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Jimaguayú

Sobre el campo feraz, a cielo abierto
roto el soberbio corazón altivo,
cayó el rey de la brida y el estribo
por los laureles del valor cubierto.
 
Como rebelde fiera del desierto,
sólo muriendo se rindió cautivo,
y no lograron derrotarlo vivo,
sólo pudieron capturarlo muerto.
 
Tomaron el cadáver; lo quemaron,
pero aquellos despojos se agitaron
como queriendo proseguir la liza;
 
lloraron los clarines del rescate...
Y subió por los aires la ceniza
como cárdeno polvo del combate.

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