El se deleitaba, veía a la vida
como nunca nadie, antes lo había hecho.
Perfumada, atenta a las cosas que pasan,
discreta y distante, con macetas rojas,
con flores y helechos.
Creía en la nobleza de lo permitido.
en los beneficios de llegar a viejo,
en la clara luna que atrapa a los novios
y en la misericordia de los pensamientos.
El se deleitaba con las cosas simples,
que según algunos, lo matan al tiempo.
Tuvo la sospecha y nunca lo dijo.
que con él la vida lograba su anhelo,
de verlo una tarde, soñando y despierto.
Ese, era mi abuelo.