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Elegía de Sayula

I
 
Por campos de Jalisco, por predios de Sayula
–¡donde llovía a cántaros!– ensueños fui a espigar.
Cantaban unos jóvenes y sus bellas canciones
las muchachas del pueblo salían a escuchar.
Busco una vida simple y a espaldas de la muerte
no triunfar, no fulgir, oscuro trabajar;
pensamientos humildes y sencillas acciones,
hasta el día en que al fin habré de reposar.
 
¡Imaginaciones!
¡Imaginaciones!
 
II
 
Esta tierra es muy suave, muy tibia, nada estéril,
y la fecundan largos ríos de dolor.
Arando, arando iban, cantando unas canciones,
y yo pensé en Romelia y en su imposible amor.
Aquí la luz es tan radial, tan tónica, tan clara,
como eres tú Romelia, como Guadalajara.
¡Qué maravilla! Huertos que enflora la astromelia
en musical silencio perfuman las mansiones.
Vivir aquí, labrando la tierra de Sayula,
porque me diese un día, a cambio de sudor,
ya extinta mi inquietud, calladas mis canciones–
paz, paz en mis entrañas, silencio en mi redor.
 
¡Imaginaciones!
¡Imaginaciones!
 
III
 
Ala del tiempo...
Ala del tiempo...
Ha mil años, un pueblo formaría
con polvo de hombres una ruin alfarería...
Romelia dulce, cantan de nuevo las trémulas tonadas,
y en mi frente –un incendio de florestas–
fluye tu cabellera perfumada...
Sayula está de fiesta
porque llovió; la luna sublima los magueyes,
me dan vino y... ¡México es tierra de elección!
“Mi padre –dice un joven– tiene cinco yuntas de  bueyes”.
Cruzan la honda noche ráfagas de maizales
y un júbilo de júbilos me llena el corazón.
Luces en las cabañas.
Canciones por las montañas.
Un lecho de espadañas que abrasará el estío,
y tú, fantasma bruno que siempre me acompañas,
dadme vino y llenemos de gritos las montañas.
 
¡Imaginaciones!
¡Imaginaciones!
 
IV
 
Bajo el portal caduco vine a buscar sosiego.
Rendidos de cansancio en la tierra desnuda
duermen una mujer, un niño y un labriego.
Se mira arder la noche cuajada de cocuyos.
Sin ningún pensamiento, sin dolor exaltado
–nada más la fatiga de un día, nada más–
sobre la tierra dura, desnuda, estoy echado.
Un niño, friolento, comienza a sollozar.
¡Oh pobre india estúpida: tu hijo está llorando!
Arrúllalo en tus brazos y dale de mamar.

(1921)

#EscritoresColombianos 1921 Guadalajara

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