¿Tenemos al tiempo?
O él, como divinidad malevolente nos tiene ceñidos,
encerrados detrás del espejo, atrapados en las manecillas que vuelta a vuelta nos hacen vivir lo mismo.
¿Somos hijos del tiempo?
No, somos esclavos de su locura secuencial, corderos, los peones y las fichas claves para que se arme su estrategia, para que se cumpla el ciclo.
El tiempo no espera, no perdona, no tiene piedad para con nosotros,
y mucho menos, no aguarda nuestras súplicas.
Un subyugo que segundo a minuto y minuto a segundo nos hunde, nos destroza.
¿Hay escapatoria?
Solo a través de la poesía nos podemos sublevar, y con ella la belleza, el erotismo, la pasión, el espíritu, la muerte...

Soy Anacronista, le declaro la guerra al tiempo
y me confieso poeta.