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Pasión de un orgasmo

Tocarla, sentirla, respirarla, mirarla, olerla con los ojos cerrados, con el corazón abierto, pasando tramo por tramo de esa carretera tan curvulenta que el alma se marea, besando parte por parte como aquel carro que para en una estación para alimentarse y seguir, dulzura a dulzura, contrayéndose de cada paso del aliento que saca los labios al tocar la piel, sintiendo que el tiempo va a parar y que al final el orgasmo es un agradecimiento de ese paseo eterno de placer

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