Mi sereno cauce
A mi Amor
Enterrado, bien profundo, bajo las arenas
de un corazón fragmentado.
Guijarros desperdigados, ya no se oyen
sus cantos rodar.
El húmedo árbol caído deja entrever
la catástrofe.
Y el bosque inundado, triste, ha dejado
de cantar.
Una riada, una larga tormenta,
un doloroso ensueño del que
podría nunca despertar.
“¡Qué horror, por Amor, acabo de pasar!”
El bosque, ahora seco, anhela agua,
pero ya no la busca.
Las raíces se han hecho duras;
las piedras, puntiagudas.
Bajo tierra, ni el sol ni la luna
quería contemplar.
Hasta que un día, inesperada,
una gota de agua comenzó a brotar.
“Yo, pequeña, soy tu fuente, tu manantial.
No temas, no llores, no quiero hacerte ningún mal.
Solo quiero abrazarte y ser
a quien verdaderamente puedas amar”.
Y el bosque, de nuevo, creció y floreció.
Las piedras, alegres, volvieron a rodar.
Y yo, feliz, descubrí lo que verdaderamente es el Amor.
