Acerca la razón
Vislumbrando a Rimbaud
Sea el tacto una dada interacción,
sea mi tacto un acto de lo dado.
El dedo que me da sentido al acto,
los sonidos de la tácita percusión
que repercuten en la nueva armonía
del yo, quien otro soy.
Y armoniza el dedo el tacto tras cada trazo.
Y son los actos pasos, pasos que dan actos.
Por los que trasiega el sentido innato
de amar los tiempos pasados. Donde el todo
se versaba como nada, aparentísima nada:
plagada de un tiempo incierto, irónico de por cierto,
infestada de un tiempo póstumo, siendo primario,
destinada al cambio del tiempo afortunado, familiarizado
con el orden, anticuado con el caos.
Será reclutar la idea del hombre que en mi queda,
del hombre que quise ser de joven y el joven que fui
de niño. La nueva idea de ser hombre, el ideal de ser hombre nuevo.
Con él me amaré, con todo el ser que pueda ocasionar mi desdén,
empezando mi tiempo nuevo, miraré el dulce amor de sentirse nuevo.
Mientras viejo, y marchito, me hace el pasado que marcha por mi inconsciente incongruente.
Ajeno al canto suplicado por el futuro cercano, iré a toda parte donde el presente viva siempre... y llegando. Siempre allegando, siempre.
