La nieve ¿y quién o qué le pone el revólver en la mano al millonar… ¿quién o qué lo incita a desmoronarse sobre la nieve
Para los póstumos papeles el señor… diserta de pie sobre el sillón de… entre aplaudido y aplaudido con ve… con carismático pickwicknianismo e… se deja otear oteando con el catal…
Chitón, procuran los procuradores es la llovizna negra, costas y mañ… Atráense (sórdidos vaivenes) los vocablos bufete rico y bufete… y zarandeado tribunal de la chanci…
Conmovida por la imponencia descal… a la pequeña lámina me conduje Yo había ya lucido enmarcada Desanduve la sujeción de un endogá…
Karenin, el opio, mi amante, mi hi… mis celos, mi opulencia mi abandono. “ANA KARENINA”, novela de Le…
Ojo –de vidrio– con el comandante… y con quien ironice o se aventure… Rubiedad a orillas de la noche hipertensión, chantaje en estas lejanías (Indias Occiden…
La luna era absoluta Lubricada entreabierta ingresó por la malicia de la escena Revuelta
El trineo chirrió y el barín arrib… atrás el sueño, las verstas y el s… y las medidas de aguardiente de lo… y otra vez el sueño en menudos cop… “LA BORRASCA”, novela de Leó…
Entre estimados nos turnamos para espiar tu libro entre congéneres nos espiamos por riguroso turno
Muchachas de la aldea provocadas p… (aman dos a Mariana) sangre, humo, detonaciones en el h… (Mariana se dejaba –¡oh!– se dejab… los chechenes, los caballos y los…
Nejliudov príncipe y todo no puede más con su conciencia con su mala conciencia con la voz de su mala conciencia
En la República Argentina los náu… (recuerdos, oquedades) En la República Argentina un túne… y en la partida a los soplos de certeza menudeando…
Subasto aparecidos inyectados de telequinesis fratern… señores interesados también en rododendros y vacas ininfluenciables ramoneand…
Convocatoria para madres adulterad… y adulterados alemanes ronquidos en morse y dos o tres o cuatro pensionistas inexorablemente sospechosos
Grito agudo del corderillo al que… recién parido ser mortal en el lla… mientras su madre lo abandona estr… besándolo por única vez Los parroquiales lo condenan—¡magn…