente y a su visión negativa de la insularidad: “Oscar Wilde tuvo su estancia gélida, el aislamiento pudo ser la tuya. A la hora anunciada por los especialistas en posteridad te convertiste en una isla, isla hundida en qué profundo y olvidado mar oscuro”. Referencias http://www.jotdown.es/2012/11/virgilio-pinera-y-el-agua-por-todas-partes/
José María Andrés Fernando Lezama Lima, conocido sencillamente como José Lezama Lima (La Habana, 19 de diciembre de 1910 - íbid, 9 de agosto de 1976) fue un poeta, novelista, cuentista y ensayista cubano. Su novela Paradiso ha alcanzado una gran repercusión internacional desde su publicación en 1966. Nació el 19 de diciembre de 1910 en el campamento militar de Columbia, en La Habana, hijo de José María Lezama y Rodda, coronel de artillería e ingeniero, y de Rosa Lima. En 1920, Lezama ingresa en el colegio Mimó, donde concluye sus estudios primarios en 1921. Comienza sus estudios de segunda enseñanza en el Instituto de La Habana, donde se gradúa como bachiller en ciencias y letras en 1928. Un año más tarde iniciará los estudios de Derecho en la Universidad de La Habana. Su obra culterana está saturada de claves, enigmas, alusiones, parábolas y alegorías que aluden a una realidad secreta, íntima y, al mismo tiempo, ambigua. Desarrolló una erótica de la escritura, anticipándose, de esta manera, a las corrientes europeas de la estilística estructuralista. Sus ensayos son imaginativos, poéticos, abiertos y constituyen una recreación de textos y visiones. Promotor de revistas y cenáculos, supo congregar en torno de sí a poetas de la talla de Gastón Baquero, Cintio Vitier, Eliseo Diego, Virgilio Piñera y Octavio Smith, entre otros. Su amistad con el poeta y sacerdote español Ángel Gaztelú, contribuyó a la formación de su mundo espiritual. Participó el 30 de septiembre de 1930 en los movimientos estudiantiles contra la dictadura de Gerardo Machado. Publicó su primer trabajo, el ensayo Tiempo negado, en la revista Grafos, en la que al año siguiente se publica su primer poema titulado Poesía. Fundó en 1937 la revista Verbum y su famoso libro Muerte de Narciso. Durante los siguientes años creó otras tres revistas: Nadie parecía, Espuela de Plata y Orígenes junto a José Rodríguez Feo, una de las publicaciones más importantes de la década del 1940, en la que publicó los primeros cinco capítulos de su obra cumbre: Paradiso. El 12 de septiembre de 1964 muere la madre del poeta. Luego éste se casará con su secretaria María Luisa Bautista el 5 de diciembre del mismo año. Sólo salió de Cuba durante dos breves períodos en viajes a México y Jamaica. Un año después ocupa el cargo de investigador y asesor del Instituto de literatura y lingüística de la Academia de Ciencias. Es en esa época cuando publica su Antología de la poesía cubana. Su novela Paradiso, obra cumbre del autor, fue publicada en el año 1966. Considerada por muchos críticos como una de las obras maestras de la narrativa del siglo XX, en ella confluye toda su trayectoria poética de carácter barroco, simbólico e iniciático. Fue publicada en 1970 por la editorial mexicana Era, en una edición revisada por el autor y al cuidado de Julio Cortázar y Carlos Monsiváis. Paradiso fue calificada por las autoridades cubanas dos años más tarde como "pornográfica" debido al tema de la homosexualidad en su trama y esto sirvió de antesala a la acusación por actividades contrarrevolucionarias en 1971 que le amargó los últimos años de su existencia. Las actuales autoridades cubanas han rectificado radicalmente este enfoque de la obra de Lezama. Profundo conocedor de Platón, los poetas órficos, los filósofos gnósticos, Luis de Góngora y las corrientes culteranas y herméticas, devoto del idealismo platónico y ferviente lector de los poetas clásicos, Lezama vivió plenamente entregado a los libros, a la lectura y a la escritura. Se ha dicho de él que fue "un escritor de palabra golosa, henchida de barruntos sobre las más extraordinarias imaginerías. En él, el vocablo se hunde, como inmenso cucharón, en un caldo que contiene todos los saberes y todos los sabores y logra extraer, inimaginablemente entremezclados, bocados que son imágenes, que son poesía. Lezama es un poeta de lo sensual; escritor de una palabra que es deleite, que es placer, que es plenitud" (Rafael Fauquié, Escribir la Extrañeza). La estética de Lezama es la estética de la intuición y de lo intuitivo: percepción primaria donde se encuentran todas las clarividencias. Por lo que respecta a su poesía, no se alteró especialmente en la forma ni el fondo con la llegada de la Revolución y se mantuvo como una suerte de monumento solitario difícilmente catalogable. Para muchos especialistas, el conjunto de su obra representa dentro de la literatura hispanoamericana una ruptura radical con el realismo y la psicología y aporta una alquimia expresiva que no provenía de nadie. Julio Cortázar fue sin duda el primero en advertir la singularidad de su propuesta. En 1972 recibe el Premio Maldoror de poesía de Madrid y en Italia el premio a la mejor obra hispanoamericana traducida al italiano, por la novela Paradiso. Falleció el 9 de agosto de 1976 a consecuencia de las complicaciones del asma que padecía desde niño. A pesar de su escasa difusión editorial, la obra de José Lezama Lima sigue trascendiendo más allá del tiempo y las fronteras. Muchos poetas y narradores cubanos, latinoamericanos y españoles posteriores a él siguen admitiendo la influencia significativa que la propuesta de Lezama ha tenido en ellos: el caso más notorio sea quizás el de Severo Sarduy, que postuló su teoría del neobarroco a partir del barroco de Lezama. Siendo hermético por instinto y por el exceso expresivo, busca la revelación del misterio de la poesía. Fue un poeta religioso que, como San Juan de la Cruz, hace prevalecer el sentir sobre el decir. Lezama consiguió devolver a la poesía su esencia, pues en algún momento descendió hasta la inutilidad de la palabra usada y ya desprovista de música. Él estructuró un sistema poético del mundo sin importarle la dificultad que su lectura entrañaba para todos los lectores: quiso explicar el conocimiento del mundo desde la otra orilla, de lo desconocido, de lo otro y en ese recorrido lograr el desvelamiento de un nuevo ser nacido de la oscuridad: la poesía. José Lezama Lima crea un sistema para explicar el mundo a través de la metáfora y especialmente de la imagen. Su famosa frase lo resume: "la imagen es la realidad del mundo invisible". 23 años después de haberle puesto en la picota por "actividades contra-revolucionarias", le rinde homenaje el pueblo cubano con la salida del film Fresa y chocolate (1994) : Lezama Lima es el modelo de Diego, esteta y gay; y David, de las juventudes comunistas, lo descubre durante su metamorfosis, se vuelve hombre después de una gran "cena a la Lezama". Es discutible la identificación de los personajes de Lezama Lima y Diego en José Lezama Lima, sobre todo por precedentes como el de la "cena lezamiana"; esta identificación puede tener valor arquetípico, pero es difícilmente puntual, ya desde la mención misma de la cena, que alude a un culto habitual y externo entre los escritores marginales por la figura de Lezama Lima. Dada la autoría del cuento original El bosque, el lobo y el hombre nuevo, por Senel Paz y su relación con Reinaldo Arenas, parece que esta es la verdadera filiación; es decir, Reinaldo Arenas, un connotado homosexual y promotor cultural además de escritor laureado, muestra la personalidad de Lezama Lima a Senel Paz, un joven escritor en ciernes y heterosexual relativamente comprometido con el proceso revolucionario. La relación es conflictiva dadas las circunstancias de cada uno de los dos, pero lo importante es la alusión cultista a la "cena lezamiana"; que hace énfasis en una escena de la novela Paradiso, inspirada a su vez en una similar del clásico fundacional de la literatura cubana, Cecilia Valdés. Reinaldo Arenas, a su vez, toca explícitamente el tema de la cena en una parodia de Cecilia Valdés; pero la manera en que este tema se trata en el cuento de Senel Paz y la película hace difícil que sea el mismo autor de Paradiso el protagónico de ese drama, que por otra parte no tiene otras referencias sobre su vida o su obra. En enero del 2011 la revista Revolución y Cultura,1 órgano oficial del Ministerio de Cultura cubano, sacó un número dedicado a Lezama Lima, con una selección de artículos y reseñas sobre su obra, escritos por el Ministro de Cultura Abel Prieto, la Dra. Luisa Campuzano, la poeta Marilyn Bobes, el discípulo de Lezama, Cintio Vitier, los investigadores Félix Guerra y Ciro Bianchi y el escritor exiliado Fernando Velázquez Medina, entre otros intelectuales que le rindieron así homenaje al Maestro en sus primeros cien años. El premio anual de poesía en castellano de "Casa de las Américas", lleva el nombre de este lírida. Obras * Muerte de Narciso. (poesía) 1937 * Juego de las decapitaciones (cuento) * Patio morado (cuento) * Coloquio con Juan Ramón Jiménez. 1938 * Enemigo Rumor. (poesía) 1941 * Aventuras Sigilosas. (poema) 1945 * La Fijeza (poesía). 1949 * Arístides Fernández. (ensayo) 1950 * Analecta del Reloj. (ensayos) 1953 * La expresión americana. (ensayo) 1969 * Tratados en La Habana. (ensayo) 1958 * Dador. (poesía) 1960 * Antología de la poesía cubana. 1965 * Órbita de Lezama Lima. 1966 * Paradiso, novela 1966 * Los grandes todos. (Antología) * Posible imagen de Lezama Lima. 1979 * Esfera imagen. Sierpe de Don Luis de Góngora * Las imágenes posibles. (ensayo) 1970 * Poesía Completa. 1970 * La cantidad hechizada. (ensayo) 1970 * Introducción a los vasos órficos 1971 * Las eras imaginarias (ensayo) 1971 * Obras completas. 1975 * Oppiano Licario. novela inacabada, aparecida póstumamente en 1977 * Fragmentos a su imán (poesía) 1978 Referencias Wikipedia - http://es.wikipedia.org/wiki/José_Lezama_Lima
Juan Almeida Bosque (La Habana, Cuba, 17 de febrero de 1927 – La Habana, 11 de septiembre de 2009 ) fue un político, militar y compositor cubano. Juan Almeida está considerado como la tercera figura más relevante del poder cubano después de Fidel Castro y su hermano Raúl Castro. Integrante de la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista comenzó su actividad revolucionaria en 1952 participando en el asalto al cuartel Moncada en 1953. Destacó en las luchas revolucionarias después del desembarco del Granma destacando en ellas. Después del triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959, Almeida tuvo numerosas responsabilidades. Formó parte del Buró Político del Comité Central del Partido desde su fundación en 1965 siendo ratificado en todos los congresos. Fue elegido diputado para la Asamblea Nacional y Vicepresidente del Consejo de Estado, desde la primera legislatura del Parlamento cubano del nuevo periodo que se abrió tras el primero de enero de 1959. Fue comandante de la Revolución y presidente de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana. En su faceta de compositor y escritor realizó más de 300 canciones y una docena de libros. Labor revolucionaria inicial Participó en la lucha por el golpe de estado del 10 de marzo de 1952 donde conoció a Fidel Castro, al cual sigue posteriormente en el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953. Es condenado a prisión a consecuencia de este asalto por un período de 10 años; en 1955 fue amnistiado junto a sus compañeros. Expedicionario del yate Granma en 1956. El 27 de febrero de 1958 fue ascendido a Comandante del Ejército Rebelde y pasó a dirigir la columna Santiago de Cuba. Del III Frente Oriental hacia el Triunfo de la Revolución Fue uno de los Comandantes del Ejército Rebelde durante la lucha en la Sierra Maestra En marzo de ese mismo año dirigió III Frente Oriental Dr. Mario Muñoz Monroy, el cual inicialmente adopta el nombre de III Frente de Operaciones en la Sierra Maestra. Tras el triunfo de la revolución (1959) pasó a ocupar cargos en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Figura política en el gobierno revolucionario El 29 de marzo de 1962, Juan Almeida participa como Vocal del Tribunal Revolucionario presidido por el comandante Augusto Martínez Sánchez que se encargó de enjuiciar en juicio sumarísimo a los participantes de la Invasión de Bahía de Cochinos el 17 de abril de 1961. Este tribunal lo integraban además los comandantes Guillermo García Frías, Sergio del Valle y Manuel Piñeiro. Fue elegido miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y de su Buró Político en octubre de 1965. Es diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular desde la primera legislatura y Vicepresidente del Consejo de Estado de Cuba. Presidente de la Asociación de Combatientes de la República de Cuba. Junto a sus responsabilidad como presidente de la dirección nacional de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC). La ACRC es la organización que rige el trabajo de los veteranos de las guerras y de los militares de avanzada edad que se comprometen con los principios del Estado cubano. Trayectoria artística Su legado va más allá de la lucha revolucionaria pues incursionó en el arte como escritor y como compositor musical. Además compuso más de trescientas canciones de las cuales se han hecho varias producciones discográficas, dos de sus canciones más populares son La Lupe y Dame un traguito. Fallecimiento. El día 11 de septiembre de 2009 a las 23:30, hora cubana, falleció debido a un paro cardiorrespiratorio a la edad de 82 años. Sus restos mortales fueron sepultados en el mausoleo del III Frente Oriental, en Santiago, junto a otros combatientes de la Revolución Cubana. Condecoraciones recibidas * Título Honorífico de Héroe de la República de Cuba. * Orden Máximo Gómez de primer grado (otorgada el 27 de febrero de 1998, en ocasión del aniversario 40 de su ascenso a Comandante en la Sierra Maestra). Obras * Presidio * Exilio * Desembarco * La Sierra * Por las faldas del Turquino * Contra el Agua y el Viento, Premio Casa de las Américas (1985) * La Única Ciudadana * El General en Jefe Máximo Gómez * ¡Atención! ¡Recuento! * La Sierra Maestra y más Allá * Algo nuevo en el desierto * La Aurora de los héroes Referencias Wikipedia-http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Almeida_Bosque
Mariano Brull Caballero (24 de febrero de 1891- 8 de junio de 1956) fue un poeta camagüeyano por lo general asociado con el movimiento simbolista francés. Dos simbolistas que le influenciaron fuertemente fueron Stéphane Mallarmé y Paul Valéry. Entre los poetas cubanos de la primera mitad del siglo XX fue el más destacado de los que escribieron poesía por amor a la poesía, en oposición a la poesía centrada en cuestiones sociales o a la poesía que se inspiraba en la cultura de los cubanos de ascendencia africana. Debido a su interés en los sonidos de las palabras, se le conoce por un tipo de poesía llamado "jitanjáfora" donde las palabras virtualmente no tienen sentido pero dan mucha importancia a los sonidos.
Juan Clemente Zenea, escritor cubano nació en Bayamo, Granma, el 24 de febrero de 1832. Se reconoce que ejerció gran influencia en la literatura cubana al retomar el Romanticismo, marcando una nueva línea en la poesía hispanoamericana. En 1845 entra al colegio de José de la Luz y Caballero, donde manifiesta por primera vez su inclinación hacia la literatura. En 1846 publicó sus primeros poemas en el periódico habanero "La Prensa", en el cual llegó a ser redactor en 1849. A partir de ese momento el número de sus obras aumentaron considerablemente, por ejemplo, publicó en colaboración con José Fornaris y Rafael Otero “La mujer ¿Es un ángel? ¡No es un ángel! ¿Si será o no será?”. Realizó la redacción de "Almendares" junto a Idelfonso Estrada Zenea y colaboró en "La voz del pueblo". Se vio obligado a emigrar a Nueva Orleans, Estados Unidos en 1852. Desde allí colaboró en "El correo de Louisiana", "El Independiente" y "Faro de Cuba", llevando a cabo una fuerte campaña contra el gobierno español. Luego se traslada a Nueva York y desde allí trabaja para "El Filibustero", "La Verdad" y "El Cubano". Fue condenado a muerte en La Habana en 1853 por sus actividades en contra del gobierno español, pero debido a la amnistía general es perdonado y puede regresar a Cuba al año siguiente. Desde entonces ejerció en el colegio de José de la Luz y Caballero como profesor de inglés. Su obra en general es bastante extensa, y ha sido reconocida numerosas veces, varios de sus poemas se incluyen en "El laúd del desterrado" y es innumerable la cantidad de artículos suyos que aparecen en publicaciones cubanas y españolas de la época, por ejemplo en "La Chamarreta", "El Siglo", "Revista del pueblo de Cuba", "Ofrenda al Bazar", "Álbum cubano de lo bueno y lo bello", "La Piragua", "Brisas de Cuba", "Floresta Cubana" y "Guirnalda Cubana", entre ellas también se incluyen las siguientes revistas españolas "La América" y "La Ilustración Republicana Federal". Fundó y dirigió la "Revista Habanera". En 1865 regresa a Nueva York colaborando con la "Revista del Nuevo Mundo". Luego se traslada a México para trabajar en la publicación "Diario Oficial". Al comenzar la guerra de 1868 en Cuba regresa a los Estados Unidos para colaborar con la causa, pero cada una de las expediciones en que tomó parte fue un fracaso. Logra llegar a Cuba clandestinamente en 1870, y luego de una entrevista con Carlos Manuel de Céspedes, líder del alzamiento, fue apresado por las tropas españolas tratando de regresar a los Estados Unidos y fusilado en 1871. Obras publicadas * 1855 Poesías * 1859 Lejos de la patria. Memorias de un joven poeta * 1860 Cantos de la tarde * 1861 Sobre la literatura de Estados Unidos Poemas más reconocidos * En un álbum * Fidelia * A una golondrina * Diario de un mártir * Ausencia * En Greenwood * Nocturno * Las sombras * Retorno * Oriente y Ocaso * Diario de un mártir Referencias Wikipedia - http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Clemente_Zenea
De ella dijo José Martí: “… se hacen versos de la grandeza, pero sólo del sentimiento se hace poesía” Es Luisa Pérez pura criatura, a toda pena sensible y habituada a toda delicadeza y generosidad. Cubre el pelo negro en ondas sus abiertas sienes; hay en sus ojos grandes una inagotable fuerza de pasión delicada y de ternura; pudor perpetuo vela sus facciones puras y gallardas, y para sí hubiera querido Rafael el óvalo que encierra aquella cara noble, serena y distinguida. Cautiva con hablar, y con mirar inclina al cariño y al respeto. Mujer de un hombre ilustre, Luisa Pérez entiende que el matrimonio con el esposo muerto dura tanto como la vida de la esposa fiel. ¡Cuán bellos versos son los suyos que Domingo Cortés copia, inferiores, sin embargo, a muchos de los que Luisa Pérez hace! Llámense los del libro de Poetisas, “Dios y la mujer culpable”; pero a fe que no es esta paráfrasis la que debió escoger Cortés para su libro: ¿no ha leído el hablista americano “La vuelta al bosque”, de Luisa? Ramón Zambrana había muerto, y la esposa desolada pregunta a las estrellas, a la brisas, a las ramas, al arroyo, al río, qué fue de aquella voz tranquila que le habló siempre de venturas, de aquel espíritu austero que hizo culto de los ajenos sufrimientos, de aquel compañero amoroso, que tuvo para todas sus horas castísimos besos, para sus amarguras, apoyo, y para el bien de los pobres, suspendidas en los labios, consoladoras palabras de ciencia. Y nada le responde el arroyo, que corre como quejumbroso y dolorido; llorando con ella las brisas, conmovidas en las rumorosas pencas de las palmas; háblenle de soledad perpetua los murmullos del bosque solitario. Murió el esposo, y el bosque, y los amores, y las palmas, y el corazón de Luisa han muerto. ¿Por qué no copió Cortés estos versos de una pobre alma sola que oprimen el corazón y hacen llorar? Cortés llena, en cambio, muy buena parte de su libro con las composiciones más conocidas de la poetisa Avellaneda. ¿Son la grandeza y la severidad superiores en la poesía femenil a la exquisita ternura, al sufrimiento real y delicado, sentido con tanta pureza como elegancia en el hablar? Respondiérase con esta cuestión a la de si vale más que la Avellaneda Luisa Pérez de Zambrana. Hay un hombre altivo, a las veces fiero, en la poesía de la Avellaneda: hay en todos los versos de Luisa un alma clara de mujer. Se hacen versos de la grandeza; pero sólo del sentimiento se hace poesía. La Avellaneda es atrevidamente grande; Luisa Pérez es tiernamente tímida. Ha de preguntarse, a más, no solamente cuál es entre las dos la mejor poetisa, sino cuál de ellas es la mejor poetisa americana. Y en esto nos parece que no ha de haber vacilación. No hay mujer en Gertrudis Gómez de Avellaneda: todo anunciaba en ella un ánimo potente y varonil; era su cuerpo alto y robusto, como su poesía ruda y enérgica; no tuvieron las ternuras miradas para sus ojos, llenos siempre de extraño fulgor y de dominio: era algo así como una nube amenazante. Luisa Pérez es algo como nube de nácar y azul en tarde serena y bonancible. Sus dolores son lágrimas; los de la Avellaneda son fierezas. Más: la Avellaneda no sintió el dolor humano: era más alta y más potente que él; su pesar era una roca; el de Luisa Pérez, una flor. Violeta casta, nelumbio quejumbroso, pasionaria triste. ¿A quién escogerías por tu poetisa, oh apasionada y cariñosa naturaleza americana? Una hace temer; otra hace llorar. De la Avellaneda han brotado estos versos, soberbiamente graves: Voz pavorosa en funeral lamento, Desde los mares de mi patria vuela A las playas de Iberia: tristemente En son confuso lo dilata el viento: El dulce canto en mi garganta hiela Y sombras de dolor viste a mi mente. Y cuando alguien quiso pintar a Luisa Pérez ornada de atributos de gloria y de poesía, aquella lira de diez y siete años tuvo estos acordes suaves y modestos: No me pintes más blanca ni más bella; Píntame como soy; trigueña, joven, Modesta, sin belleza, y si te place, Puedes vestirme, pero solamente De muselina blanca, que es el traje Que a la tranquila sencillez del alma Y a la escasez de la fortuna mía Armoniza más bien. Píntame en torno Un horizonte azul, un lago terso, Un sol poniente cuyos rayos tibios Acaricien mi frente sosegada. Los años se hundirán con rauda prisa, Y cuando ya esté muerta y olvidada A la sombra de un árbol silencioso, Siempre leyendo encontrarás a Luisa. Lo plácido y lo altivo; alma de hombre y alma de mujer; rosa erguida y nelumbio quejumbroso; ¡delicadísimo nelumbio! Luisa Pérez de Zambrana nació en la finca El Melgarejo, cerca de las minas de El Cobre, Santiago de Cuba, el 25 de agosto de 1837. Bautizada Luisa Pérez y Montes de Oca, "perdió" el apellido materno al casar con el renombrado intelectual y promotor cultural Ramón de Zambrana. Huérfana de padre tempranamente, se mudó con su familia a la ciudad de Santiago donde se dio a conocer como poeta. Vida y obra Es una de las poetisas de las que se dice «nació con el don de la poesía» y está considerada entre las mejores de Cuba e Hispanoamérica. Su padre era originario de las Islas Canarias. A la edad de 14 años compuso su primer trabajo literario y sus versos, que recogió en un cuaderno publicado con la ayuda de los intelectuales que la rodeaban -y admiraban su poesía- en Santiago. El libro dio la vuelta a la Isla, y ya en La Habana, el intelectual Don Ramón Zambrana quedó prendido de su obra, yendo a Santiago de Cuba para conocerla y comprometerse con ella, una vez que la conoció por una foto, para luego llevársela a La Habana donde formaron hogar y tuvieron cinco hijos. Por sus grandes dotes poéticas y su gracia y finura, Luisa fue elegida para coronar a la gran Gertrudis Gómez de Avellaneda en el Teatro Tacón en 1860. A causa de que su vida estuvo marcada por la presencia constante de la muerte, ya que perdió a su esposo y a sus cinco hijos paulatinamente entre 1886 y 1898, su obra estuvo llena de sensibilidad, melancolía, pasión y ternura, con reflexiones religiosas y de toque filosófico sobre la muerte: estas dos últimas características se dan a notar en sus elegías. En el año 1918, recibió un homenaje por parte del Ateneo de La Habana y posterior a esto apareció una nueva edición de sus poesías con prólogo de Enrique José Varona quien la bautizó como «la más insigne elegíaca de nuestras líricas». Fue fundadora del Liceo Artístico y Literario de Regla. Sus obras fueron premiadas en los selectos Juegos Florales de la ciudad de Madrid. Entre dichas obras se encuentra el libro de oraciones llamado Devocionario, La vuelta al bosque, Dolor supremo, Martirio. De ella dijo José Martí: «se hacen versos de la grandeza, pero sólo del sentimiento se hace poesía». Muerte Vivió sus último años en el municipio habanero de Regla, donde murió el 25 de mayo de 1922. Referencias José Martí - www.damisela.com/literatura /pais/cuba/autores/marti/proceres/ zambrana.htm Wikipedia – http://es.wikipedia.org/wiki/Luisa_Pérez_de_Zambrana
Manuel de Zequeira y Arango (1764-1846). Periodista, poeta, funcionario público y militar cubano. Escribió en numerosas publicaciones de la prensa colonial cubana y marcó pautas a la creación literaria con un incipiente sello criollo. Nació el 28 de agosto de 1764 en La Habana, en el seno de una familia noble y acomodada. Hizo estudios elementales en su hogar, y en 1774 ingresó en el Seminario de San Carlos, donde cursó historia y literatura. Allí estudió junto a Félix Varela, con quien estrechó lazos de amistad. El 18 de agosto de 1784 ingresó como cadete en el Regimiento de Infantería de Soria, lo que marcaría el inicio de su larga carrera militar. Formó parte de los primeros colaboradores del Papel Periódico de La Havana, en el cual publicó poemas y ensayos literarios desde 1792. En 1800 fue nombrado redactor del periódico, lo cual le costó una polémica de dos años con Buenaventura Pascual Ferrer, quien optaba por el mismo cargo. En ese mismo año Zequeira comenzó a dirigir la mencionada publicación, en la que, bajo su dirección, preponderó él el carácter literario. En 1805 cesaron sus funciones de director; sin embargo, prosiguió a modo de colaborador en el mismo Papel Periódico, El Aviso y El Aviso de la Havana. En 1804 fundó El Criticón de La Habana, el cual se destacó por sus numerosos artículos de costumbres y crítica social. Al parecer, Zequeira redactaba completamente los números de El Criticón de La Habana, en el cual potenció una literatura de objetivos morales y sociales muy definidos. Asimismo, escribió para casi todas la publicaciones periódicas de su época, como El Mensajero político económico y literario de La Havana, El Noticioso Mercantil, El Hablador, El Observador Habanero y La Lira de Apolo. Zequeira opinaba que los periódicos debían mostrar la «bella literatura», pero la física, la química y la medicina no debían tener cabida en ese tipo de impresos. Las ciencias, abogaba, debían explicarse en las universidades y escuelas. También trabajó en la Imprenta de la Capitanía General. Zequeira figura entre las voces líricas más destacadas del período colonial cubano. Fue poeta neoclásico que en sus versos destacaba un incipiente “criollismo” -nombre que se daba a las primeras muestras identitarias de la cubanidad. Su poema A la Piña muestra claramente este carácter. Se destacó además como prosista interesado en comunicarse con sus lectores y en dejar huella impresa de la vida habanera en elementos del costumbrismo y el testimonio. Introdujo la prosa poética en la Isla, al publicar en el Papel Periódico de La Havana el artículo «El relox de la Havana». Fue un excelente sonetista, considerado el primer poeta cubano, si no cronológicamente, sí por su vocación sostenida, alto simbolismo con desarrollo de motivos identitarios criollos, conocimiento cabal del instrumento poético y facilidades líricas. Muy vinculado al gobierno de don Luis de las Casas y a la labor de la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP) de La Habana, en 1809 desempeñó el cargo de vicecensor de su Junta Directiva. Fue promotor del pensamiento del reformismo en Cuba. Su talento militar siempre estuvo al servicio de la monarquía hispánica. En julio de 1793, durante la contienda contra la invasión francesa, partió en una expedición de apoyo a la guarnición del Cuartel de Cahobas, en la isla de Santo Domingo. Participó en los combates de la Matric y Yacsí; este último inspiró uno de sus cantos heroicos, Ataque de Yacsí. Obtuvo el grado de subteniente de granaderos, y en 1796 volvió a La Habana, donde contrajo matrimonio. Por el mérito de sus servicios, en 1810 fue nombrado comandante en jefe de la Plaza de Caro, en Venezuela, pero nunca llegó a tomar posesión de su cargo. En 1813 se le destinó al Nuevo Reino de Granada, actual Colombia, a las órdenes del general Francisco Montaleno y Ambuladi. En tierras neogranadinas combatió a los independentistas. Fue gobernador militar y civil de la provincia de Río Hacha de 1814 a 1815. En ese último año se le destinó a Mompox, y en 1816 fue nombrado teniente-rey y presidente de la Junta de Real Hacienda de Cartagena. A finales de 1817 retornó a La Habana, con Real Licencia y grado de coronel de infantería. En 1821 fue trasladado a Matanzas en calidad de coronel de las milicias de esa ciudad. Durante su estancia en territorio matancero se presentaron los primeros síntomas de su locura. A partir de entonces, su vida pública y literaria cesó. Falleció en La Habana el 18 de abril de 1846. Empleó múltiples seudónimos, como Ismael Raquenue, Ezequiel Armuna, Ezequiel Amura, Anselmo Erquea Gravina, Raquel Yum Zenea, El Observador de La Havana, El bruxo de La Havana, El Marqués Nueya, Arnefio Garaique, El Licenciado Frisesomorum, La horma de su zapato, Armenau Queizel, El Criticón de La Havana, Arefique, Enrique Aluzema. Se cree que Leofar Lemonieau, D. Amosar, Yeso de Jarzos, Eguzqui y Matato, sean anagramas de su nombre. Por razón de tan frecuentes enmascaramientos, parte de su obra permanece sin localizar. Referencias En Caribe – encaribe.org/index.php?option=com_content&view=article&id=653:manuel-de-zequeira&catid=87:literatura&Itemid=104
Severo Sarduy (Camagüey, Cuba, 25 de febrero de 1937 — París, 8 de junio de 1993), fue un narrador, poeta, periodista, crítico de literatura y arte cubano. Su estilo está emparentado con el de Lezama Lima y Cabrera Infante, aunque también tiene puntos de contacto con el grupo Tel Quel de París. Estudió el bachillerato en la Habana; en 1958. Con el triunfo de la revolución colaboró en Diario libre y Lunes de revolución, viajó a París en 1960 para realizar estudios de Historia del Arte y nunca regresó a su país. Estuvo vinculado al círculo de pensadores y escritores que hicieron la revista Tel Quel y trabajó como lector en Editions du Seuil, y como redactor en la Radiotelevisión francesa. Fue uno de los más grandes escritores cubanos del siglo XX, cultivó el ensayo y la poesia brillantemente, además fue un gran narrador perteneciente al neobarroco latinoamericano. Murió en París en 1993, víctima del sida. SU OBRA Novelas * Gestos. 1963 * De dónde son los cantantes. 1967 * Cobra. 1972 * Maitreya. 1978 * Colibrí. 1984 * Cocuyo. 1990 * Pájaros de la playa. 1993. Póstumo, un mes después de su muerte. * Obra Completa, dos volúmenes. 1999. Editado por François Wahl. Unesco. París. Poemas * Flamenco. 1970 * Mood Indigo. 1971 * Big Bang. 1974 * Daiquiri. 1980 * Un testigo fugaz y disfrazado. 1985 Ensayos * Escrito sobre un cuerpo. 1969 * Barroco. 1974 * La simulación. 1982 * El cristo de la Rue Jacob.1987 * Nueva inestabilidad. 1987 * Ensayos generales sobre el barroco. 1987 Piezas radiofónicas * La playa. 1971 * La caída. 1971 * Relato. 1971 * Los matadores de Hormigas. 1971 * Para la voz. 1977 Análisis de su obra En Gestos (1963) adopta una poética objetivista del nouveau roman, el estilo es muy cuidadoso con el ritmo y deliberadamente reiterativo, en consonancia con la vida de sus protagonistas, condenados a vidas monótonas y despersonalizadas.1 De dónde son los cantantes (1967) presenta una estructura tripartita (tres fábulas); en cada una de estas partes intervienen tres personajes que van desenrollando tres aspectos de la cultura cubana (lo africano, lo chino y lo español) hasta conseguir mostrar una visión de La Habana disgregada a nivel identitario. El texto también incluye un poema que funciona como epitafio y diez escenas dramáticas en verso. Severo Sarduy afirmó sobre esta obra que había intentado hacer un "colage hacia adentro". El estilo y tono de esta novela es fuertemente paródico, carnavalesco, abundan los neobarroquismos y la subversión permanente del lenguaje. En Cobra (1972) el argumento sufre un constante proceso de disgregación en el cual los personajes, empezando por el mismo Cobra, el protagonista, transmutan continuamente, nunca acaban de definirse. Las conexiones metaficcionales entre el novelista, su obra y el propio lector son por momentos más interesantes a este último que la propia historia. En Maitreya (1978), Colibrí (1983) y Cocuyo (1990) la experimentación metaficcional sigue siendo una máxima preocupación del autor. Su obra experimental, como la de Cabrera Infante y Alejo Carpentier ha sido minuciosamente estudiada por autores de otra generación, incluyendo entre ellos a los cubanos Leonardo Padura y Fernando Velázquez Medina cuya novela Última rumba en La Habana tiene evidentes puntos de contacto con De dónde son los cantantes o Tres tristes tigres. Premios En 1972 obtuvo el premio Médicis por su novela Cobra. Referencias Wikipedia – http://es.wikipedia.org/wiki/Severo_Sarduy
Reinaldo Arenas Fuentes (Aguas Claras, Oriente, Cuba, 16 de julio de 1943 - Nueva York, 7 de diciembre de 1990) fue un novelista, dramaturgo y poeta cubano conocido por sus obras mágico-realistas y su constante oposición al régimen político de Fidel Castro. Arenas nació en el campo, en Aguas Claras (en la parte norte de la provincia de Oriente Cuba), y más tarde su familia se mudó a Holguín. Su adolescencia campesina y precoz se vio marcada por el manifiesto enfrentamiento contra la dictadura de Batista. Colaboró con la revolución cubana, hasta que, debido a la exclusión a que fue sometido, optó por la disidencia. Su presencia pública e intelectual le granjeó marcadas antipatías en las más altas instancias del Estado, lo cual, unido a su homosexualidad, provocó una implacable y manifiesta persecución en su contra. En toda su vida, Arenas sólo pudo publicar un libro en Cuba: Celestino antes del alba. Reinaldo Arenas sufrió persecución no solamente por su abierta homosexualidad, sino por su resuelta oposición al régimen, que le cerró cualquier posibilidad de desarrollo como escritor e intelectual durante los años de mayor ostracismo cultural en la isla. Contemporáneo y amigo de José Lezama Lima y Virgilio Piñera, fue encarcelado y torturado, llegando a admitir lo inconfesable y a renegar de sí mismo. Ello provocó, en la sensible personalidad del escritor, un arrepentimiento que fue más allá de los muros de la prisión de El Morro (entre 1974 y 1976), calando tan hondo en su corazón que acabó por odiar todo cuanto le rodeaba. En esta época escribió su autobiografía, titulada Antes que anochezca. Durante los años setenta, intentó en varias ocasiones escapar de la opresión política, pero falló. Finalmente en 1980 salió del país cuando Fidel Castro autorizó un éxodo masivo de disidentes y otras personas consideradas indeseables por el régimen a través de Mariel (véase Éxodo del Mariel). Por la prohibición que pesaba sobre su trabajo, Arenas no tenía autorización para salir, pero logró hacerlo cambiando su primer apellido por Arinas. Desplegó desde este momento, y en el exilio nunca aceptado de Nueva York, una profunda visión intelectual de la existencia enmarcada entre la expresión poética más hermosa y la más amarga derrota del desencanto. Estableció su residencia en Nueva York, donde en 1987 le fue diagnosticado el virus del sida. El 7 de diciembre de 1990, Arenas se suicidó. Envió a la prensa y a sus amigos una sentida carta de despedida, en la que culpaba a Fidel Castro de todos los sufrimientos que padeció en el exilio. En 2000 se estrenó la versión cinematográfica de Antes que anochezca, película sobre su libro autobiográfico que dirigió Julian Schnabel, filmada en las semi ruinas del ex templo jesuita de "San Francisco Xavier" en Veracruz, donde el rol principal lo interpretó Javier Bardem. Del mismo título es la ópera que le dedicara el compositor Jorge Martín, presentada en el Lincoln Center de Nueva York. Seres extravagantes es el documental biográfico que realizara Manuel Zayas, en 2004, filmado clandestinamente un año antes en Cuba. Su obra ha tenido gran influencia en escritores de la siguiente generación, no solo homosexuales, sino en la intelectualidad general. Ella está presente en autores gays como Abilio Estevez y su Tuyo es el reino o en la novela Ultima rumba en La Habana, del escritor negro Fernando Velazquez Medina Novelas * 1967: Celestino antes del alba * 1969: El mundo alucinante * 1980: El palacio de las blanquísimas mofetas * 1980: La vieja Rosa * 1982: Otra vez el mar * 1984: Arturo, la estrella más brillante * 1987: La loma del ángel * 1988: El asalto * 1989: El portero * 1990: Viaje a La Habana * 1991: "El color del verano" o "Nuevo Jardín de las Delicias" Narrativa breve * 1972: Con los ojos cerrados * 1981: Termina el desfile Antologías poéticas * 1981: El central * 1989: Voluntad de vivir manifestándose Ensayo * 1986: Necesidad de libertad Teatro * 1986: cinco obras de teatro bajo el título Persecución Novela autobiográfica * 1992: Antes que anochezca Ediciones posteriores a la muerte de Reinaldo Arenas * 2001: Inferno, poesía completa con prólogo de Juan Abreu Referencias Wikipedia - http://es.wikipedia.org/wiki/Reinaldo_Arenas