Mi corazón latía por ella, presentí que la mente había decidido cajonear su imagen, su perfume, su figura, su todo. Como si hubiera resuelto extinguirla de mi banco de datos.

Tal vez llevarla a otro plano, menos enfermizo, donde poder analizar que hacer.

Todos estos sentimientos encontrados, mas los aditivos pertinentes, provocaron un colapso implosivo en mi cabeza.

De pronto un ataque irascible suscitado en mis fibras mas profundas.

El bravío odio interno.

Profanador de calmas.

El vendaval zopenco de las miserias, tal vez más disimuladas.

Eclipsando la evanescente sensatez que aun me sostenía.

De pronto, ya no pude reconocerme, en ninguno de estos rasgos.

La lucha interna hirviente, sosa y cruel, librando pequeñas injusticias emergió de mis más obsoletas irrealidades.

Quizás ergo la paz en el desorden.

¿Porque no?

No obstante…

Irreconocible ante los ojos de los míos, me vi corriendo sin dirección.

Tal vez palpando el final de las agónicas perfidias de este amor.