Los cuatro horcones que te sostienen
y el pedazo de techo que te cubre sólo a medias
guardan celosamente los recuerdos:
Las historias a medio contar de la tía Herminia.
El acento melancólico que mamá le ponía a sus canciones.
La sonrisa de Vidalina frente a la olla de tamales
y las rabietas del pequeño Vallillo retorciéndose en el piso.
El aroma de los gladiolos y los lirios del valle.
Mi pequeño diente de leche que yo guardaba como un tesoro.
Las voces de los parroquianos pidiéndoles a papá su desayuno.
La luz en el ocuje y los juegos improvisados bajo la sombra del quebracho.
Mi pequeño mundo infantil sin fronteras se ha esfumado.
Ya nada queda de ti, mi vieja casa de la infancia.
Pero yo te sueño desafiando al tiempo.
Sosteniendo imperturbable mis recuerdos.
©René Dayre Abella