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Aguas de eternidad

¡Sólo la voz de Dios crea un mundo en el viento!
¡Sólo la mano eterna cosecha sobre el agua!
 
Mas nada vence al sueño.
Nada es más que la luz ni más alto que el vuelo.
Asciende más el águila cercana su agonía...
¡Aquél que sueña un mundo cae al fin, no su sueño!
 
Todo a la nada vuelve.
El pobre grito humano se apaga al fin, deshecho
—fragmento de un sol roto que se hunde en aguas negraspero asciende más alto su sueño hacia los cielos.
 
Ya su voz enmudece;
las pupilas naufragan en ondas de misterio;
sus manos se hacen hilo de muerte en lo infinito;
cae del alba clara a los negros crepúsculos,
pero vuela más alta su luz hacia los cielos.
 
¡Libertador!
Tu sueño se salva en lo más alto.
Las aguas que tú araste eternidad florecen.
De las ondas se alzan verdes ramas futuras.
Todo lo que la sombra encadenó en la noche,
en ríos luminosos corren a mares anchos.
 
¡Libertador!
Espera, sueña y canta tu América.
Y el hombre que encendiera la carne de tu espíritu,
en día huracanado cabalga en viento y ola.
Tu América levanta sus voces a los astros,
a tu luz, a tus sueños, a tu volcán de llamas.
 
Y aunque sombras de hierro angustien su destino,
aunque noches de piedra las aguas endurezcan,
la libertad que alumbra el río de los siglos
levanta a cielos anchos picachos de alboradas!
Sobre el derrumbe épico del galopar sin límites,
el espacio y el tiempo fúndense en infinitos.
Al fin, arcilla humana, el polvo fue disperso.
Mas todo lo que trajo de inmensidad y estrella
en el Cosmos se agita, vibra en luz, llega a lo alto,
y sobre la angustiada ceniza de la muerte
se alza a la eternidad el vuelo de tu sueño.
 
Quien cabalgó la tierra con voz de luz al viento,
y fue a hablar con lo eterno en vuelo al Chimborazo;
quien pudo, como un dios, desenraizar montañas,
pasear sobre los días delirios de banderas,
el iris de las nieves,
la gracia de la rosa,
tempestades de cascos,
alzar la libertad del hombre a las estrellas,
puede arrojar su llama de vida a lo infinito:
su luz hace más clara la luz de los picachos!
 
Asciende más, Bolívar, tu sueño salva a América.
Todo lo que fulgura, respira y engrandece,
siendo tu carne misma nos viene de tu aliento:
los astros de tus noches,
los lagos, como lunas,
la llama que delira con Dios en tu Aconcagua.
Todo por ti se incendia volcánico de cumbres:
el Popocatepetl, Ayacucho, los Andes,
tus islas encendidas,
llanuras oceánicas,
el sacro fuego épico que canta en el Pichincha.
 
Todo por ti nos llega caudaloso, a raudales:
altos amaneceres entre ríos de auroras;
el Plata, el Orinoco,
inmenso el Amazonas,
el grito desbocado de los vientos salvajes,
los vastos horizontes que corren por tus pampas,
las fiestas de crepúsculos que danzan en tus tardes.
 
Todo por ti tu América alienta en grito grande:
los valles, las espigas, el sol, el Tequendama;
el haz de libertades que ahondando en tus raíces
buscan en cielos claros albas de eternidades.
Todo por ti despierta cantando en las mañanas:
el júbilo, las alas, los árboles, los sueños,
las razas que en las fuerzas vitales de tu tierra
en el sol van fundiendo sólo un perfil: ¡América!
 
¡Todo de ti naciendo crece y renace y canta!
 
Ojos de polvo lloran angustias a los vientos.
Mas noches, muertes, dudas, las sombras, las tinieblas,
¿qué son para tu vuelo?
 
¡Siempre más alto, siempre más alto!
Hasta las nubes, hasta las nieves,
hasta el fuego purísimo,
al resplandor del sueño,
hasta el sol deslumbrante...
¡Siempre más alto, siempre más alto!
 
Asciende más, Mesías, tu luz llena la América.
Desde tus cimas claras hablaste a las llanuras:
y tu voz luminosa cual torrente de albas
se hizo sol en las selvas,
victoria fue en las rosas,
fue canto en las estrellas,
mañana jubilosa, vibró en los campanarios,
fue delirio de alas de oscuras multitudes,
tropel de gloria al viento en épicas carreras,
mundos de libertades nacieron de tus manos.
 
A todos ya tu verbo alumbra por futuros...
al fin caíste, sueño enramado de sueños.
Pero en salto inmortal subes hasta los astros.
¡La anchura de tu vida no la mide la muerte,
sino el vuelo del ala que abre inmensa lo eterno!
 
Y tú salvas tu sueño, haces pura tu hoguera.
De tu morir de hombre eternamente naces.
Asciende más, Bolívar, hacia tus Andes altos:
más ancho de alas,
más alto de soles,
más hondo de música,
sembrando el horizonte de cantos y de ramas,
perpetuo en tus raíces, mañana en tus mañanas.
 
Todo el vasto pacífico y el sonriente Atlántico,
en cumbres, cielo y olas caben en tu mirada;
toda la tierra tuya libertas con tus brazos.
Cabalgando en el tiempo vences eternidades,
y abrasas en tu vuelo
como una llama inmensa lo infinito del mundo.
 
Hasta ti van los ríos de sueños de los hombres.
Un universo busca tu luz para sus días.
Rosas de nieve elevan los mares a tus cumbres.
Y alzándose a las nubes, el árbol de la tierra
florece hasta tu cielo ramas de claros días
que alumbran con tus llamas.
 
¡Hasta tus sueños, oh Padre, las grandes voces ávidas!
¡Hasta tus sueños, oh Apóstol, las manos fulgurantes!
 
66¡Hasta tus sueños, oh Mártir, las ramas luminosas;
el bronce de los héroes,
las rosas que renacen,
el río de los pueblos en olas tumultuosas
naciendo de tus aguas!
 
¡Hasta tus sueños, oh Eterno, los mares, las montañas,
el ancho, el refulgente mañana de los siglos!
 
¡Libertador!
¡Padre Bolívar!
Todavía una aurora sin luz, llora en la noche;
una ilusa esperanza, sin voz, sueña en la tierra;
aún un dolor de pueblos espera tu venida,
y siempre tu armonía de paz el Universo.
A lo más alto, oh hermano, asciende con tus sueños!
Titán de lo infinito el fuego al cielo arranca,
y ensancha con tu lumbre eterna, oh Padre, el Cosmos;
eleva, agranda inmenso los días, los picachos;
salva el mañana, el claro tumulto del futuro;
toda tu tierra enciende con tu amorosa llama;
y en tus Andes de América con albas de tus manos
alza la Libertad del Hombre sobre el Mundo...!
 
¡Como el de Dios, tu verbo se eterniza en el viento!
¡La mano de tu sueño cosecha sobre el agua!
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