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Retornos de Chopin a través de unas manos ya idas

A mi madre,
que nos unía a todos en la
música de su viejo piano.

Era en el comedor, primero, era en el dulce
comedor de los seis: Agustín y María,
Milagritos, Vicente, Rafael y Josefa.
De allí me viene ahora, invierno aquí, distantes,
casi perdidos ya, desvanecidos míos,
hermanos que no pude llevar a mi estatura;
de allí me viene ahora este acorde de agua,
de allí también, ahora,
esta nocturna rama de arboleda movida,
esta orilla de mar, este amor, esta pena
que hoy, velados en lágrimas, me juntan a vosotros,
a través de unas manos dichosas que se fueron.
 
Era, luego, en la sala del rincón en penumbra,
lejos del comedor primero de los seis,
y aunque cerca también de vosotros, perdido,
casi infinitamente perdido me sentíais,
muy tarde, ya muy tarde,
cuando empieza a agrandarse la llegada del sueño,
un acorde de agua, una rama nocturna,
una orilla, un amor, una pena a vosotros
dulcemente me unían
a través de unas manos cansadas que se fueron.
 
Y es ahora, distante,
más infinitamente que entonces, desterrado
del comedor primero, del rincón en penumbra
de la sala, es ahora,
cuando aquí, tembloroso,
traspasado de invierno el corazón, María,
Vicente, Milagritos, Agustín y Josefa,
uno, el seis, Rafael, vuelve a unirse a vosotros,
por la rama, el amor, por el mar y la pena,
a través de unas manos lloradas que se fueron.
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