Serena Maria Dominguez

Piloto automático

Poema para Vilma.
Por Serena.

Yo le dije, hablando de los tratos del abuelo, que no estaba acostumbrada a que me anden cagando a pedos. Le dije, que porque mi mamá es una santa. A lo que me contesta: yo nunca entendí porqué la maltratabas tanto a tu mamá. Ella me decía “mi hija me odia, no me quiere”. Yo creo que sucedió cuando empezaste a cuidar a tu papá.

Largué en llanto. Las palabras de esa persona que la trajo al mundo a ella, tocaron las fibras más cercanas a mi corazón. Un día antes había estado rezando en la iglesia, llorando con jesus por la salud de mi madre y porque la extienda. Ella es lo más importante en el mundo para mí. La persona sin la cual no podría vivir. Solo por ella lloraría en una iglesia.

Mi llanto desconsolado no estaba infundado, soy consciente de que nunca fui una hija ejemplar. Desde gritos hasta un “te odio”, desde sacudones hasta querer tirarse debajo de un colectivo. La vida nunca fue fácil, pero la vivimos juntas.

A veces me cuestiono mi nacimiento.
¿Para qué tanto sufrimiento?

Podría haber sido todo más fácil. Sin dudas para ella, que se merecía una vida de alegrías; y hoy carga con el peso de un pasado trágico, de un presente en piloto automático y de un futuro con más incógnitas que certezas.

Ella, que con su sonrisa contagia. Que con su luz ilumina el mundo. Que con sus manos cura todos los males.

Desharía mi vida sin dudar, si pudiera viajar en el tiempo y decirle que no se quede con ese hombre. Que lo piense dos veces. Que no vale la pena todo lo que viene.

“Todo pasa por algo”

“Sin todo eso vos no estarías acá”

“Valió la pena para que vos estés acá, hijita. Tenías que nacer”

Cualquiera diría que la vida no puede dar tantos golpes seguidos. Uno pensaría, que el fruto de un desamor violento que “tenía que nacer”– con suerte– le daría paz a ella. Lejos de eso y dos décadas después, esa hija daría la vida por ver desde el cielo como ella, al final, tuvo una vida de jardines verdes y de amor para siempre.

Voy a continuar. Ella está encariñada conmigo. Voy a continuar sabiendo que no estoy y nunca estuve a su altura. Sabiendo que soy el fruto podrido de su familia, que ella tan amablemente me prestó. Sabiendo que no los pude ayudar a ninguno de los dos.

Rezar no ayuda de mucho, a quien mucho ha pecado. Nací maldita, o la suerte nunca estuvo de mi lado. No lo sé. Pero ojalá dios siempre permanezca a su lado.

Con una vida menos turbulenta, quizás hubiera podido entregarle un corazón con menos traumas a ella. Me encantaría derrochar alegría. Pero soy un ser humano que vive construyendo muros, porque lo de adentro es muy oscuro.

Es importante para ella pensar que tengo un gran futuro. Tuvo que haber sido el destino. Se niega a creer que solo fue mala suerte. Esta nena debe tener un  gran propósito en el mundo.

La realidad es que tanto yo como él, cargaremos con el peso de la culpa hasta la tumba. La culpa de haber entrado a los golpes en la vida de un ángel, deshaciendo todo lo bueno y lo puro.

Él, ha sucumbido a las pastillas. Ha preferido vivir sedado para no ver lo terrible de sus actos.

Ella, ojalá que apague el piloto automático. Que vuele libre con sus alas de ángel. Aunque las tenga rotas. Espero que ella intente.

Yo, condenada a dibujarme una sonrisa en la cara; seguiré viviendo a su lado, por siempre en piloto automático.

Por ella.

Para ella.

Préféré par...
Autres oeuvres par Serena Maria Dominguez...



Haut